El perdón presidencial es casi absoluto en Estados Unidos, uno de esos atributos utilizados estratégicamente por los inquilinos del Despacho Oval de tanto en tanto. El perdón presidencial ha sido históricamente el arma definitiva en el arsenal político estadounidense.
Según fuentes cercanas a Donald Trump, el mandatario ha consultado con sus asesores sobre la posibilidad de que el perdón presidencial pudiera ser utilizado para perdonarse a sí mismo cualquier crimen. Esto no ha sentado bien con la mayoría del electorado.
Con el reciente perdón del controvertido sheriff Joe Arpaio, condenado por desobedecer una orden federal que le impedía violar los derechos constitucionales de presuntos inmigrantes ilegales, se dice en Washington que Trump ha querido hacer ver a aquellos de sus asociados que estuvieran involucrados en crímenes de colusión y electorales su capacidad para perdonarlos al 100%. O sea, que Trump podría utilizar el perdón presidencial como una póliza de seguros, para que los asociados implicados no puedan ser presionados a testificar en su contra en las investigaciones actuales.
Donald Trump ha consultado con sus asesores sobre la posibilidad de que el perdón presidencial pudiera ser utilizado para perdonarse a sí mismo cualquier crimen
Contra este juego, el genial Robert S. Mueller III, el abogado y funcionario que tiene a su mando la investigación de la campaña de Trump por posibles e indebidos contactos con una potencia extranjera con el fin de influir en el resultado de las pasadas elecciones presidenciales, ha ejecutado un verdadero jaque mate. Un jaque mate no previsto ni por Trump ni por su gabinete.
Mueller cuenta con una amplísima experiencia administrativa y de investigación, ya que fue el sexto director del FBI, de 2001 a 2013. Graduado por la Universidad de Princeton, la de Virginia y la de Nueva York, Mueller fue un marine en la Guerra de Vietnam. Fue condecorado con el Corazón Púrpura, la medalla otorgada por heridas sufridas en el campo de batalla.
Mueller ha unido fuerzas recientemente con el también muy capaz fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, quien procesó el muy sonado caso de fraude a los consumidores neoyorquinos por parte de la fallida Universidad Trump. En noviembre de 2016, Schneiderman obtuvo un acuerdo de 25 millones de dólares, suma que Trump tuvo que pagar para "dejar eso atrás", por supuestas prácticas fraudulentas.
El jaque mate de Mueller reside en un sencillo principio constitucional estadounidense: el perdón presidencial solo es efectivo en contra de crímenes federales
El jaque mate de Mueller reside en un sencillo principio constitucional estadounidense: el perdón presidencial solo es efectivo en contra de crímenes federales. Es completamente inefectivo en contra de crímenes a nivel estatal. Si la campaña de Trump o sus asociados cometieron crímenes electorales en Nueva York, el perdón presidencial es inservible para prevenir que sus asociados presenten testimonio comprometedor en contra de Trump a cambio de inmunidad o clemencia para sí mismos.
Cabe mencionar que Trump se burlaba mucho de Schneiderman a través de la televisión y de los medios sociales. Hoy por hoy, el 45º presidente esta sufriendo un revés kármico. Esperemos que por el bien de Estados Unidos y de la comunidad internacional, las investigaciones de Mueller lleguen a buen puerto y que la estabilidad política regrese al país.