Jordi Canal (Olot 1964) pide tiempo. El historiador, profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, acaba de publicar Con permiso de Kafka, el proceso independentista en Cataluña (Península). Lo pide porque considera que la ruptura en la sociedad catalana es grande y costará rehacer algún tipo de consenso político que permita seguir avanzando. Para Canal, “ha habido un intento deliberado de romper todos los puentes con España”, y señala a la clerecy, a los que viven del relato de la construcción nacional, y también a los responsables políticos.
--Pregunta: El movimiento soberanista ha logrado el apoyo de las amplias clases medias en Cataluña. ¿Cómo se explica?
--Se ha construido un sueño, sin explicar qué pasará después. Es cierto que lo han abrazado clases medias que querían o quieren mantener su actual situación, con el temor de que en el futuro no pudiera ser así, y con la esperanza de que con un estado propio tuvieran mayores oportunidades. Es una idea también que enlaza, aunque con las diferencias que se quieran, con el carlismo, cuando se decía que con Don Carlos todo iría mejor. Es decir, con la independencia seremos la Dinamarca del sur. Pero ha sucedido todo lo contrario, sin ningún reconocimiento internacional.
El independentismo es una religión, con lo que ¿cómo consigues que alguien deje de creer?
--Pero hay dos millones de personas que apoyan esa causa
--Sí, es cierto, y por múltiples razones. Cada uno tendrá las suyas. Hay quien cree, como se decía, que se tendrá muchos beneficios. Entre los independentistas se piensa que habrá más puestos de funcionarios, por ejemplo, o que se verán compensandos sus méritos. Hay quien está ganando dinero con todo esto, con la venta de productos y con los relatos que se genera, como los que forman parte de eso que se ha denominado la clerecy. Pero lo más importante es que se ha generado un sentimiento. Todo se ha convertido en una especie de religión, de fe. Y eso es de difícil solución, ¿cómo consigues que alguien deje de creer?
--¿Por qué cree que hay tantas personas mayores en las manifestaciones independentistas, en los actos por los políticos presos?
--Es cierto, y eso tiene bastante que ver con una especie de liberación, de cierto complejo de no haber hecho todo lo que se podría durante la transición. Es un fenómeno, el del independentismo, muy presentista. Se está leyendo todo el rato lo que pasó en la transición, en el franquismo, en el pujolismo. Y se cree que si se hubiera planteado la república, por ejemplo, en la transición, se podía haber conseguido, sin pensar en los contextos históricos de cada momento. Eso siempre ha pasado en Cataluña, y se percibe en la historiografía, con autores como Sobrequés o Fontana.
--¿Puede alcanzar el independentismo sus objetivos en los próximos años?
--Es difícil, pero es un conflicto que, para mí, no tiene solución a corto plazo. No se sabe si habrá violencia o no, si lo que hemos visto hasta ahora se intensificará. No sabemos cómo acabará pronunciándose la Unión Europea. Pero es cierto que pueden pasar cosas que no pensaríamos nunca, como se ha demostrado en el pasado reciente. En esta legislatura, no veo cambios posibles, con Mariano Rajoy. Porque también ha sucedido una cosa, y es que ha habido una unión contra el PP, que se reinventa como una continuación del franquismo. Se dirá que encontraremos apellidos en el PP actual de hijos de franquistas o familiares. También los había en el PCE, que estaba lleno de hijos de padres franquistas. Pero todo el mundo tiene derecho a cambiar. El PP de hoy no tiene nada que ver con el franquismo.
--¿Hay verdades en el independentismo?
--Entiendo que en el 2018 debemos considerar que el estado de las autonomías ya no es válido tal y como se pensó. Una reforma constitucional podría ser una solución, pero no es estrictamente necesaria. Sería el momento de iniciar un gran diálogo analizando lo que se hizo bien y mal desde 1978. Por ejemplo, ver todo lo que se ha descentralizado, si se pueden compartir funcionarios, si hay multiplicación de estructuras que se repiten. Y también si la financiación de las comunidades es la correcta, partiendo de la base, siguiendo a Josep Borrell, de que Cataluña no presenta un gran déficit fiscal, pero sí una desviación que se podría corregir, aunque eso pueda perjudicar a otras autonomías, que son muy importantes para algunos partidos. Y abordar lo que ocurre con el País Vasco. Ese sería el ideal. Veremos si todas esas cuestiones se pueden o no negociar.
Violencia tambén es asedio moral, señalar a los jueces o políticos de los partidos constitucionalistas
--¿Hay represión en España como sostiene el independentismo?
--Cualquier estado del mundo se defiende. Lo que pasó el 1-O demostró un error de cálculo enorme, una operación policial errónea por parte del Estado, que no vio que no podía contar con los Mossos. Pecaron de ingenuidad. Pero violencia ha habido en otros lugares, como ahora en Francia, con la Policía en contra de manifestantes por la construcción de un aeropuerto. Lo que está claro es que el independentismo ganó el relato, con las imágenes de violencia. Por el otro lado, yo creo que ha habido violencia, que no sebe interpretar sólo desde el punto de vista físico. Ha habido asedio moral, se ha señalado al juez Llarena, a dirigentes de los partidos constitucionalistas. Y eso es también violencia.
--¿Cree que todo podría haber cambiado si Jordi Pujol hubiera querido cogobernar España con los gobiernos del PSOE y del PP, tras las distintas ofertas que recibió?
--No lo sé, pero uno de los problemas de Cataluña es retirarse de lo que ocurre en España. Gaziel lo dice en los años treinta, cuando señala que Cataluña, con medios para intervenir en España, no lo hace, y quien lo intenta se convierte en el enemigo de Cataluña. Está pensando en Cambó, claro. Los catalanes han participado en el poder, en el franquismo y en democracia, pero no ha habido un proyecto claro de intervención en España para reconducirla hacia algún lado. Si no intervienes en el estado, cómo lo vas a cambiar. Y el hecho es que cuando se buscó de verdad, como ocurrió con la transición, con Solé Tura o con Miquel Roca, funcionó.
--¿La crisis económica de 2007-2008 es crucial? ¿O hay otros elementos más determinantes, que ya estaban latentes?
--La crisis es fundamental, sí, pero cae sobre un cúmulo de circunstancias, como la sentencia del Estatut, el proceso de nacionalización pujolista, con errores por parte de los partidos catalanes con la elaboración del Estatut, pero también por parte del PP. Pero yo creo que lo que ha habido, de forma consciente, es un intento deliberado de dinamitar los puentes con España. El proyecto independentista es como una retirada del Ejército, cuando va dinamitando todos los puentes que deja detrás.
Los políticos son responsables, pero también los Oriol Soler, Pilar Rahola, Agustí Colomines o David Madí
--Si tuviera que poner caras, como responsables de todo esto, ¿a quién pondría?
--Hay responsables políticos, claro. Carles Puigdemont es uno de ellos, cuando puede convocar elecciones y no lo hace. Y también, antes, Artur Mas. Eso es evidente. Y otra segunda línea, con Oriol Junqueras o Marta Rovira. Pero también los que no dan la cara, los que condicionan decisiones, y no están. Y ahí figura Oriol Soler, Toni Soler, Pilar Rahola, Agustí Colomines o David Madí, gente que han tenido éxito profesional y que contrasta con la mediocridad de los políticos, que necesitaban consultar a todos ellos, y es que en todas las reuniones, o en muchas, no sólo tomaban decisiones los responsables políticos. El gran problema en Cataluña es que llevamos más de 20 años donde nadie gobierna, desde los últimos años de los gobiernos de Pujol.
--¿Tiene razón, entonces, Josep Maria Bricall, estrecho colaborador de Josep Tarradellas, con esa idea de que no es necesario discutir si Cataluña es nación o no, sino gobernar y administrar esa nación?
--Si, totalmente. Y eso que me dice ya es ilustrativo. Fuera de Tarradellas y del propio Pujol, los gobernantes de la Generalitat no han estado a la altura. Y ahora lo que ocurre es que asistimos a una subasta de la Generalitat, que ha perdido el gran prestigio que había tenido en toda España. La gente que dice que quiere tanto a Cataluña, en realidad se la está cargando.