Que Catar fomenta el terrorismo islámico es algo en lo que concuerdan muchos analistas internacionales, pero que le acuse de ello Arabia Saudí es cuando menos curioso... Porque el meollo ideológico del salafismo de Al Qaeda y del Estado Islámico está en sintonía directa con la visión del mundo y de la religión que sostiene el wahabismo islamista fanático y puritano que impera en Arabia y se exporta al resto del mundo mediante las madrazas y mezquitas financiadas por el petróleo de Riad. Por ello y por otros motivos que ahora no es momento de exponer, las acusaciones de Trump la semana pasada a Irán de ser responsable de la ola de terrorismo que asuela el mundo son manifiestamente matizables, como todo lo que hace y dice el pato Donald. Otra cosa es que la guerra contra el terrorismo iniciada por Bush después de 11 de septiembre y que ha costado miles de millones de dólares haya sido incapaz de eliminar a Al Qaeda y el EI porque se haya marrado el blanco, según sostenía ayer en The Independent Patrick Cockburn, tomando como tal el Irak de Sadam y no el Estado medieval de la Casa de Saúd, verdadero responsable de los avionazos.
Ese régimen tétrico y fundamentalista, repugnante por tantas causas, que hace de Arabia Saudí "el país más conservador del mundo" (según estadística que publicó recientemente Der Spiegel), y cuyos ciudadanos, precisamente por todo eso, son los más incultos y primitivos de todo Oriente Medio, según la opinión pública árabe, está experimentando una ligera apertura, bajo los designios del joven príncipe Mohammed bin Salman, quien al presentar su gran plan modernizador Visión 2030 a los directivos de las teles y los periódicos les advirtió: "Soy un bulldozer y arrollaré todo lo que se me ponga en el camino". El príncipe dirige la guerra de Yemen, que sólo sería otro escenario de la Tercera Guerra Mundial que están librando Rusia y Estados Unidos si allí Arabia Saudí no se jugase el futuro y acaso el presente.
El príncipe Mohammed bin Salman dirige la guerra de Yemen, que sólo sería otro escenario de la Tercera Guerra Mundial que están librando Rusia y Estados Unidos si allí Arabia Saudí no se jugase el futuro y acaso el presente
Por eso la clerigalla no rechista ante las primeras medidas liberalizadoras. Por ejemplo. la policía religiosa --Comité para la promoción de la Virtud y prevención del Vicio--, terror de las mujeres maquilladas y de las parejas no casadas que caminen codo a codo por la calle, ha hecho mutis. Incluso ahora habrá una cadena nacional de salas de cine, de manera que los ciudadanos que quieran ver una película no tendrán que irse en avión a verla en una sala de El Cairo o de Kuwait. Entre otras medidas prudentísimas pero que alegran la vida del personal.
La caída del precio del petróleo, el déficit, la inestabilidad de la región con las guerras de Irak y Siria, y sobre todo la de Yemen, cara en vidas y en dinero, más las incursiones repetidas de comandos yihadistas en el sur, amenazan la estabilidad del régimen cuya fórmula de éxito hasta ahora ha sido el reparto del poder entre la clerigalla wahabita y la Casa de Saúd, y que garantiza a los súbditos prosperidad a cambio de obediencia. El joven príncipe procura cambiar algunas cosas para que lo fundamental permanezca y dure.