Íbamos de farol. Vale. Pero ahora en vez de actos de contrición lo que hay que hacer es "ampliar la base". No nos precipitemos. No hay que volver a dar pasos temerarios sin antes ampliar la base. Es la nueva jaculatoria a la que se agarra la intelligentsia (llamémosla así) del prusés para convencer a su desmochada grey, y si es posible convencerse también a sí mismos, de que (contra lo que habían sostenido hasta topar con el principio de realidad) en realidad no corre tanta prisa acceder a la independencia y ahora no es el momento de armarse de audacia y determinación para llegar cuanto antes a Ítaca, sino de paciencia; durante algunos años más hay que seguir tendiendo túneles para minar el Estado, a la espera de que se presente una nueva oportunidad histórica de hacerlo volar en pedazos, como la que tan finos analistas creyeron ver en los años de postración en que el Leviatán zozobraba en una crisis económica que lo tuvo al borde de la bancarrota.
"Hay que ampliar la base" es uno de los últimos eufemismos del prusés. Nos gusta mucho. Tiene un aire proyectivo, arquitectónico, razonable, piramidal. Sugiere sensatez. E implica que la cúpula, gracias a Dios, ya está bien formada y sólidamente ocupada; lo que aún falla, la carencia, está allá abajo.
Acuñado después del gran revolcón, "hay que ampliar la base" es un eufemismo de consuelo y de ocultación. Los clérigos lo utilizan a destajo; en primer lugar para asignarse a sí mismos, y a esas nutridas masas a las que han hecho embutirse en feas camisetas y dar saltitos y perder el tiempo en aburridas kermeses, y a las que han arrastrado a la decepción, asignarles algo que parece una tarea digna, por lo menos para las próximas legislaturas: una tarea de proselitismo, de prédica y seducción del vecino díscolo, tibio o indiferente.
Venga, muchachos, un pequeño esfuerzo más. Tú, ¿a dónde vas? Vente aquí, y tráete a tu cuñada y al loro que aquí no sobra nadie, hay que ampliar la base.
Y así, con una tarea por delante, cicatrizan las heridas del pasado reciente y se puede olvidar que lo que fue "el vot de la teva vida" ya no lo es, porque iremos a otros comicios (cuanto más tarde mejor, pues ahora ya no nos urge tanto "votar"); que "las últimas elecciones autonómicas" no eran últimas; y que lo que fue "Ara sí!", lo que fue "Fem-ho!", lo que fue "¡Nos vamos, ahí os quedáis!"... se convierte en: "Esperemos unos añitos más; vosotros, los de la base, creced y multiplicaos, id colgando banderitas del balcón y luciendo lacitos y armando camorra y dando la matraca al vecino y mientras tanto nosotros seguiremos cobrando suculentos emolumentos a cuenta de los Presupuestos del Estado y tomando lecciones de bailes de salón".
Se dice "hay que ampliar la base" para no tener que pronunciar la verdad que disfraza; y la verdad que disfraza es: "Somos minoría". Los nacionalistas sostienen que son demócratas pues de otro modo mal podrían defender su causa ante las instituciones internacionales. Como supuestos demócratas, no pueden de ningún modo reconocer públicamente que han intentado imponer la voluntad minoritaria. Sería lo mismo que reconocer que el prusés es una variante posmoderna del fascismo de siempre, tal como algún desconfiado podría deducir de una lectura literal de los textos del presidente de la Generalitat.
En fin, hay que ampliar la base. Vale. Es un objetivo que se puede alcanzar mediante el esfuerzo coordinado de las instituciones públicas, el apostolado de la así llamada "la puta base" y la financiación del Estado. Estamos plenamente convencidos de que se logrará. Tenemos fe. Puede tardar algún tiempo, pero más está tardando el segundo advenimiento del Mesías y seguimos creyendo en él o por lo menos poniéndonos bajo su amparo para celebrar bautizos, comuniones y bodas. Ampliaremos, pues, la base, y día llegará en que se pase del 47% al 51%, y entonces sí que "Ara sí!", entonces "Fem-ho!", entonces sí que será "El vot de la nostra vida!", entonces sí que "Espanya, adéu!", entonces sí que "¡Nos vamos, ahí se quedan!"...