Apoyar y elogiar el trabajo de los Mossos, junto al resto de fuerzas de seguridad del Estado, así como el de los servicios de emergencia y de todo aquello que ha funcionado maravillosamente bien tras el atentado de Las Ramblas, empezando por la actitud solidaria de la ciudadanía, no debería ocultar que se han cometido fallos inexplicables en la lucha antiterrorista por parte de los mandos policiales y políticos de la Conselleria de Interior del Govern de la Generalitat. Es evidente que ha habido errores en la detección y prevención de atentados cuando desde 2015 estamos en un nivel muy alto de alarma terrorista.
Lo de la “casa bomba” en Alcanar merece muchas más explicaciones que las ofrecidas por el “major” Josep Lluís Trapero, al igual que resulta chocante la escasa vigilancia policial en el centro de Barcelona, inevitablemente ligada a la polémica sobre la colocación de bolardos o de otro tipo de dispositivos de seguridad sobre los que parece proyectarse un tabú ideológico por parte de la alcadesa de la ciudad, Ada Colau.
Ha habido errores en la detección y prevención de atentados. Hemos bordeado una catástrofe aún mayor. Otra cosa es que colectivamente prefiramos no verlo
Mi impresión es que la acción de la patrulla de los Mossos en Cambrils, donde un solo policía abatió con su pistola a cuatro yihadistas, redimió una actuación que en otro contexto político, ya no digamos a cargo de otro cuerpo policial, hubiera recibido duras críticas y la exigencia de asunción de responsabilidades en las más altas esferas. La muerte del autor del brutal atropello en La Ramblas, Younes Abouyaaqoub, cuando deambulaba perdido el lunes por la tarde en Subirats, localizado gracias a la colaboración ciudadana, y abatido por los Mossos ante el temor de que hiciera estallar un cinturón con explosivos (en realidad simulados), cierra la historia de una célula terrorista nacida en Ripoll formada por un grupo de adolescentes.
Que sin preparación aparente previa en atentados, de forma tan chapucera como han actuado, esos individuos hayan podido causar 15 muertes y más de cien heridos, algunos de los cuales todavía en estado crítico, pone de manifiesto que hemos bordeado una catástrofe aún mayor. Otra cosa es que colectivamente prefiramos no verlo, se opte por el cierre de filas o se convenga que, atendiendo a las especiales circunstancias políticas en Cataluña, sea mejor evitar herir ninguna susceptibilidad.
El atentado y su gestión va a utilizarse por parte de las fuerzas separatistas, ya lo están haciendo, para afirmar que la secesión no comporta ningún riesgo en materia de seguridad y que España es prescindible
Todo ello me parece un error por dos razones. Primero, porque la Generalitat es parte consustancial del Estado español. En realidad, ha ejercido como tal de manera ostensible todos estos días y su actuación merece una crítica justa. Contra lo que tan menudo se afirma desde el separatismo, dispone de amplias competencias, también en materia de seguridad, que ha podido ejercerlas con sus aciertos y errores con la colaboración del Gobierno español y del resto de cuerpos policiales. Tanto hacia dentro como hacia fuera, España se ha proyectado como un Estado fuertemente descentralizado, que alcanza a cuestiones tan sensibles como la lucha antiterrorista en Cataluña y el País Vasco. Tenemos el derecho y la obligación, particularmente los catalanes, de ser igual de exigentes con la Generalitat que con la Administración General del Estado. Y, segundo, porque desgraciadamente el atentado y su gestión va a utilizarse por parte de las fuerzas separatistas, ya lo están haciendo, para afirmar que la secesión no comporta ningún riesgo en materia de seguridad y que España es prescindible. Evidentemente, no se puede cometer el error de unir terrorismo y secesionismo, ningún político constitucionalista lo ha hecho, pero tampoco dejar por hacer la crítica justa que todo lo sucedido merece.