Con una reiteración cercana a lo patológico, cada vez que se hacen públicos los datos del paro --en proceso de reducción desde hace casi treinta meses-- los sindicatos se rebozan en ese sentimiento trágico de la vida, tan español como unamuniano, criticando que el Gobierno lo fía todo a la estacionalidad, consolidando la precariedad, a la vez que exigen un cambio del modelo económico, sin que en ningún momento dejen apunte alguno de lo que entienden por tal cambio y qué medidas cabrían tomar para que tal modificación se convierta en efectiva. ¡Así cualquiera!
Los últimos datos de mayo sobre la situación laboral española señalan que el paro disminuyó en 111.908 personas (-3,1%), hasta los 3,461 millones de desempleados, su nivel más bajo desde enero de 2009. Mientras que la afiliación a la Seguridad Social subió en 223.192 personas, logrando el mejor dato desde julio de 2005. Datos innegablemente buenos, aunque cierto es que trufados de componentes poco satisfactorios como precariedad, temporalidad y bajas retribuciones, unido al hecho de que turismo y construcción siguen siendo dos de los sectores sobre los que se asienta ese descenso del desempleo.
Pudiendo estar de acuerdo en la necesidad de que España tiene que afrontar necesariamente un cambio estructural de su modelo productivo que pase por una decidida apuesta por lo cualitativo que sustituya a lo cuantitativo, o lo que es lo mismo, por sectores en los que prime el talento y la innovación, cierto es que ello solo será posible con una política que impulse la educación y la investigación. Una política en donde no prevalezcan, por ejemplo, decisiones que permitan a los estudiantes de ESO y bachiller pasar de curso con un máximo de tres suspensos, aunque siempre y cuando no sean a la vez Lengua y Matemáticas. Toda una concesión a la política del esfuerzo y de la dedicación.
Entre sus muchos vicios y muletillas, también Rajoy repite con una reiteración casi patológica el que "hay que seguir trabajando", aunque nunca pase de ahí y siga siendo una incógnita qué entiende el presidente por "seguir trabajando" y nunca deje claro qué país quiere que sea España en el futuro.
Bueno sería abrir un debate a nivel nacional que permitiera aportar y contrastar nuevas o viejas ideas y propuestas sobre el necesario cambio del modelo productivo
Hoy, lo cierto es que el turismo viene a representar entre un 13 y un 15 por ciento del PIB en un año en que todos los parámetros geopolíticos y económicos favorecen al sector y que el inmobiliario debe ser embridado para que no se repita lo que ocurrió hace una década. Pero eso es de una fragilidad a tener muy en cuenta.
Así las cosas, bueno sería abrir un debate a nivel nacional que permitiera aportar y contrastar nuevas o viejas ideas y propuestas sobre ese necesario cambio del modelo productivo que permita a España formar parte del selecto grupo de países que deben tener un mayor peso en el concierto internacional en las próximas décadas. Un cambio de modelo productivo que limite ese drama de contar con una mano de obra abundante y no especialmente cualificada o, lo que es lo mismo, una mano de obra barata en donde abundan los camareros y los albañiles, profesiones muy respetables pero sobre las que el futuro no puede depender. Así que menos camareros y más ingenieros, aunque ello no signifique romper el triste récord de que España siga siendo el país con más bares por habitantes de la Unión Europea.
Aviso a navegantes. Un debate de altura y de calado en donde se hable del papel del Estado, de rigideces e intervencionismos al que el sistema es tan proclive, y un debate superador de teorías no solo cortoplacistas sino simplistas y ramplonas que reclaman el fin del capitalismo y el fomento de ecoaldeas o de las denominadas economías del bien común en las que prima la subsistencia y el trueque como defiende más de un actual parlamentario español.
¿Es mucho pedir a un registrador de la propiedad que lidere ese obligado debate?