¡Vergüenza! Miguel Ángel Fernández Ordoñez gobernó el Banco de España (BdeE) con los ojos vendados, jugando a la gallina ciega con Julio Segura, entonces presidente de la CNMV. Ambos dieron el plácet de la salida a Bolsa de Bankia, una operación que ahora les incrimina.
Fernández Ordóñez, desertor de su propio acrónimo (odia que le llamen Mafo), socialista de salón; Julio Segura, comunista del tardofranquismo, competidor recatado del mismísimo Ramón Tamames. Dos pesos pesados del pensamiento progre. Dos lastres con pies de plomo. El socialista, apóstol del ratio Basilea, frente al comunista, regulador despistado y silente. El primero sobresalió en varios gobiernos del PSOE, como secretario de Estado; proclamó su lo que sea a fuer de liberal, se especializó en los organismos reguladores y tuvo un paso falsario por la antigua Comisión Nacional de la Energía, donde permitió que las compañías afloraran los costes de transición a la competencia (los CTC), origen del funesto déficit tarifario.
El BdeE ignoró las advertencias y ocultó a los mercados el agujero de Bankia. O mejor dicho, calló y el que calla otorga “cuando pudiendo hablar no habla”, decía el ilustre letrado y diplomático Garrigues Díaz-Cañabate. Ordóñez es un enarca español que nunca se ha limitado a ejercer el cargo público que le confiere su condición de economista del Estado (técnico comercial es el nombre oficial); más bien ha ido detrás del momio que ofrecen las cotizadas a todo buen consultor. Es un lobista de campo de golf vestido de alto funcionario. Segura, por su parte, es menos lacustre y más reservón; más académico (fue alumno de Sampedro, Rojo y Castañeda) y menos buscón; sabe menos estadística que Mafo, pero le supera ampliamente en doctrinas (lean La economía en sus textos, del que es coautor Carlos Rodríguez Braun).
Fernández Ordóñez, desertor de su propio acrónimo (odia que le llamen Mafo), socialista de salón; Julio Segura, comunista del tardofranquismo, competidor recatado del mismísimo Ramón Tamames
Segura ha estudiado a Léon Walras, padre de la Revolución Marginal; es el experto walrasiano por antonomasia del mismo modo que Fabián Estapé lo fue de Joseph Alois Schumpeter. Segura comandaba la CNMV en el momento de la gran estafa de Bankia; estaría en las nubes o en el tâtonnement walrasiano, la subasta del gran maestro que fue capaz de incluir en el equilibrio general todos los elementos que conforman la decisión y el precio. Mafo es el revolcón de las ideas, todas impracticables como la competencia en el sector eléctrico; es el magma frente a la geometría grecolatina de Segura; la invención inesperada frente a la armonía de las ideas; la tercera vía de Toni Blair y González frente a la aburrida socialdemocracia de la asignación racional de los recursos. Pero, siendo diferentes, ambos viajan en el vagón de los costes unitarios, el axioma inventado para reducir los salarios de los de abajo y retribuir mejor a los de arriba; el cimiento teórico de la injusticia, diría Thomas Piketty; la piedra angular de la desigualdad que invade a Occidente.
Es fácil de adivinar el despacho de Mafo, como una almoneda abarrotada de papeles y pantallas chispeantes. El de Segura huele a tinta y a goma pegada al papel. En el primero se juega una partida al póquer descubierto sobre el futuro; en el segundo, las palabras se ablandan para caber en una misma frase. El primero es falaz y brillante como los ditirambos de Julio Camba; el segundo es verdadero y romo, como las castañeras tristes en el Madrid de Pío Baroja.
Mafo y Segura están siendo investigados después de que la Sala de lo Penal haya sobrepasado la instrucción tortuga del juez Fernando Andreu. En el escrito fiscal que les imputa aparecen los 15.000 millones de euros perdidos por los pequeños accionistas de Bankia y los 22.000 que le ha costado al erario el rescate de la entidad. Los auditores hablaron de banco inviable y recomendaron que no saliera a Bolsa. Pero el BdeE y la CNMV jugaban al mus el día del estreno. Y todos recordamos la mañana fatídica del 20 de julio del 2011 en la que Rodrigo Rato, entonces presidente de Bankia y líder del milagro económico de Aznar, hizo sonar la campanita, copia burda de Wall Street. Lo hacen a menudo en la Bolsa de Madrid, en la madrileña plaza de la Lealtad, donde, de cada tres palabras dicen una en inglés, prueba irrefutable del provincianismo cutre de nuestra industria de valores.
Ahora ya es demasiado tarde. España ha olido la sangre y no quiere perdonar. Y menos a ellos, a los sabios bienpensantes, que no pusieron la mano en la caja pero que lucieron sin honra el mayor entorchado: el de la autoridad moral
Mafo reconoció haber callado durante mucho tiempo porque así se lo aconsejó el Gobierno. ¿Cuál de ellos? Los dos, el de ZP hasta 2011 y el de Rajoy hasta su salida del BdeE, donde fue sustituido por Luis María Linde. Pues si Mafo calló, abusó y abusus non usus, sed corruptela, o el abuso no es uso, es corruptela.
Segura fue consejero del BdeE sustituido en el cargo por Ordóñez. Estos dos hombres tienen vidas paralelas. Son economistas macro que aprendieron de los buenos, como Varela, Sardà Dexeus, Estapé, Sampedro, Pepe Barea y tutti quanti, alrededor del Servicio de Estudios del antiguo banco emisor, bajo la batuta de Luis Ángel Rojo, el mejor. ¿Qué se les había perdido en el poder burocrático en tiempos tormentosos? La notoriedad innecesaria. Pero ahora ya es demasiado tarde. España ha olido la sangre y no quiere perdonar. Y menos a ellos, a los sabios bienpensantes, que no pusieron la mano en la caja pero que lucieron sin honra el mayor entorchado: el de la autoridad moral.
Siendo como somos, un país de revanchistas y mutantes, Mafo y Segura tendrán que refugiarse en urnas de alabastro, sacarle brillo a la plata fina y pensar que los conformistas no saben lo que se pierden.