Dos nuevos candidatos a alcalde de Barcelona. A Manuel Valls ya le insultan tanto los columnistas del nacionalismo que recuerda los inicios de Ciutadans: concitaban el odio y el desprecio general de los mil columnistas nacionalistas, y al cabo de pocos años ya son la fuerza más votada para presidir la Generalitat.
Asustado ante la irrupción de Valls, el jefe de ERC ha decidido que su candidato Bosch "dé un paso al lado" en beneficio de El Tete Maragall. En marzo pasado la candidatura de Bosch había sido avalada y refrendada en una consulta a la militancia, de manera que el dedazo del ex vicepresidente de la Generalitat no parece un alarde democrático sino más bien una decisión caudillista. Pero la militancia sabrá comprenderlo. El pastor ve mejor que el rebaño lo que a este le conviene, y de todas maneras ERC nunca fue un partido democrático: al revés, lleva el caudillismo y el golpismo en la masa de la sangre. No hace falta remontarse al fundador, Francesc Macià, militar del ejército español que en su senectud se dedicó con verdadera perseverancia a las conspiraciones, los levantamientos militares, insurrecciones, putsch y pronunciamientos, todo fallido siempre, todo con una insistencia visionaria que rozaba lo maniático, hasta que tras fundar el partido proclamó la república catalana desde el balcón del actual Palau de la Generalitat. Y ya. Duró unos días el invento...
Ni siquiera hace falta remontarse a la catástrofe de Companys, que todos tenemos en mente (en referencia a esos pronunciamientos, el filósofo estrambótico Francesc Pujols recomendaba a los políticos que no siguieran su inveterada tendencia a salir al balcón a gritar cosas, pues con esa inclinación tan rara al balcón se cogen tremendos resfriados. Puigdemont debió de leer esa página, pues prefirió dar su asonada desde una escalera).
No hace falta recordar el pensamiento de Herr-Ibert Barrera, ni a Colom y Rahola, la de "usted no sabe con quién está hablando", ni la visita a escondidas de Carod-Rovira a la cúpula etarra, para negociar sus cosas, aprovechando que en aquellos momentos el pobre Pasqual Maragall estaba de viaje y él, Carod, ocupaba la función de presidente de la Generalitat (cuando recuerdo a Carod, por cierto, inevitablemente recuerdo también a su hermano, el inefable e injustamente olvidado Apel·les, al que nombró delegado de la Generalitat en París, pero no por ser su hermano, ni por su mostacho ciertamente impresionante, sino por sus grandes conocimientos jurídicos sobre Francia. ¿Qué se habrá hecho de Apel·les? ¿Es que a nadie le interesa?).
En fin, que ERC encarna un fascismo izquierdoso --también Mussolini venía de la izquierda-- con intrínseca querencia al golpe de Estado; da igual que corra el año 31, el 34, o el 2017, fecha del último pronunciamiento hasta ahora, del que es notorio que Junqueras fue tan responsable o más que Puigdemont. Sencillamente es algo más fuerte que ellos: a la que se les deja una "ventana de oportunidad", ellos se pronuncian...
Ahora bien, el fascismo necesita forjar líderes carismáticos. La palma del martirio realza el aura de líder del exalcalde de Sant Vicenç dels Horts, de ahí que pueda decidir desde la cárcel quién será su candidato a alcalde de Barcelona sin que la militancia rechiste. De todas maneras, a nivel consistorial Bosch era universalmente detestado, desde el PP hasta los Comunes, desde Colau al último bedel, pues no sabía disimular y era demasiado claro que en el ayuntamiento no trabajaba por la ciudad sino por su partido. Lo suyo era la pura agitación partidista y nadie se fiaba de él. Para los pactos postelecciones, para agarrar el bastón de alcalde, disponía de muy malas cartas. En cambio El Tete, aunque no sea sino uno de tantos capitanes sin escrúpulos del PSC que en cuanto perdieron el cargo se pasaron al nacionalismo, a pesar, también, de ese punto desequilibrado, psicológicamente inquietante, que se proyecta como una amenaza desde su discurso irritado y sus cejas enrabietadas, por lo menos cuenta con una baza a su favor: el apellido.
El apellido: argumento dinástico que el sacrificado Bosch ha destacado como el único aval de quien le birla el puesto. Argumento un tanto peregrino en un partido que se dice de izquierdas, y que lo dice ya todo sobre El Tete: ¡Es el hermano de!