No me atrevo a pronunciar la cifra. Me atraganto. Se me crispa la piel. Sólo me atrevo a leerlo mentalmente. Al ir a pronunciarlo se me cruza el treintaycuatro y la garganta se atasca. Será la historia. Será que no quiero recordar. 1934. Historia. Mala historia. Demoledora historia. Triste historia. ¿La recordamos?
Era el día seis de octubre. Ocho y diez de la tarde. Lluís Companys apareció en el balcón de la Generalitat. Le acompañaban sus consejeros. Proclamó la República catalana. ¿Piensa hacer lo mismo Puigdemont? ¿Cuándo? ¿El día seis a las ocho de la tarde? Eran las ocho de la tarde. Serán las ocho de la tarde.
"¡Catalanes! [...] Cataluña enarbola su bandera, llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalitat, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas. En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña". Casi, casi se parece a lo que hemos escuchado en días pasados. ¿Lo quieren repetir?
La España de hoy no es la España de 1934. Ya. Pero los independentistas de hoy sí están repitiendo los mismos errores que entonces. Puigdemont se ha declarado en rebeldía; como Companys
Al anochecer aparecieron las primeras barricadas. Sobre las siete de la mañana del siete de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalitat y detuvieron a Companys, a su Gobierno y a los diputados Josep Tarradellas, Joan Casanellas, Estanislau Ruiz y al presidente del Parlamento Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Si cambiamos los nombres todo es igual, oiga. Para pensar. Para meditar. Tal vez los jóvenes no han meditado sobre la historia de hace casi un siglo. O será que la misma se repite y hacia ello vamos. Va creciendo la tensión hasta el domingo y luego... ¿Proclamará Puigdemont la República para que lo detengan? ¡Ay!, que se parece demasiado. Que no lo quiero ver. Que no puedo pronunciar 1934. Que no puedo pronunciar 2017. Duró diez horas. Fueron diez horas de fuego y muerte. Violencia. ¿Busca esto Puigdemont para convertirse en mártir? ¿Se repetirá el gran error de Companys? Respondió con las armas a la provocación. ¿Quién provoca hoy? ¿Se responderá con violencia? Si los políticos han estudiado historia, cosa que dudamos, verán que la violencia no soluciona los problemas. Se posponen simplemente.
Hubo 46 muertos. Más de 7.000 heridos. En enero de 1935 se suspendió la autonomía. La España de hoy no es la España de 1934. Ya. Pero los independentistas de hoy sí están repitiendo los mismos errores que entonces. Puigdemont se ha declarado en rebeldía; como Companys. Ha roto la legalidad; como entonces. Se ha fracturado la sociedad catalana; como en los años treinta. Se ha echado en brazos de la extrema izquierda; en brazos de la CUP.
La historia no se repite, pero se parece tanto... ¡Ay! No habrá cañonazos, pero si a Puigdemont se le ocurre declarar la independencia... ¡Ay! Suponemos que se aplicará el artículo 155 y será inhabilitado. Suponemos. Que no es mucho suponer. Rajoy no es Lerroux. Pero tampoco ha sido sensible a las singularidades catalanas. Y ha pasado cinco años echando la siesta sin escuchar el murmullo catalán. Que ya viene de largo. Hasta Tardà ha perdido el buen sentido que tan claro tenía antes del verano. No pasará nada, deseamos. Elecciones autonómicas y a empezar de nuevo, defendía Tardá. A negociar. Aunque haya que cambiar la Constitución. Que aunque el problema catalán sea "un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar", según Ortega y Gasset, no degenere en violencia y radicalismos. Que no sea como en 1934. No. 1934, no. No lo puedo pronunciar en voz alta. No lo vamos a repetir.