El acuerdo parlamentario andaluz entre Cs, PP y Vox ha sido descalificado de muchas maneras por las autodenominadas fuerzas progresistas, ¿cómo será nombrado el acuerdo de gobierno antes de que se haga público?
En todo el guirigay que se ha montado sobresalen, por sorprendentes, las declaraciones insistentes vía Twitter de Antonio Maíllo, el portavoz de la sección IU de Adelante Andalucía. Su obediente rechazo, a última hora, a la oferta de Cs para que ocupase un sillón en la mesa del Parlamento un diputado de su coalición lo ha argumentado por “la coherencia y nuestro combate contra las derechas y la extrema derecha”, a la que califica de racista y homófoba.
La memoria democrática es muy frágil y quizás de ello se aprovechen nuestros políticos. Es imposible olvidar aquel gobierno que formó la derecha nacionalcatólica del PNV con el apoyo de IU-Ezker Batua, en los tiempos que Arzalluz hablaba sin complejos de la superioridad genética de su imaginario pueblo vasco. O cómo no recordar las estrechas relaciones de gobierno de Iniciativa per Catalunya-IU con los nacionalistas de ERC, tan dados al supremacismo y a cultivar el odio hacia todo lo español, incluidos sus vecinos de escalera. Y sobre alianzas municipales con partidos de ideología totalitaria que dicen ser de extrema izquierda y que añoran el terrorismo, los ejemplos no abundan, abruman.
La filósofa Victoria Camps, al señalar los principales vicios de los políticos, reconocía que “el ciudadano siempre sospecha que no se le dice toda la verdad, ni se dan aclaraciones suficientes”. Esa transparencia a la que deberían estar obligados todos los políticos se ha de aplicar a los que pactan y a los que critican el pacto. Con afirmaciones tan frágiles de memoria, como las de Maíllo, la autodenominada izquierda hace gala de escasos valores, aunque repitan una y otra vez que son sus valedores.
Admítase de una vez que estamos ante episodios de tacticismo político y no de reflexiones ideológicas sobre hechos todavía no consumados de trabajo legislativo. El nacionalismo de Vox puede ser tan peligroso como el del PNV o el de la antigua CiU. A los hechos me remito en los cuarenta años de democracia: unos por cómo recogían las nueces del árbol movido por ETA, otros por la herencia de xenofobia y violencia que han dejado a sus cachorros, aquellos pijos de Barcelona 92 que ahora lideran el conflicto entre catalanes.
Es Maíllo un latinista docente de reconocido prestigio, quién mejor para acudir a los clásicos para explicar lo que sucede estos días en la política andaluza. Los ciudadanos del sur estamos ávidos de aclaraciones y de precisiones. Jenofonte decía de Sócrates que ante todo le preocupaba el sentido de los términos que se empleaba en las discusiones: “Pensaba que, cuando se conoce bien lo que es un objeto dado, se puede explicar a los otros, pero que si se ignora no es sorprendente que se engañe a sí mismo y que engañe a los demás”. Sea o no ese el caso de Maíllo, podríamos recordar que hasta Covarrubias definía disimulo como una forma de tolerar. El debate es bien sencillo, con el pacto ¿disimula Cs o se tolera al nacionalismo español derechista que ha irrumpido en el Parlamento? No lo sabemos, pero sin duda quienes mejor nos podían ilustrar sobre su experiencia con las ultraderechas es precisamente Izquierda Unida. Estamos esperando una explicación, mi admirado Maíllo.