Este es mi último artículo de la temporada, volveré en septiembre. En esta despedida quería hablar de esta cacería de pieza mayor para los republicanos de todos los pelajes, morados y estelados. Nunca he sido monárquico pero sí juancarlista.
Afortunadamente, no se cumplió lo que en 1974 dijo Santiago Carrillo: que el reinado de Juan Carlos I pasaría a la historia de España como el de Juan Carlos el Breve… Ha sido tan breve como el anterior jefe de Estado, ¡casi cuarenta años! He sido juancarlista, ahora soy del sex[t]o felipista.
En los últimos cinco años el rey emérito se ha desinflado. Hoy quería contar una historia muy interesante que pocos conocen. Que no me extraña del hijo porque se refiere a su padre, don Juan, el conde de Barcelona. Pero no quiero alimentar, por este orden, a los estelados y los morados. He estado tentado pero tampoco lo haré para no engordar su buche, ahora que quieren enseñar lo que hay detrás del ombligo.
Sin embargo, en esta despedida de la temporada no criticaré, como acostumbro, para no alimentar (acción-reacción) a la devastadora procesionaria que asola los pinos de Cataluña gracias al paciente trabajo que ha hecho el tenaz gobierno del suizo JP, a través de la escuela, tan exacta como un reloj Omega, también suizo, de Ginebra, y de los medios de comunicación públicos y subvencionados. Nunca me he fiado del Español de Año del Abc.
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Hoy también hablaré de un hombre con suerte, Pedro Sánchez, porque podrá gustar más o menos, pero nadie puede negar que se trata de un político atrevido, casi como el duendecillo verde de la canción infantil alemana que sorprendentemente suena “Puigdemont”, porque hizo un pulso al viejo partido socialista y, contra todo pronóstico, lo ganó. Algo inusual en política porque también se enfrentó al patriarca del PSOE, Felipe González.
Además, hace cincuenta y cinco días conquistó la Ciudad Prohibida de Pekín en el Palacio de la Moncloa, ganó sorpresivamente la moción de censura gracias al mejunje de todos, excepto Ciudadanos, contra el PP.
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Puigdemont también tiene inteligencia pero la suya es la de un iluminado que ha conseguido encarnar una Religión con su Santa Sede en Waterloo, y una milicia de guardia suiza llamada Crida en forma de partido político que se parece más al Régimen de Ayatolá en versión Occidental, laico, que produce iluminados para ingresar en una secta de fieles con dos embajadores preferentes: Elsa Artadi y Eduard Pujol que han cortado la cabeza de Marta Pascal, la extinta presidenta del PDeCAT.
No niego su inteligencia porque se ha enrocado este juego de ajedrez de la política catalana, y no ha dudado en echar al fuego a la antigua CDC para evitar que ERC le haga el sorpasso. Puigdemont ha hecho un pastel de nata y hiel como merece el hijo de pastelero de Amer.
En el mundo indepe las navajas son versallescas, no a garrotazo limpio como en el bloque constitucional.