El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el término rapiñar como la acción de hurtar o quitar algo, arrebatándolo.
En el informe final del juicio de las llamadas tarjetas black, el fiscal Alejandro Luzón acusa a los sesenta y cinco directivos de Caja Madrid y Bankia sentados en el banquillo de tener una actitud depredadora, primitiva, más propia del pillaje y de la rapiña que de personas que ejercían un cargo en una entidad que tuvo que ser rescatada por el Estado por un valor de 22.424 millones de euros, gracias precisamente al sangrado continuo de dinero que, según la acusación, continuaba incluso cuando los acusados habían cesado ya en sus cargos. Se trata de millones de euros cargados a tarjetas destinadas a gastos de representación en el periodo que va desde el año 2003 al 2012 (los anteriores periodos, de 1999 a 2002, no son objeto de enjuiciamiento por hallarse prescritos). Considera el fiscal que usaron dichas tarjetas para gastos personales cuando no debía ser así y que además, eso era perfectamente conocido por los acusados, dada su formación. El argumento es claro, si hubieran sido legales deberían haber tributado a Hacienda, y ello no sucedió. Uno de los testigos declaró en el juicio que cuando preguntó si podía usar su tarjeta para un viaje privado le contestaron que "para eso la tienes". En un correo remitido por el que fue presidente de la entidad, Miguel Blesa, al director financiero, Ildefonso Sánchez Barcoj, expresa: "Disfrutemos por si algún día llegan las vacas flacas". Y, según la acusación, el disfrute eran hoteles, restaurantes, joyas, puros, ropa, compras del supermercado y cualquier otra cosa para uso personal.
Hay obras universales en el tiempo porque reflejan realidades que no cambian por muchos años que transcurran, como El Lazarillo de Tormes
Según las defensas, las tarjetas eran parte del salario, no eran opacas ni mucho menos y Hacienda estaba al caso de ello, de hecho, todos los sabían. Los letrados de Rodrigo Rato y Miguel Blesa han denunciado que padecen un juicio moral y que todo el proceso no es más que una persecución para cortarles la cabeza, evocando a Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, así como que las pruebas que se han presentado en el juicio están manipuladas.
En este país en el que los que leemos somos minoría, está muy bien que los abogados (en la interpretación que a ellos les interese, como es lógico) citen la obra de Lewis Carroll, una historia disparatada en un mundo en el que todo parece del revés pero que además de otros aspectos, es una crítica al sistema judicial como en su día hizo Kafka en El proceso. Habrá quien ante la cita, tenga curiosidad y hasta puede que la lea. Bien. Hacia el final de la historia, en el cúmulo del absurdo, la Reina de corazones dice: "Primero la sentencia, el veredicto después". En el caso de las tarjetas opacas, todavía no ha recaído sentencia.
Puestos a citar obras en los juicios, recomiendo no olvidar clásicos como por ejemplo El Lazarillo de Tormes, de autor anónimo en la que se relata la España del pícaro del siglo XVI. Según la RAE este individuo es "listo, espabilado, tramposo y desvergonzado" y también, "personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir". Hay obras universales en el tiempo porque reflejan realidades que no cambian por muchos años que transcurran. Y es que aquello de ser más listo que los demás a base de trampas para conseguir éxito y dinero forma parte del ADN de muchos.