Mucho antes de que las redes y las plataformas reventasen el mercado televisivo, estudiosos como Michel de Certeau ya advertían de que el estudio del impacto de la imágenes difundidas por televisión sería siempre parcial, si no se complementaba con el análisis de lo que el consumidor cultural creaba con esas imágenes. Hoy no es en los medios de comunicación clásicos donde se libra el presente y el futuro de la imagen de los partidos políticos sino en las vertiginosas redes sociales.

Sorprende que en este juego Ciudadanos, uno de los partidos más jóvenes de nuestra democracia, esté siendo severamente vapuleado. Hay trolls en Facebook o perfiles falsos en Twitter cuyo único fin es golpear sistemáticamente cualquier declaración del líder de la formación naranja. Más sorprendente es aún que a Inés Arrimadas o a Begoña Villacís se les falte públicamente al respeto una y otra vez y, comprensiblemente, no se hable de discriminación de género ya que algunos de esos insultos proceden también de preclaras feministas de este país.

¿Es un partido de derechas o de extrema derecha? ¿Es Rivera –como dice Iglesias- un falangito o un Primo de Rivera? ¿Es el brazo político del Ibex 35? Si dejamos de lado aquel pacto con Libertas para unas elecciones europeas, que fue reconocido por Rivera como un error de bulto, ¿alguien que califica de derechista a Cs se ha molestado en leerse algún programa o escuchar declaraciones de algunos de sus líderes? ¿Si en sus inicios buena parte de su militantes procedían de filas socialistas por qué en las redes se le sitúa a la derecha del PP y de Vox?

El mantra derechista ha calado totalmente, si tenemos en cuenta que hasta los niños en la calle llaman facha a Rivera, incluso fuera de Cataluña. Que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad es una certera sentencia que puede explicar el fracaso mediático de Cs. Obnubilados por seguir el alocado ritmo preelectoral que ha marcado el equipo de asesores de Sánchez, Cs se ha olvidado de construir su propio discurso. Prefiere golpear el hígado de Sánchez para que se hable de ellos, antes que optar por otros modos de relanzar su imagen.

Empieza a ser opinión muy extendida que el liderazgo de Inés Arrimadas se está diluyendo como un azucarillo. Después de encabezar la lista más votada, desperdició una excelente oportunidad para presentarse como candidata y explicar urbi et orbi cuál era el proyecto de Cs para recuperar la convivencia y la autonomía suspendida. Pero no, prefirió esperar, tanto esperó que dio tiempo para que el nacionalismo saliera del armario e impusiera, sin vergüenza alguna, un candidato xenófobo.

¿Está amortizada como jefe de la oposición? Desde el momento en que las instituciones democráticas han sido secuestradas por el glorioso movimiento nacionalcatalán, Ciutadans no encuentra un espacio mediático que compense esa obligada ausencia parlamentaria. El triunvirato Páramo-Carrizosa-Arrimadas se están mostrando incapaz de mantener la ilusión entre centenares de miles de catalanes que están dispuestos a defender una sociedad diversa y plural frente al monolitismo identitario que han impuesto los nacionalistas. Anular esta respuesta democrática de la mayoría de catalanes, ¿ese ha sido el objetivo del independentismo puigdemontista y junqueriano? Si lo era lo están consiguiendo al quedar reducida la oposición de Cs a gestos como la retirada de los tan preciados como plasticosos lazos amarillos.

¿Quién es el responsable de este fracaso mediático? ¿Hay alguien que puede renovar la ilusión en Cataluña? ¿Por qué el partido no explica con claridad en las redes cuál es su proyecto político, económico y social para España? La cobertura que algunos medios digitales y en papel les han proporcionado hasta ahora es insuficiente ante el impresionante poder de las redes. Muchos de sus votantes están empezando a dudar de la ideología liberal y (social)demócrata de Cs. La pinza PP-PSOE-Podemos-ERC-PDeCAT-PNV-CUP-EHBildu está presionando tanto en las redes que, al final, reventará a Cs por ser eso, un incómodo grano en el trasero de todos ellos, donde la regeneración democrática ni está ni se la espera.