Hace unos días, Mariano Rajoy visitó Barcelona y anunció un programa de inversiones públicas de 4.200 millones para los próximos cuatro años. Sabedores de que el presidente del Gobierno enviaba un mensaje a la sociedad civil y rebatía las acusaciones del independentismo de que Madrid maltrata a Cataluña, los partidos y cargos públicos del procés se apresuraron a dar una respuesta adecuada.
Le acusaron de mentir, le negaron credibilidad, le recordaron las veces que inversiones previstas no han llegado a ejecutarse íntegramente, además de reprocharle el tradicional déficit inversor. Se trataba de crontraprogramar las promesas presidenciales para que el mensaje no llegara a destino o que lo hiciera muy debilitado.
El martes pasado, el ministro de Hacienda presentó los Presupuestos Generales del Estado y habló de unas inversiones en Cataluña para este año superiores a 1.000 millones. A las pocas horas, el conseller de Territorio, el vicepresidente Oriol Junqueras y el presidente Carles Puigdemont se encargaron de difundir un contramensaje: Montoro desmiente a Rajoy, los compromisos se han diluido en apenas dos semanas.
Es evidente que la cantidad citada por Montoro equivale a la cuarta parte del monto del que hablaba su jefe. Pero, en realidad, las cifras son lo de menos. Los relatos no se construyen necesariamente sobre hechos, sino sobre ideas.
Tras oír a Josep Rull en el Telenotícies, a Junqueras en RAC1 y a Puigdemont en el Parlament, desde Crónica Global apelamos a la Consejería de Territorio y a la vicepresidencia para que nos facilitaran los datos en que se basaban los discursos del Govern; a ver si nos aclarábamos, porque estábamos hechos un lío.
Ante nuestra insistencia, terminaron por reconocer que se trataba de declaraciones políticas, sin base en cifras concretas
En ambos departamentos se nos quitaron de encima, incluso nos pidieron que no reprodujéramos sus palabras cuando, ante nuestra insistencia, terminaron por reconocer que se trataba de declaraciones políticas, sin base en cifras concretas.
La anécdota, si es que se le puede llamar así, muestra el verdadero talón de Aquiles de cualquier estrategia que elabore el Gobierno para coser las relaciones con los catalanes. Está aislado; su mensaje no llega, no penetra. En materia de comunicación, Cataluña ya está separada de España gracias a una estrategia inteligente tejida durante años en base a los errores del contrario y al dominio de los medios de comunicación locales, privados y públicos.
En el rifirrafe presupuestario que nos ocupa, la práctica totalidad de los medios, incluidas las filiales de los grupos madrileños, se han limitado a reproducir lo que dice cada uno, permitiendo así que las declaraciones tapen los hechos. Y llevando a sus lectores a la confusión más absoluta en la que prevalece el grito del último que toma la palabra, el que grita más.