Hace una semana, el número de empresas huidas de Cataluña como consecuencia de la desaforada política del independentista Gobierno catalán y de las atrabiliarias medidas adoptadas por el parlamento autonómico, alcanzaba la cifra capicúa de 3.003, de las que más de 1.000 se fueron acompañadas de su sede fiscal.
Queda pendiente de realizar un estudio sobre las razones que han movido a la propiedad de todas y cada una de estas sociedades a abandonar lo que muchos han considerado durante años como el oasis catalán.
Están claros los motivos de las dos entidades financieras estrella --La Caixa y Sabadell--, al entrar en pánico tras ver como la huida de depósitos superaba en una semana los 6.000 millones de euros, que traducido a las desaparecidas pesetas superan la mágica cifra del billón. Del resto, poco se sabe, salvo vagas explicaciones sobre la incidencia que tendría una supuesta independencia en su actividad empresarial, algo que se empeñó en demostrar lo contrario la empresa Freixenet y su presidente, el calificado y denostado como "españolista", José Luis Bonet, demostrando a su competencia más directa su confianza en el Estado y en Cataluña.
No están claras las razones que han movido a los empresarios a una fuga tan acelerada, salvo el que estuvieran hasta el gorro del entorno y del ambiente generado en los últimos años.
No están claras las razones que han movido a los empresarios a una fuga tan acelerada, salvo el que estuvieran hasta el gorro del entorno y del ambiente generado en los últimos años.
En esa búsqueda de razones que puedan explicar tan acelerada marcha empresarial, empiezan a surgir sugerentes voces que recuerdan que tal fenómeno nunca llegó a experimentarse en el País Vasco a lo largo de una prolongada época durante la que se prodigaban los asesinatos y el impuesto revolucionario a los empresarios.
Cierto es que fueron muchos los ciudadanos vascos que se vieron obligados a abandonar sus hogares y desplazarse a otros puntos de España huyendo de las pistolas y las bombas. Pero es igualmente cierto que empresas como Iberdrola y Petronor siguieron pagando más de un 12% del total de la recaudación fiscal vasca --1.500 millones al año-- mientras que el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) mantuvo su domicilio social en la plaza San Nicolás de Bilbao. Inimaginable que la BBK (Bilbao Bizkaia Kutxa) pudiera llegar a pensar en abandonar el País Vasco o que la eléctrica bilbaína pudiera tomar la misma decisión que recientemente adoptó Gas Natural Fenosa.
Es verdad que la economía vasca poco tiene que ver con la catalana, pero igualmente cierto es que la respuesta en una y otra región ha sido dispar y diferente, tan dispar como diferente ha sido la respuesta social obtenida por unas y otras.
Los sociólogos tienen feina para poder ofrecer una versión razonable de una situación que, al menos, resulta curiosa a los muchos ciudadanos, catalanes o no, que escucharon atónitos a Artur Mas afirmar con rotundidad y de forma un tanto ofensiva que ninguna empresa abandonaría Cataluña en ningún caso ni en ninguna circunstancia.