La clerecy, los clérigos, sigue triunfando en Cataluña. No sufren las acciones de los comités de defensa de la república --aunque tal vez puedan verse molestados por una retención en una carretera de la Cerdanya-- ni están encarcelados como los dirigentes políticos a los que han aconsejado. Son los que siguen animando a resistir, y siguen sin abrir los ojos ni admiten el daño que se está haciendo al conjunto de la sociedad catalana.

Uno de los más clarividentes es el sociólogo Salvador Cardús, que ya ve el objetivo muy cerca, porque, a su juicio, la represión del "Estado español" --nunca dicen España-- acabará teniendo un efecto boomerang y toda Europa forzará al Gobierno a negociar. "Estoy completamente convencido, se les girará todo en contra. Se acelera la llegada de la República, ¿8-10 meses?", dice, sin ningún rubor. Cardús fue de los primeros que invitó a Artur Mas a "zarpar" para no llegar a ninguna parte, o mejor, para llegar a una especie de caos, del que nadie quiere ni puede salir, por miedo a la presión del "pueblo de Cataluña".

Intelectuales como Cardús, lejos de reconocer los errores, ven ya la República en 8 o 10 meses

Es lo más grave que ha sucedido en Cataluña. Unas élites en la universidad, en las instituciones, en las productoras de televisión, intelectuales que viven de la construcción del relato nacional, que siempre ganan. Y que han llevado a tantos catalanes a convencerse de que no pasaba nada, de que todo era una fiesta de la democracia, de que España era un país en crisis, con un Gobierno corrupto que acabaría negociando.

La clerecy debería ser motivo de estudio. Es un concepto acuñado por Samuel Coleridge, con el que se define a un grupo que busca rentas para su interés propio, y que vive de "crear, preservar y difundir la cultura nacional".

La historia se podría decir que es divertida, si no fuera por el momento peligroso que se vive en Cataluña, con esos comités dispuestos a forzar las cosas y a provocar algún accidente. La historiadora Deirdre McCloskey recuerda que ha sido la burguesía la que sustentado a la clerecía, pero que, históricamente, esas élites subvencionadas acaban por promover "fantasías anti-burguesas, desde el nacionalismo al comunismo", como han apuntado Benito Arruñada y Víctor Lapuente.

Los militares de alta graduación no quieren verse manchados cuando las cosas se ponen feas

Son profesores como Cardús, quien en el fragor de las informaciones del pasado domingo, con la detención de Puigdemont, pedía calma y volver a plantar cara a partir del 3 de abril, después de la Semana Santa, muy propio de un clérigo. Pero son también intelectuales y escritores como Carles Porta o Albert Sánchez Piñol, los guionistas de Comtes. L'origen de Catalunya, la serie que emite TV3. Se trata, esa es una misión obligada, de impulsar un glorioso pasado, o de proyectar un futuro esplendoroso, como ese mensaje de Artur Mas sobre la "Dinamarca del Mediterráneo".

Hay otros muchos clérigos, como el editor Oriol Soler, que ha estado en todas las salsas para organizar el referéndum del 1-O, o el mismo David Madí, que ha ofrecido consejos, pero sin participar ni verse implicado, porque los militares de alta graduación no se deben ver manchados cuando las cosas se ponen feas.

Ahora llega, realmente, lo peor. Dirigentes políticos en prisión, los clérigos animando a resistir, en vez de reconocer los errores, y la sociedad catalana atrapada, sin ver ninguna salida posible, y con el Gobierno español sin ningún interés --sin admitir que también es responsable de todo esto-- en reconducir las cosas.

Pero los clérigos, ¿dónde estáis? Feliz sábado santo.