¿Cuántos niños más tendrán que arrastrarse por el fango en el Congo para que las baterías de nuestros coches eléctricos sean más eficientes gracias al cobalto? ¿Cuántos bosques tendrán que seguir soportando la lluvia ácida provocada por las centrales térmicas para que los centros de nuestras ciudades gocen de aire fresco? ¿Cuántas aves tendrán que morir al chocar con las aspas de las centrales eólicas para que gocemos de electricidad limpia?
Plantear así el impacto del coche eléctrico es algo apocalíptico, pero no hay ninguna mentira en las frases precedentes, el coche eléctrico no es tan bonito como nos lo pintan. Pero también se puede escribir algo parecido sobre el diésel, la gasolina o la energía nuclear, todo es cuestión de buscar el dato más llamativo y retorcerlo a conveniencia. No existe una verdad única, salvo que la huella del hombre en la naturaleza es la más profunda porque no tenemos un depredador natural, más o menos controlamos las enfermedades (nuestra maquinaria estaba diseñada para cumplir 40 años, y la esperanza de vida ya sobrepasa los 80) y usamos muchísimos más recursos de los que realmente necesitamos para sobrevivir. Pero así somos, y no queremos cambiar porque, en general, vivimos muy bien. Solo hemos de saber mantenernos en un equilibrio cada vez más inestable.
Cambio climático, contaminación, uso de los recursos... son problemas con los que debemos convivir y tratar de evitar que se nos vayan de las manos. Pero lo que hemos de evitar es el alarmismo y la visión simplista. Apostar por coches solo eléctricos en 2040 no se aguanta por ningún lado, y menos por un gobierno incapaz de cerrar los presupuestos de 2019. Dice la Comisión Europea que en 2030 el parque de solo eléctricos será de un 2%... lágrimas en el mar de una tecnología inmadura que evolucionará, y mucho. En 2040 seguro que no llevaremos cables con cinco conectores para enchufarnos donde podamos. La electricidad se generará en el coche, o se recogerá por inducción del suelo, o puede que seamos capaces de encapsular todo el CO2 y almacenar los residuos en una bolsa similar a la de los aspiradores. Dejemos trabajar a los que saben.
Vivimos en la era del like y del dislike, del pulgar arriba o abajo como si fuésemos romanos en el circo, de la inmediatez, y de los análisis inmediatos suelen derivar errores de apreciación, muchas veces interesados.
La recuperación económica ha estado favorecida por vientos de cola: precio bajo del petróleo, euro barato, salarios contenidos... pero todo esto está cambiando y el aire huele a frenazo en la recuperación. Amedrentar o estimular no es tan difícil, y menos en una era en la que la información vuela a golpe de tuit. El sentimiento económico, algo etéreo pero con gran influencia, puede girar de manera muy sencilla y rápida. O nos centramos en subrayar lo positivo o de aquí a dos días volveremos a hablar de recesión e incremento del paro. No convirtamos los datos en dardos.