La banca es noticia estos días por partida doble. De un lado, ha vuelto a abrir la espita del crédito para los hogares, que estaba cerrada a cal y canto desde hace largo tiempo. De otro, los colegios de abogados de Cataluña han lanzado una campaña con el fin de dar publicidad a la llamada Segunda Oportunidad. Este instrumento, por primera vez en la historia, permite a las personas físicas librarse de sus deudas y evitar que éstas les persigan hasta la muerte e incluso, después de ella, que se transmitan a sus descendientes.
Vayamos por partes. Según el Banco de España, las entidades financieras se muestran de un tiempo a esta parte más generosas a la hora de conceder sus facilidades a la clientela.
Varios hechos explican esta reanimación. Uno de ellos es que entre los consumidores reina una mayor confianza. Otro, que el mercado de la vivienda presenta perspectivas más satisfactorias. Y un tercero, que los menguantes tipos de interés tocaron fondo y ya repuntan con timidez.
La revivificación del panorama crediticio coincide con una singular operación divulgativa puesta en marcha por el Colegio de Abogados de Barcelona y el Consejo de la Abogacía Catalana. Tiene por objetivo difundir la Segunda Oportunidad, que es un conjunto de normas añadidas a la ley concursal por el Gobierno de Mariano Rajoy en 2015. Esos aditamentos resultan ser un perfecto extraño para el común de los mortales. Sin embargo, su aplicación entraña un haz de beneficios potenciales para muchísima gente.
La Segunda Oportunidad, por primera vez en la historia, permite a las personas físicas librarse de sus deudas y evitar que éstas les persigan hasta la muerte e incluso, después de ella, que se transmitan a sus descendientes
Los más interesados en que esa no se propague son, como no podía por menos de ocurrir, los señores de la pasta, es decir, los amadísimos intermediarios del mercado dinerario.
Un reputado jurista que ha colaborado activamente en la gestación del plan popularizador me comenta: “Han transcurrido más de tres años desde que esas disposiciones entraron en vigor. Y siguen siendo masivamente ignoradas por el pueblo llano, por la inmensa mayoría de los medios de comunicación y, lo que es aún más notable, por innumerables expertos del mundo del derecho”.
Ello resulta harto llamativo, por cuanto los mecanismos incorporados a la ley concursal están concebidos para ayudar a aquellos individuos que se arruinaron y lo han perdido todo... menos las deudas. Se trata, así, de poner término a innumerables dramas familiares y recuperar a sus protagonistas para la vida económica corriente y moliente.
No todas las deudas son cancelables. La regulación que nos ocupa excluye de su ámbito las contraídas con Hacienda y la Seguridad Social. Sorprende semejante discriminación. Cuando una sociedad mercantil en concurso de acreedores entra en liquidación, se extinguen sus deudas con las mentadas instituciones públicas. Pero ese privilegio se hurta a los consumidores, los autónomos y, en definitiva, a los españoles de a pie.
Los más interesados en que la Segunda Oportunidad no se propague son, como no podía por menos de ocurrir, los señores de la pasta, es decir, los amadísimos intermediarios del mercado dinerario
El desconocimiento de la Segunda Oportunidad es abrumador. El año pasado sólo se acogieron a sus preceptos 1.270 personas naturales, 450 de ellas en Cataluña. En cambio, en Francia lo hicieron más de 180.000 y en Alemania, 107.000.
En la mayoría de los casos se trata de ciudadanos que prestaron avales a sus propios negocios, o bien a sus hijos, en tanto que titulares de préstamos al consumo o que sufrieron el desahucio por impago de hipotecas.
Los trámites para acogerse a la Segunda Oportunidad son bastante sencillos y accesibles. Cabe instar un acuerdo extrajudicial de pagos. O bien plantear un concurso de acreedores clásico. Y si quedan deudas insatisfechas, solicitar el beneficio de exoneración definitiva de ese pasivo, que resolverá el mismo juez ante el que se ha tramitado el concurso.
Ahorro al lector los detalles farragosos sobre cómo se articulan los mentados procedimientos. En resumen, nuestro cuerpo legislativo alberga por fin unos instrumentos destinados a evitar la ruina perpetua que hasta la fecha sobrevolaba sobre una legión de individuos de buena fe y los perseguía ultratumba. Bienvenido sea.