No hagan caso a este reino de la posverdad que se ha instalado en España. Antes era una mentira a lo que ahora se le llama posverdad, con un doble apellido digital 2.0. Unos y otros pretenden que perdamos la chaveta.
Hace tres meses unos amigos íntimos me decían en una cena de verano que Iñaki Urdangarin --condenado a estar en plan cartujo cuando sale al patio para hablar con su sombra-- no sólo tenía privilegios por haber elegido una prisión de mujeres, sino que no se creían que había entrado en la trena. Que todo era un paripé mediático urdido por la justicia para hacer ver a todos los españoles que se cumple la ley sin distinción.
Cuando oí esta cábala me callé porque de mi boca podría salir cualquier tontería. Una persona es libre de sus silencios, además no vale la pena discutir con un convencido porque no está hablando de política sino de creencias. La independencia es una fe laica. El nacionalismo tiene esas cosas.
Me acordé de una adorable abuela de la familia Prats de Juncosa. No le entraba en la cabeza pensar que el hombre había pisado la luna en el verano de 1969. Me sorprendió. No la entendí, tenía once años, y pensé que era natural que pensara eso una mujer que había nacido a principios del siglo XX. Empero, no lo entiendo que cien años después exista tanta incredulidad en personas inteligentes e instruidas. Esa buena mujer, como tantas de su generación, no sabía leer.
Esta semana ha circulado por la red un whatsapp anunciando la abracadabrante reunión secreta que Oriol Junqueras habría tenido una noche en La Moncloa con Pedro Sánchez para pactar un indulto, si la sentencia del Tribunal Supremo fuera, que lo será, condenatoria. Este pacto sería la consecuencia de la amenaza de Kim Torra de que rompería con el presidente del Gobierno si no firma el indulto.
El comentario de mis amigos es jaez. No doy crédito y me froto los ojos…
En esta guerra de falsas noticias también ha circulado una de Carles Puigdemont en la que dice que Cataluña no ha perdido nada importante con la muerte de Montserrat Caballé porque no se sentía plena y únicamente catalana, y eso se lo han creído muchos catalanes que también se sienten españoles.
Estamos en una guerra de intoxicación informativa que sólo se creen los de la acera contraria, porque la discusión es entre dos tapias. No tiene nada que ver con la inteligencia.
El combate me recuerda a la guerra de Gila…
PD: El discurso de Vox echa gasolina al fuego.