Viajes Marsans ha ganado a Argentina un pleito internacional de 300 millones de euros. Se trata de una victoria plena, pero llega demasiado tarde para la empresa porque Marsans como tal ya no existe. Se declaró en quiebra en junio de 2010 con un agujero patrimonial gigantesco. Poco después desapareció del mapa para siempre.
Los fondos que ahora caen como llovidos del cielo servirán para liquidar parte de la larguísima estela de impagados que el concurso de acreedores dejó tras de sí.
El Centro Internacional de Arbitraje del Banco Mundial ha fallado a favor del grupo español en el pleito que mantenía con Argentina por la expropiación perpetrada en 2008, bajo el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
La resolución significa un varapalo en toda regla para la viuda de Néstor Kirchner. Ella, acostumbrada a hacer de su capa un sayo, casi siempre en beneficio propio. Recuérdese la arrogante incautación manu militari de YPF, filial de Repsol, que al final le ha costado un dineral a aquella república.
La resolución significa un varapalo en toda regla para Cristina Fernández de Kirchner; ella, acostumbrada a hacer de su capa un sayo, casi siempre en beneficio propio
Marsans entró en barrena cuando su máximo capitoste, Gerardo Díaz Ferrán, presidía a la vez la gran patronal CEOE. Durante muchos meses, el descalabro de las empresas del grupo acaparó incendiarios titulares periodísticos.
En junio de 2010, Díaz Ferrán anunció la venta del grueso del conglomerado a una sociedad fantasma, perteneciente a Ángel de Cabo, un consumado experto en desvalijar empresas en crisis.
El traspaso se realizó por un miserable euro. En él se incluyeron la agencia de viajes Marsans, que ya estaba completamente paralizada; la aerolínea Air Comet, desmantelada y en situación de quiebra, y Seguros Mercurio, a la sazón intervenida por la dirección general de Seguros.
Casi de forma simultánea, el nuevo dueño instó la suspensión de pagos del entramado entero. Ahí se certificó la extinción de Marsans. Luego vendrían las denuncias, las querellas, los juicios y las condenas a penas de cárcel para Díaz Ferrán, De Cabo y los secuaces de éste.
La historia de Aerolíneas Argentinas (Arsa) es todavía más rocambolesca. La sociedad estatal española Sepi adquirió Arsa en 1990, por orden expresa del entonces presidente del Gobierno, Felipe González.
Semejante favor de González a su homólogo Carlos Menem resultó carísimo para los contribuyentes españoles. Desde entonces, el Estado hubo de aportar más de 3.100 millones de euros para cubrir la incesante riada de pérdidas que el engendro austral arrojaba.
Díaz Ferrán y Pascual no pusieron un céntimo de su bolsillo; por el contrario, recibieron de Aznar un jugoso obsequio adicional de nada menos que 750 millones de dólares a fondo perdido, para atender las copiosas deudas de Arsa y sanear sus cuentas
El Gobierno de José María Aznar se sacudió la pesadilla de encima en 2001. Regaló Arsa por un escuálido dólar a Díaz Ferrán y su socio Gonzalo Pascual, que fallecería en 2012.
Esta pareja no puso un céntimo de su bolsillo. Por el contrario, recibió de Aznar un jugoso obsequio adicional de nada menos que 750 millones de dólares a fondo perdido, para atender las copiosas deudas de Arsa y sanear sus cuentas. Unos años más tarde, el Gobierno central aún hubo de desembolsar otros 190 millones en concepto de gastos colaterales.
La gestión de Díaz Ferrán y Pascual fue simplemente catastrófica. Arsa acabó en bancarrota, el Gobierno argentino hubo de intervenirla y decretó la expropiación de mala manera en 2008.
Los órganos internacionales de mediación han puesto las cosas en su sitio, nueve años después. Su sentencia establece que la medida ordenada por Cristina Fernández fue inicua. Lo malo es que la resolución del caso sobreviene ahora que Marsans ya sólo es un recuerdo.
Si Gerardo Díaz Ferrán hubiera dispuesto de los 300 millones cuando su consorcio entró en crisis, probablemente otro gallo le cantaría y quizás Marsans seguiría viva y coleando. Hay victorias que, en ocasiones, saben a amargas derrotas.