Aunque ha sido un goteo constante desde hace unos años, últimamente se han producido algunos acontecimientos que subrayan una tendencia preocupante y, sobre todo, rara: la fobia a los uniformes.
Los partidos de izquierdas que parecen llamados a dar la alternativa a las formaciones clásicas presentan todos los síntomas de esa manía. Aquella sensación de bisoñez que transmitieron los diputados de Podemos --y el joven Alberto Garzón, de IU-- al estrenarse en el Congreso, cuando parecían inaugurar la democracia, como si no hubieran pasado 40 años desde la muerte de Franco, se manifiesta de nuevo en su relación con los militares y, en general, con todos los profesionales uniformados.
La incorporación a sus listas del general Julio Rodríguez (exJemad) fue una ocurrencia electoral rompedora de Pablo Iglesias con la que trataba de redondear una imagen de partido de gobierno. Pero, como se ha visto después y como ya era antes del fichaje, Podemos es antimilitarista. Y sus socios, también. Es difícil encontrar un ayuntamiento donde gobiernen en el que no hayan protagonizado roces con la policía municipal.
No sabría decir si es la misma aversión que tenía la izquierda clásica en la transición, aunque se parecen como dos gotas de agua. En los años 70 era lógico, como también estaba justificada la desconfianza ante el aparato de la Justicia y la jerarquía eclesiástica, porque habían sido los brazos ejecutores, guardianes y cómplices de la dictadura. Pero casi medio siglo después carece de sentido.
El malestar policial responde también a la actitud de los dirigentes del PDECat, ERC, BComú y los partidos que miran a otro lado cuando los antisistema demonizan a los agentes
Esta semana ha tenido lugar en Barcelona una manifestación insólita: funcionarios de todos los cuerpos policiales han protestado públicamente por el maltrato que les da la CUP desde las instituciones --desde el poder-- y por la actitud del resto de los partidos. Su malestar responde también a la actitud de los dirigentes de PDECat, de ERC, de Barcelona en Comú y de todos los que miran a otro lado cuando los radicales demonizan a los Mossos d'Esquadra, a la Guardia Urbana y a cualquier cuerpo que trate de garantizar el orden ciudadano y la administración de Justicia.
El coronel Emilio Pelegrina, portavoz de la Cuarta Región Militar, contaba a Crónica Global también esta semana cómo encaja el Ejército la presión del Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por los socios de Podemos, y el rechazo constante a su sola presencia en el territorio catalán por parte de ciertos colectivos.
Los militares reculan y tratan de adaptarse a este ambiente enrarecido que propicia la llegada a las instituciones de organizaciones anarquizantes, contrarias al propio sistema político y a las mismas instituciones en las que se han instalado. Los policías levantan la voz, los militares piden respeto. Y parece que, mientras los gobiernos dependan de las minorías, el resto de la población tendrá que acostumbrarse a este sinsentido.