La zanahoria política es el emblema del Parlamento catalán, al menos para esta legislatura. Las zanahorias caducan, aunque las parlamentarias tienen una vida mucho más larga que la hortaliza supuestamente bronceadora. La CUP y el Gobierno de Junts pel Sí vienen mordiendo con toda naturalidad las que se ofrecieron mutuamente hace dieciocho meses, tras acabar con Artur Mas. Ambas son en realidad la misma cosa, significan lo mismo, ofrecerse los unos a los otros la supuesta posibilidad de protagonizar el instante más histórico de la historia de Cataluña desde que el conde de Barcelona se independizó del rey franco.
El premio es sugestivo pero cada bocado debe saber a sapo. Para unos, supone sufrir estoicamente el desdén propinado desde la superioridad moral del revolucionario, ser señalados como malditos capitalistas por quienes les prestan el voto siempre que hace falta; para los otros, enterarse de las cosas por la prensa y luego apoyarlas disciplinadamente, aceptar sumisamente el ninguneo diario de los señores que se instalaron en el Gobierno gracias a sus votos. Es una política antigua y oportunista, aunque la excusa sea cumplir con el mandato de la revuelta sonriente.
La última exhibición del juego de la zanahoria se celebró ayer, con ocasión de la comparecencia del presidente para explicar las causas del cese del conseller Baiget, el escéptico en público y privado. El presidente cumplió el trámite apelando a su derecho incuestionable de nombrar y cesar a los consejeros en función de la confianza que le merezcan a cada momento y de su atrevimiento a contradecir el relato de la fe. Sabiendo todos los presentes en el hemiciclo y el mundo entero la razón de la substitución y para no echar más sal en la herida de los dirigentes de su partido, obvió los motivos y se despachó con un elogio del cesado y de los dos nuevos titulares de Empresa i Coneixement y Cultura.
La CUP solo tolera a la mayoría de los consejeros porque saborea la zanahoria del referéndum, y el Gobierno solo aguanta las crueles críticas de los antisistema por idéntica razón
La CUP solo tolera a la mayoría de los consejeros porque saborea la zanahoria, y el Gobierno solo aguanta las crueles críticas de los antisistema por idéntica razón. Ayer, tras el elogio del presidente, Benet Salellas destrozó el balance de gestión de Baiget, ante la cara de póker de Puigdemont, y descalificó a Santi Vila por elitista, patriarcal y liberal. El acusado reía displicente. Él y su crítico saben que lo único relevante ahora, lo que todo lo justifica, es la celebración del referéndum unilateral o, como mínimo, el mantener la voluntad de organizarlo.
La de caducidad de la entente se ha fijado oficialmente para el 1-O, o tal vez unas semanas antes, alrededor del 11-S, en función del arrojo del presidente Puigdemont ante la anunciada suspensión del decreto del referéndum. La oposición está ya en modo preelectoral, esperando que la zanahoria se pase definitivamente y seguir mordiéndola suponga un serio peligro para la salud. El presidente de Òmnium Cultural decía hace poco que, cuando más adelante pensemos en lo que está sucediendo en estos momentos, nos llevaremos las manos a la cabeza. Seguro que será así, pero no sabemos quién se llevará finalmente las manos a la cabeza para exclamar qué.