Saltó este jueves la noticia --que apesta a globo sonda-- de que el ministro Íñigo Méndez de Vigo, quien con una falta de sensibilidad absoluta siempre pronuncia "Generalidad" en vez del nombre oficial de "Generalitat", puede llegar a aplicar el 155 para que los padres puedan elegir la lengua en la que escolarizar a sus hijos. O sea, cargarse el modelo de inmersión lingüística que facilita que muchos niños y niñas de familias castellanohablantes aprendan a hablar y escribir el catalán aunque después no lo usen en su vida cotidiana, sobre todo los que viven en barriadas de pueblos y ciudades donde el castellano es abrumadoramente mayoritario. La mayoría humildes, y que no son pocos.
Si Méndez de Vigo, que está ejerciendo como conseller de Ensenyament, llegara a tirar adelante esta idea, enlazaría con la visión del exministro José Ignacio Wert cuando declaró en 2012 su intención de "españolizar a los alumnos catalanes". Esta mentalidad surge de pensar, equivocadamente, que se ha llevado un adoctrinamiento ideológico en Cataluña desde hace tres décadas a través de la educación.
Conozco algunos pueblos de la llamada "Catalunya catalana" (en comarcas como Osona o el Bages) donde muchos de esos jóvenes menores de 30 ó 40 años --algunos ya padres-- educados bajo la inmersión lingüística, que saben escribir, leer y hablar catalán, pero que ni lo escriben ni lo leen y menos lo hablan. Y que en estos últimos meses, tras el 1 de octubre, han salido a la calle con banderas españolas, algunas con el aguilucho. Pongo el ejemplo que conozco bien: el Pont de Vilomara, al lado de Manresa. ¿Cómo puede ser que estos jóvenes supuestamente "adoctrinados" en el independentismo muestren con orgullo y, muy a menudo, con agresividad, la bandera española y canten el "A por ellos, oé"?
El modelo de inmersión lingüística facilita que muchos niños y niñas de familias castellanohablantes aprendan a hablar y escribir el catalán aunque después no lo usen en su vida cotidiana
Los que como yo nacimos en una familia castellanohablante en un barrio castellanohablante como La Pau (en La Verneda), y que nos escolarizamos durante la Transición, llegamos a los institutos sin saber catalán, lo que nos ponía en inferioridad de condiciones con los hijos de catalanohablantes. Aún recuerdo ese horroroso sentimiento de inferioridad al ver que algunos compañeros hablaban perfectamente en catalán y castellano mientras yo tuve que perder la vergüenza y lanzarme a la piscina, que es como se aprenden los idiomas.
Digo esto porque si cree el Gobierno español, diarios de Madrid, intelectuales y periodistas, tertulianos y demás creadores de opinión, que con esa medida se rescata de una hipotética marginación a los niños y niñas de familias castellanohablantes, están no solo equivocados sino que condenan a estos a ser monolingües en castellano, no integrarse y, lo que es peor, provocar una ulsterización de la sociedad catalana.
Deseo pensar que esa información es un globo sonda para forzar a los partidos independentistas a formar de una vez gobierno y a recuperar la normalidad. Suena a chantaje, y sospecho que lo es. Pero el PDeCAT, ERC y la CUP ya han demostrado demasiada irresponsabilidad desde septiembre del año pasado y lo siguen demostrando cada día que pasa y que está vigente el 155. Hay que formar gobierno ya y recuperar nuestra autonomía ya.
Hay que formar gobierno ya y recuperar nuestra autonomía ya
Se equivocan los que, desde dentro de Cataluña --que siempre han sido una inmensa minoría-- y desde fuera, ponen en duda y quieren acabar con ese modelo educativo de éxito. La sociedad catalana es bilingüe --de lo que todos los catalanes nos sentimos orgullosos-- aunque también hay que subrayar que, si bien todos los catalanohablantes son también castellanohablantes, no lo es en la misma proporción al revés.
Pero, da igual. Este sistema educativo catalán permite que los castellanohablantes que quieran puedan dar la oportunidad a sus hijos de llegar a ser catalanohablantes. Y gracias a ese bilingüismo tener mucha más facilidad para aprender las otras lenguas latinas, especialmente francés, italiano y portugués. Y, por lo tanto, a encontrar trabajo.
Esto también da como resultado una sociedad más plural, rica, educada y abierta. A mí, pensar, hablar, escribir y leer en dos idiomas es algo de lo que me enorgullezco y de lo que no podría prescindir. Y, de hecho, cuando he vivido y vivo en regiones o países monolingües echo mucho de menos oír en la calle con toda normalidad dos lenguas.
El proceso ha provocado daños colaterales penosos por esa maldita estrategia de algunos intelectuales alrededor de Artur Mas de importar la retórica del conflicto de Irlanda del Norte (como el uso insultante del término "unionista"). Pero hay que decir que algunos de estos irresponsables llevan a sus hijos a colegios alemanes y franceses y no pocos a colegios de élite que segregan por sexos y que les importa poco que funcione el ascensor social que ha permitido a tantos millones de castellanohablantes en las últimas décadas poder progresar en la sociedad catalana y, posteriormente, en otras regiones o países.
Esta hipotética aplicación del 155 es un ataque a ese ascensor social. Que quizás sí ayudaría a españolizar a los alumnos catalanes. Pero que también los condenaría a la marginación por perder ese fantástico ascensor social que es ser bilingüe o trilingüe.