La lectura del libro El fantasma del ingeniero ejecutado, de Loren R. Graham, catedrático de Historia de la Ciencia en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), que trata sobre la biografía del ingeniero ruso Peter Palchinsky, me ha provocado una serie de reflexiones sobre el rol del ingeniero en la sociedad y su relación con las infraestructuras. Palchinsky jugó un papel destacado en el proceso de industrialización y desarrollo tecnológico de Rusia durante las primeras décadas del siglo XX, analizó con clarividencia cómo la ausencia de iniciativa y del espíritu innovador de los ingenieros soviéticos sometidos a la tiranía de la planificación impuesta desde la cúpula del sistema condujeron la industrialización soviética al fracaso.

En los años 20 del siglo pasado, Palchinsky creó el Partido Industrial, que situaba la iniciativa personal, la gestión descentralizada, la innovación en los procesos de fabricación, como elemento indispensable de todo el proceso de industrialización. En abril de 1928 fue detenido por la policía secreta de Stalin y ejecutado como líder de una "conspiración antisoviética".

Palchinsky denunció y criticó con energía los grandes proyectos de infraestructura, locura de autócratas como Stalin, que supusieron grandes fracasos de la era soviética. Dneprostroi --la mayor central hidroeléctrica de mundo, en el rio Dniéper-- y Magnitostroi --la mayor planta siderúrgica del mundo--, proyectos fracasados por los graves errores de ubicación que sin duda contribuyeron a su ineficiencia económica. En el proyecto Belomorstroi, gigantesca obra de ingeniería que suponía la construcción de un canal que conectara el mar Blanco con el Báltico a través de los lagos Ladoga y Onega, se cometieron todos los errores posibles en la ejecución de un proyecto de esas características, baja productividad derivada de la utilización de una mano de obra esclava, insensata velocidad de ejecución, sin tener en cuenta en su planeamiento inicial las dificultades del canal helado la mitad del año y por un proceso de construcción lastrado por la no utilización de equipos mecanizados ni cemento, para evitar gastos en divisas extranjeras.

Hay una necesidad de que el ingeniero se comprometa con la sociedad en la que vive y ponga la tecnología al servicio de la misma

La primera reflexión derivada de la lectura citada sería la necesidad de que el ingeniero se comprometa con la sociedad en la que vive y ponga la tecnología al servicio de la misma. El ingeniero activa lo que sin duda es un cuadrado virtuoso: descubrimiento científico, investigación aplicada, desarrollo tecnológico e innovación.

Peter Rice, ingeniero-arquitecto, coautor entre otras obras del Beaubourg de París (Centro Pompidou), en su libro Un ingeniero imagina utiliza el lenguaje escrito para explicarse a sí mismo, las cosas que hace y las emociones que siente. El ingeniero debe ser "arrogante" frente al cosmos, debe saber participar en el mito prometeico (robar el fuego y bajarlo a la Tierra), participar en el proceso de transformación de la naturaleza, estructurar el espacio geográfico para hacerlo más habitable para los humanos. Ingenieros, que como decía Palchinsky, actúen como planificadores sociales y al mismo tiempo como asesores técnicos. Ingenieros capaces de proyectar y realizar las infraestructuras como instrumentos de cohesión social y de combate contra la desigualdad.

Nuestras infraestructuras no deberían ser utilizadas como arma política, ni generar noticias sobre corrupción

En el mundo de las infraestructuras la confrontación entre política e ingeniería ha sido una constante histórica. Julio César fue designado como pontífice (hacedor de puentes) de Roma, lo que denotaba la importancia de la obra pública. La autorización para construir infraestructuras siempre es una decisión de naturaleza eminentemente política, en donde los grandes grupos económicos pueden terminar incidiendo sobre la forma en la que se toman las decisiones. Sería pues conveniente estudiar la posibilidad de introducir mecanismos político-administrativos y de cultura técnica para conseguir tecnificar las fases más políticas de los procesos de decisión, introduciendo factores de sostenibilidad socio-económica y medioambiental. Algunas de nuestras infraestructuras (corredor mediterráneo, cercanías de Barcelona, proyectos tranviarios, L9 del FCMB, las radiales de Madrid, el túnel del Pertús) no deberían ser utilizadas como arma política, ni generar noticias sobre corrupción.