En el partido que gobierna cunde estos días el desánimo, el bochorno y el desconcierto a cuenta de la corrupción descubierta y el encarcelamiento del expresidente de la Comunidad madrileña Ignacio González. Todos los cargos del partido, y hasta los militantes, son hibakusha, término japonés que se acuñó cuando Hiroshima y Nagasaki para nombrar a alguien "afectado por una explosión"; por cierto que el hibakusha más famoso, el médico y activista Shuntaro Hida, acaba de fallecer a los cien años de edad.
Un columnista de Abc generalmente bien informado transcribe las significativas confidencias de un alto cargo del PP sobre la siguiente paradoja: "El asunto de Nacho (González) parte de una denuncia a la fiscalía de Cristina Cifuentes, como el de las tarjetas black arrancó de una denuncia del FROB, es decir, del Gobierno. En ambos casos hemos sido nosotros los que hemos iniciado la depuración de las corruptelas". Pero, en vez de reconocerles esas iniciativas virtuosas, les reprochan las otras: "Nos están diciendo en la calle que somos unos chorizos". Lo grave es que no se lo dice el vecino comunista, sino sus potenciales votantes.
La ausencia del adversario y hasta la famosa impavidez o tancredismo que hasta ahora le ha permitido a Rajoy navegar sobre el bravío oleaje pueden resultar insuficientes
El partido teme seguir perdiendo a esos votantes, y que el crecimiento económico y el inicio de la recuperación del prestigio internacional, que son éxitos que se atribuye, queden opacados por las últimas explosiones nucleares y por las que quizá vendrán.
Cuando el Gobierno acosado por sus escándalos de corrupción era el socialista, el PP, unido bajo el mando de Aznar, supo aprovecharlo para desgastarlo al son del imperioso latiguillo "váyase, señor González". Ahora, en cambio, los socialistas andan desgarrados en la lucha consigo mismos. Tal vez el actual presidente del Gobierno encuentre en ello algún alivio. Pero la ausencia del adversario y hasta la famosa impavidez o tancredismo que hasta ahora le ha permitido navegar sobre el bravío oleaje de la crisis económica, el golpe de Estado catalán y los escándalos por corrupción en su propio partido, pueden resultar insuficientes el día de la siguiente detención, que puede ser mañana, o puede ser hoy.