"El tiempo es más importante en la política que en la gramática", es otra de las frases atribuidas a Winston Churchill y que ahora nos ilumina sobre lo que puede ocurrir la semana próxima en el Congreso. Una auténtica prueba de fuego tanto para los independentistas como para Pedro Sánchez. Ya es casualidad que el inicio del juicio a los líderes del procés coincida finalmente con la primera votación de las cuentas para 2019. Todo indica que tanto ERC como el PDECat acabarán por retirar, poco antes del pleno, sus enmiendas a la totalidad, aunque también es posible lo contrario porque republicanos y neoconvergentes están atrapados en un marco mental contradictorio que se agrava con la coincidencia del juicio con la reválida política a Sánchez a través de los Presupuestos.
El lunes por la mañana, Joan Tardà hacía añicos la posibilidad de que los republicanos votasen las cuentas. Sus exigencias eran que el Gobierno español interfiriese en la Fiscalía a favor de los "presos políticos" y abordase un referéndum de autodeterminación como respuesta democrática al "conflicto político". Al mediodía, sin embargo, la portavoz del Govern Elsa Artadi, condicionaba la vía libre a los Presupuestos a la presencia de un “relator neutral” en la mesa de diálogo sobre Cataluña que ofrece el Gobierno español. Sonaba al guión de un pacto previo porque, poco después, la vicepresidenta Carmen Calvo recogía el guante lanzado desde Barcelona. Se trata sin duda de una jugada arriesgada para ambos porque los independentistas saben que esa figura del relator no es más que una fruslería política que no conduce a ningún sitio. Pero para el PSOE regalar esa bagatela también puede ser mortal a cuatro meses de las elecciones. Estaríamos ante una mesa formada por partidos de ámbito nacional, que reuniría a la izquierda española juntos a los nacionalistas, con la presencia de un moderador externo que daría fe de lo discutido y acordado. Una comisión sin ningún tipo de poder, claro está, que solo vincularía a los participantes, pero a la que los socialistas quedarían atornillados hasta superar la votación final de los Presupuestos con la oposición de PP y CS acusándoles cada día de ceder al chantaje de los separatistas.
Es evidente que Sánchez está dispuesto a un último ejercicio de contorsión política para sacar adelante los Presupuestos y poder legitimar así su continuidad en la Moncloa hasta 2020, pero su estiramiento está al borde de las costuras que puede soportar el socialismo español. Los independentistas pueden acabar aceptando la bagatela del "relator neutral" que les permita mantener en pie la ficción de una negociación política entre su parroquia. Pero al PSOE puede resultarle mortal entrar en ese laberinto tortuoso que solo conduce a hablar de lo que quieren los separatistas a pocos meses de unas elecciones cruciales para su poder territorial.