En los próximos días, De Guindos dimitirá como ministro de Economía y el 1 de junio tomará posesión como vicepresidente del BCE. Cumplirá con uno de sus principales objetivos profesionales, pues el cargo obtenido es uno de los más relevantes que la eurozona puede ofrecer a un economista.
Un puesto conseguido gracias al apoyo de Alemania y probablemente también una recompensa por haber sido un buen vasallo del gobierno de Merkel. Por dicho motivo, su gestión ha sido escasamente autónoma. La reforma laboral, de las pensiones y una parte de la bancaria llevan el sello del país teutón.
De Guindos ha sido un ministro puramente tecnócrata. Su interés se ha centrado casi únicamente en mejorar las grandes cifras de la economía española. Es el principal culpable de que muchos ciudadanos aún padezcan una crisis económica, a pesar de que el país salió de ella hace cuatro años.
Luis de Guindos es el principal culpable de que muchos ciudadanos aún padezcan una crisis económica, a pesar de que el país salió de ella hace cuatro años
La mayoría de los méritos atribuidos por numerosos analistas, tales como el elevado incremento del PIB y la gran creación de empleo de los tres últimos ejercicios, no le corresponden a él, sino en gran medida a una propicia coyuntura económica internacional. Desde 2015, España ha tenido a favor mucho más que un simple viento de cola. En dicho año, el PIB incrementó el 3,4%, cuando la previsión inicial del gobierno era del 1,8%.
Los motivos del afortunado desfase fueron una gran caída del precio del petróleo, la compra de deuda pública por parte del BCE, la depreciación del euro respecto al dólar y un incremento sustancial de la inseguridad de los turistas en el Mediterráneo Sur y Turquía. Los cuatro factores fueron generados por la diosa Fortuna y De Guindos nada tuvo que ver. Gracias a ellos, en términos macroeconómicos el país pasó en muy poco tiempo de un círculo vicioso a uno virtuoso. El resultado será una larga y duradera etapa de expansión económica.
No obstante, puede considerarse un mérito del ministro la adopción de medidas que no estropearan las positivas repercusiones sobre España del nuevo contexto internacional. Sin embargo, dicha actuación no permite calificarle como el “arquitecto de la recuperación”, tal y como hacen algunos analistas.
La mayor habilidad de De Guindos ha sido su magnífica conexión con los autoridades europeas y, en especial, las alemanas. Su pericia económica es discutible, pero no lo es su capacidad de relaciones públicas. Dicha conexión permitió al país incumplir casi todos los ejercicios los objetivos de déficit y no ser sancionado ni represaliado por ello.
En los primeros años de mandato, la anterior virtud evitó mayores subidas de impuestos o recortes de gasto público. En la precampaña de 2015, hizo posible que el gobierno del PP bajara dos veces el impuesto sobre la renta, sin que se oyera ninguna queja significativa por parte del Comisario Europeo de Asuntos Económicos (Pierre Moscovici) o de los miembros del Eurogrupo.
La mayor habilidad de De Guindos ha sido su magnífica conexión con los autoridades europeas y, en especial, las alemanas
Entre los defectos, están las tres principales reformas efectuadas: bancaria, laboral y de las pensiones, la nueva ley hipotecaria y la de Arrendamientos Urbanos. La reforma bancaria fue una verdadera chapuza, fruto de múltiples improvisaciones. De forma escasamente comprensible, procedió a nacionalizar a algunas entidades (por ejemplo, Bankia y BMN) y prácticamente regaló otras a algunos bancos (por ejemplo, Catalunya Banc a BBVA y NovaCaixaGalicia a Abanca).
De forma majestuosa y ampulosa, en 2012 De Guindos dijo que “el rescate no iba a costar un euro a los españoles”. El pasado año, el Banco de España, lo cifró en 39.542 millones euros, asumiendo el Fondo de Garantía de Depósitos 21.071 millones de euros. El motivo es que el dinero inyectado por la administración, procedente del rescate bancario europeo, será inferior al obtenido por las privatizaciones y ventas de bancos efectuadas.
La comparación con EEUU debería servir para poner colorado a De Guindos. El país más liberal del mundo rescató 444 bancos y destinó a mejorar su solvencia más de 700.000 millones de dólares. No regaló ni uno y procedió a enajenar, una vez saneados, a todos los rescatados. El saldo final fue positivo, pues el dinero recaudado por su venta superó al gastado en su saneamiento.
La reforma laboral, al facilitar el despido e impedir la prórroga automática de los convenios vencidos por un período de tiempo superior al año, posibilitó una gran caída de los salarios durante la crisis. Indudablemente, ayudó a mejorar la competitividad internacional de las empresas, pero instauró en España una nueva categoría de pobre: alguien quién tiene trabajo, pero cuyo sueldo no le permite vivir dignamente. En la etapa de recuperación, constituye el gran escollo para que el aumento de la remuneración media de los trabajadores supere con holgura la tasa de inflación del período.
La reforma de las pensiones tenía como objetivo disminuir el déficit de la Seguridad Social a través de reducir el nivel de crecimiento del gasto en pensiones. Lo pretendía conseguir por dos vías: aumentando solo el 0,25% anual a los antiguos jubilados y bajando, a partir de 2019, el importe de la primera jubilación en una cuantía equivalente al aumento de la esperanza de vida.
Si se contempla con gafas graduadas, el mandato de De Guindos ha tenido muchas más sombras que luces
Sin duda, ha constituido un doble fracaso. Por un lado, debido a que no ha conseguido reducir el déficit, pues éste previsiblemente alcanzó en 2017 el mayor nivel de la historia (18.800 millones de euros). Por el otro lado, porque, al afectar al principal caladero de votos del PP, perjudica seriamente sus perspectivas electorales.
La nueva ley hipotecaria, en trámite en la actualidad, no resuelve ninguno de los principales problemas de los ciudadanos con los bancos. Un aspecto que en el pasado ha colapsado numerosos juzgados. De forma increíble, no trata la regulación de la dación en pago, el reparto de los gastos entre deudor y acreedor derivados de la formalización de una hipoteca o la creación de estrictos límites hipotecarios que impidan el sobreendeudamiento de las familias. Constituye una oportunidad perdida.
La nueva ley de arrendamientos urbanos, al reducir el período obligatorio de vigencia de un contrato de alquiler de vivienda de 5 a 3 años, pretende favorecer a los propietarios y aumentar el número de pisos en régimen de arrendamiento. No obstante, lo que ha conseguido es proporcionar una mayor inestabilidad a las familias que viven en ellos y aumentar las ventajas de adquirir una vivienda.
En definitiva, el magnífico funcionamiento de la macroeconomía española durante los últimos tres años distorsiona el legado de De Guindos y hace que parezca mejor de lo que realmente es. Si se contempla con gafas graduadas, su mandato ha tenido muchas más sombras que luces. Sin duda, los principales perjudicados han sido los trabajadores más humildes del país. Estoy seguro que no le encontrarán a faltar.