Para llegar arriba hay que apretar los glúteos. Pero para mantenerse es preciso contemplarse por las grietas del espejo, como lo hace Javier de Paz, renovado en el consejo de administración de Telefónica, esta vez con la presidencia de la Comisión de Nombramientos y Retribuciones. Él conoce la radiografía en salto de cama de un elenco en el que se cuentan Isidro Fainé (Grupo La Caixa), José María Abril (BBVA), Jordi Gual (Caixabank), o el veterano ministro brasileño Luiz Fernando Furlan, sustancial para entender que el futuro de Telefónica pasa por Brasil.
Desde que José María Aznar nombró a Juan Villalonga, a Telefónica le cabe el dudoso honor de convertir en polémicos sus nombramientos. Aunque el ruido se apaga con el pan horneado de la buena gestión; además, los que se caen del trinquete se diluyen en la bruma, como los biógrafos de Belmonte o Monolete, en tiempos de vindicación animalista. Cuando, en 2007, De Paz entró en el consejo de la mayor empresa española, se dijo que era un hombre escogido por César Alierta para compensar el fichaje de Manuel Pizarro, después de frenar la OPA de Gas Natural sobre Endesa. A la entrada de Pizarro por la derecha, le correspondía otra por la izquierda; fue la de Javier de Paz, el antiguo secretario general de las Juventudes Socialistas, conocido con el sobrenombre de Piti, y muy buen amigo de Rodríguez Zapatero, el entonces presidente de Gobierno. Desde aquel momento no ha dejado servir con pulcritud a la operadora, tal como lo reconoce el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete.
Javier de Paz, en una imagen de archivo / EFE
En la última remodelación se mantiene De Paz y salta Eva Castillo, la última del equipo de Alierta, aliada en tiempos de Miguel Gilpérez --el expresidente de la filial Telefónica España--, que puenteaba a Pallete cuando este era consejero delegado. A Castillo la la sustituye María Luisa García Blanco, abogada del Estado y experta en Derecho Regulatorio. Todo tiene un porqué en los pliegues del poder económico. La permanencia de los altos cargos es proporcional a la influencia que ejercen los directivos y a su capacidad para liquidar al adversario sin desgaste aparente. Tras años de intemperie para todos, Telefónica cierra filas en torno a su propia hegemonía. Las cuentas de la compañía revelan un beneficio de 837 millones en el primer trimestre de 2018, un 7,4% más, pese a los tipos de cambio desfavorables en Colombia, Argentina y Perú. "Cuando Matilde va, todo va"; un principio de barandilla aplicable al blue chip español por antonomasia, el valor ilimitadamente líquido entre los 35 del Ibex, que cotizan a diario en el número uno de la Plaza de la Lealtad de Madrid; sin olvidar que sus reuniones con analistas son célebres en la City de Londres y en Wall Street.
Javier de Paz renueva por otros cuatro años. Es un Ave Fénix que, tras décadas como vocal de confianza de Alierta, sale de sus cenizas para reciclarse a la medida de Pallete. El presidente ha ido retocando a su equipo por fases y ahora ha consumado un consejo a su medida. Se ha enfrentado con éxito al virus de la esencia que late en el fondo de toda mitología empresarial que se precie. Si nos atenemos al equilibrio de los núcleos accionariales y al despliegue de las correlaciones de poder, el cambio de ciclo de la gran operadora está listo.
2017 ha sido un año duro. Telefónica Brasil redujo la cifra de negocio hasta 2.705 millones, el 14,5% menos; y la de Telefónica Hispanoamérica Sur (Argentina, Chile y Uruguay), con 1.833 millones de facturación, el 13,4% menos. La facturación también cayó en Telefónica Hispanoamérica Norte (Colombia, México, Venezuela, Centroamérica y Ecuador), el 16,8% hasta 971 millones. Pero la economía recupera el resuello, cuando viene bajada. Que nadie se llame a engaño: España despierta interés inversor gracias a sus market makers, los que fijan precios, entre ellos Telefónica. Los que vienen a por sol y playa se van de vacío. En el consejo que encabeza Pallete se han producido incorporaciones como las de Sabina Fluxá, Javier Echenique, Peter Lörscher o Juan Ignacio Cirac, pero lo que llama la atención es el sigilo que despliega Javier de Paz.
Javier de Paz entiende como el que más el juego de equilibrios. Su pedigrí rojo nunca fue un obstáculo en el mundo empresarial. No es un sostenido desde la política sino todo lo contrario
El exdirigente socialista lleva años en la operadora, al tiempo que aporta la experiencia de sus anteriores labores de gestión en Mercasa o Panrico; fue en su etapa como consejero de Tabacalera cuando Gonzalo Hinojosa o Carlos Colomer (nada menos), le auparon al consejo de Telefónica. Entiende como el que más el juego de equilibrios. Su pedigrí rojo nunca fue un obstáculo en el mundo empresarial. No es un sostenido desde la política sino todo lo contrario: él fue quien exigió al PSOE que incluyera a jóvenes en sus listas electorales y, como consecuencia de aquella incorporación, el leonés José Luis Rodríguez Zapatero llegó a diputado. La amistad entre ambos es posterior.
De Paz va pegado a su pasado. Su padre, tornero de Agromán y concejal socialista dos legislaturas, y su tío, el histórico líder ugetista Jesús Mancho, le inocularon valores. Mancho había sido descargador del mercado central de Madrid; su sobrino Javier, César o nada, llegó a presidir Mercasa. Cuando en 1983 se hizo cargo de las Juventudes Socialistas le anunció a Felipe que las JSE harían campaña contra la OTAN. Luego, la racionalidad pudo más que la pasión. También trató de cicatrizar aquella herida abierta entre el PSOE y la UGT, la querella entre sindicato y partido que acabó en huelga general. De Paz se fajó con González y Guerra en el momento álgido de la socialdemocracia española y llegó a entablar un trato espléndido con el expresidente. Siempre supo anteponer el pacto a la voluble sensación. Eso y la meritocracia le hicieron empresario.
Su auténtico mentor fue Javier Gómez Navarro, quien como ministro de Comercio le nombró director general de Comercio Interior y miembro del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, la instancia reconvertida hoy en Cámara Española bajo la presidencia de José Luis Bonet. De Paz abrió las puertas de la libertad horaria en el retail y auspició la venta de Galerías a El Corte Inglés. Es otro socialista a fuer de liberal.