Ya lo cantaba el gran Héctor Lavoe, que en paz descanse: "Todo tiene su final / Nada dura para siempre / Es preciso recordar / Que no existe eternidad". En el PP deberían escuchar atentamente este tema del rey de la salsa y pensar seriamente en disolverse. La cosa no da para más. Y ya ha sucedido anteriormente; pensemos en el cierre de UCD o el CDS, o en la decadencia progresiva del Partido Comunista de España, o en la mutación de CDC en una cosa llamada PDeCAT que no se creen ni sus propios responsables.
De hecho, la supervivencia del PP tras años y años de corrupción sistemática resulta hasta admirable. Sus votantes se lo tragaban todo disciplinadamente y siempre encontraban a algún rojo al que echarle la culpa de las trapisondas propias. Pero, claro, hasta las tragaderas de un hooligan de la política tienen su límite y hasta el más fiel votante acaba poniéndose a buscar otro partido en el que confiar, uno que se parezca al suyo de toda la vida, pero que no esté tan cubierto de oprobio. Durante años, los peperos con cierta conciencia no sabían a dónde huir, pero ahora tienen a Albert Rivera esperándolos con los brazos abiertos, pues Rivera ya no es aquel peligroso socialdemócrata de los inicios de Ciutadans, sino un muchacho neoliberal que ve españoles por todas partes, dispuestos, a ser posible, a votar por él. La OPA hostil a los de Rajoy tiene pinta de acabar saliéndole bien, pues ofrece una mercancía muy similar, pero sin el baldón de la corrupción. Y es que lo del PP en ese sentido es de traca. Por si no había suficiente con la Gürtel, salió el máster de chichinabo de la presidenta de la comunidad de Madrid, que parecía un epílogo, pero solo era una entrega más, ya que poco después vino la detención de Eduardo Zaplana, que no ha sorprendido a nadie porque mucha gente, diría yo, estaba convencida de que llevaba años en el trullo (Zaplana es de esos políticos cuyo mero aspecto ya es delictivo). Y no creamos que el torrente de mierda se ha interrumpido definitivamente: como vea que le enchironan a la parienta, Luis Bárcenas es capaz de lanzarse a cantar La traviata y pringar a quien haga falta (¿será por eso que Aznar está tan calladito?).
El PP no tiene futuro ni como partido político ni como organización criminal, pues todo el mundo sabe de qué palo van (o qué palos dan). Las personas honradas que hay ahí dentro --que las hay, y hasta conozco y aprecio a algunas-- pueden elegir entre irse a su casa --de la política, como de la droga, también se sale--, apuntarse a Ciudadanos o crear un nuevo partido, aunque la verdad es que hoy día, en España, "no hay cama pa'tanta gente", como diría Celia Cruz. Los de derecha más extrema siempre pueden intentar convencer a Aznar para que les guíe en un nuevo proyecto, pero el silencio de ese gran estadista mundial hace temer que no esté para aventuras: como jefe de la banda durante un montón de años, creo que aprecia mucho el silencio y la discreción en torno a su figura.