En el momento culminante de la lucha fratricida en las primarias del PP, Celia Villalobos, exministra, ex vicepresidenta del Congreso y uno de los mayores apoyos de Soraya Sáenz de Santamaría, declaró a su llegada a la primera sesión del congreso extraordinario del partido que “muchos” de los que apoyaban a Pablo Casado eran de extrema derecha. A la pregunta de si en su opinión Casado es de extrema derecha, Villalobos contestó: "No lo sé, yo creía que no, pero muchos de los que están a su alrededor y le han dado su apoyo, sí". Ese candidato es desde ayer, sábado, el nuevo presidente del partido.
Es sabido que Villalobos no tiene pelos en la lengua y con su respuesta acertó en una cuestión indudable: la extrema derecha apoyaba a Casado contra la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que, pese a haber ganado las primarias de los militantes, con menos de tres puntos de ventaja, eso sí, perdió el congreso de los compromisarios, con un 43% de los votos (1.250) frente al 57% (1.701) del vencedor Pablo Casado. Nunca el PP podrá ya defender la primacía de la lista más votada.
La derrota de Sáenz de Santamaría es también la derrota de Mariano Rajoy que, aunque nunca se pronunció, prefería a su exvicepresidenta del Gobierno al mando del partido, entre otras razones porque era la mayor defensora de su política y encarnaba la moderación y el conservadurismo biológico y tecnocrático que practicaba Rajoy frente a la ideologización y el giro a la derecha que representa Casado.
El nuevo presidente del PP, que fue jefe de gabinete de José María Aznar y ha llegado a la cima del partido a la misma edad que su mentor, 37 años, quiere aunar la modernidad que solo se aprecia en su edad con una involución ideológica que recupera las esencias del aznarismo, sobre todo en cuestiones políticas y sociales. Con Casado vuelve el PP sin complejos ni apariencias de diálogo en la unidad de España y la defensa de las posturas más reaccionarias en temas sociales, como el aborto, el feminismo, la memoria histórica o la eutanasia.
En Cataluña, Rajoy no transigió nunca en la unidad de España o en la soberanía nacional que pertenece, recalcaba, a todos los españoles, pero no quiso romper nunca la baraja y aplicó un artículo 155 suave y rápido, que si duró más de la cuenta fue sobre todo por las divergencias entre el independentismo. Eso se ha acabado. Casado rechaza la reforma constitucional, quiere endurecer aún más el Código Penal para afrontar futuros desafíos secesionistas y ha llegado a plantear la ilegalización de los partidos independentistas mientras se toma en serio la broma de Tabarnia y elogia la España abanderada de los balcones del barrio de Salamanca de Madrid.
Quienes desde Cataluña veían en Rajoy al diablo absoluto, van a ver lo que es bueno si Casado llega al Gobierno. En realidad, su elección solo beneficia al independentismo más extremista, representado por Carles Puigdemont y sus peones en Junts per Catalunya y ahora en la Crida Nacional per la República. Igual que, en el fondo, preferían a Rajoy antes que a Pedro Sánchez, ahora a estos sectores les va a venir muy bien Casado para aquello de agudizar las contradicciones.
La duda expresada por Celia Villalobos antes de la inauguración del congreso plantea en realidad un tema central de la política que viene. ¿Casado va a dejar al PSOE el campo abierto en el centro político por su alineamiento en la derecha más extrema y su competencia feroz con Albert Rivera para recuperar el voto del PP huido a Ciudadanos? ¿Casado era el candidato preferido en el PSOE frente a la moderación de Santamaría que podía disputarle mejor el centro?
En el PSOE hay opiniones diversas. Parece ser que Sánchez y su entorno preferían como adversario a Casado mientras que, por ejemplo, el expresidente Rodríguez Zapatero había apostado por Santamaría. Hay analistas que predicen que después de alcanzar el poder Casado no tendrá más remedio que moderar sus propuestas para no perder la franja central del electorado. Pero si el PP quería eso, ¿por qué no ha elegido a Santamaría?
Es posible que al PSOE le vaya mejor Casado, como a Puigdemont. Sin embargo, para España en general y para Cataluña en particular, su elección solo puede ser perjudicial porque aumentará la crispación y el enfrentamiento en unos momentos en que son muy necesarios el diálogo y el pacto.