El congreso --segundo-- de la UCD, en Palma en febrero de 1981, fue ejemplar como ensayo de suicidio. Por haberlo presenciado de cerca, uno sigue preguntándose hasta qué punto los odios internos nutren la vida de los partidos políticos. Adolfo Suárez había dimitido hacia unos días. Leopoldo Calvo-Sotelo --una personalidad injustamente infravalorada-- iba a ser el sucesor. En Palma se conspiró hasta extremos patológicos. Quién sabe si es más cainita la derecha o la izquierda. El 23 de febrero, mientras se votaba la investidura en el Congreso de los Diputados, Tejero entró para dar un golpe de Estado. Finalmente, Calvo-Sotelo sería investido con la ayuda de los escaños de Fraga y Minoría Catalana. Recomenzaron las luchas internas en la UCD. Calvo-Sotelo decía no temerle tanto al ruido de sables como al ruido de tenedores en los reservados donde conspiraban las facciones de su partido. Suárez fundó el CDS y su anterior partido entró en una larga agonía. En las elecciones de 1982, el candidato centrista fue Landelino Lavilla. Con la debacle de la UCD llega la gran victoria del PSOE.
Así comenzó el largo período felipista. Mientras tanto, la AP de Fraga no ganaba terreno. Hernández Mancha se hizo con el liderato frente a Herrero de Miñón pero presentó una absurda moción de censura y desapareció. Ante el estancamiento fraguista, como recambio se fraguó en 1986 la operación Roca, electoralmente fallida. Regresó Fraga y, ya siendo Partido Popular, designó sucesor a Aznar. El PSOE se estaba descosiendo. En 1996, Aznar llegaba a la Moncloa. Entonces aparecieron los dilemas de liderato postfelipista: Almunia; Borrell; Almunia; Rodríguez Zapatero.
En el PP, Aznar decide retirarse con dos mandatos. Nombra a dedo a su sucesor, Rajoy, que será líder de la oposición en los años de Zapatero y luego presidente de Gobierno en momentos arduos. Ahora, por una heterogénea moción de censura, Rajoy ha dejado la Moncloa y se instala el socialista Pedro Sánchez, cuyo trayecto hacia el liderato de su partido ha sido exótico y accidentado. Retirado Rajoy, ¿reaparecerán los fantasmas autodestructivos de la derecha hasta el extremo de que un PSOE que cuenta con solo 77 escaños frente a los 134 del PP se recupere desde el Gobierno? Para el PP, el primer requisito es acertar en la elección de un nuevo líder pero luego tiene por delante su propia recomposición, un reset en las ideas que habrán de convertirse el programa. Entre otras cosas, el PP necesita esas ideas para recuperar los votos transmigrados al Ciudadanos y evitar la entrada de Vox. Para esa puesta a punto con nueva sustancia intelectual, Rajoy ha dejado tras de si un yermo.