Europa se encuentra en una difícil encrucijada, el Brexit ha sido el detonante, el punto de inflexión que nos indica que los egoísmos nacionales, la irracionalidad colectiva y la xenofobia pueden conducirnos directamente a la catástrofe.
No es mi intención abundar en los déficits democráticos y las graves disfuncionalidades de las instituciones europeas, que reposan sobre el bicameralismo de fachada (por un lado el Consejo de Europa --con los jefes de Estado y los consejos de ministros de Finanzas-- y por otro el Parlamento Europeo --elegido directamente por los ciudadanos--). Más bien quisiera poner el acento en la incapacidad europea de ser una fuerza eficaz de regulación del capitalismo globalizador, que actúe como contrapeso a las tendencias desigualitarias de la mundialización. El actual proyecto europeo es incapaz de generar adhesiones y por lo tanto de ser defendido por los ciudadanos.
El actual proyecto europeo es incapaz de generar adhesiones y por lo tanto de ser defendido por los ciudadanos
La UE no puede reducirse a una vasta zona de libre circulación de mercancías y de servicios, sin ninguna contrapartida fiscal, social y reglamentaria. Para tener credibilidad y futuro debe activar políticas que incentiven el crecimiento económico en sectores estratégicos.
De alguna manera y con todas sus limitaciones, el EFSI (Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas), el llamado 'Plan Juncker', presentado en julio del 2014 y ratificado en septiembre del 2016, ofrece un programa de inversiones en sectores como las infraestructuras (transporte y energía), investigación e innovación, desarrollo de los servicios públicos como la educación y la salud, tecnológicos como la redes digitales, banda ancha... que permitan combatir la desigualdad y al mismo tiempo sean instrumentos de políticas activas de reindustrialización, basadas en la competitividad y la innovación tecnológica.
Europa no puede ser competitiva si su industria se refugia en el proteccionismo y el patriotismo económico. Prácticas como las denunciadas por la prensa económica europea sobre comportamientos de algunas multinacionales del sector ferroviario, amenazando con cierres y deslocalizaciones en el caso de no ser favorecidas en la contratación pública, no ayudan a mejorar la competitividad de dicha industria, sino todo lo contrario.
El EFSI tiene por objetivo utilizar financiación pública para movilizar inversión privada adicional y señala sectores estratégicos donde es posible identificar proyectos técnicamente viables y económicamente sostenibles. La CE ha evaluado que el fondo, inicialmente de unos 21.000 millones de euros, podría arrastrar una inversión total de hasta 315.000 millones.
El Plan Juncker puede y debe ser una gran oportunidad para modernizar la industria europea
El Plan Juncker puede y debe ser una gran oportunidad para modernizar la industria europea. En el caso español también debería servir para corregir algunas de las carencias de infraestructuras del transporte en nuestro país. Sin duda, la primera prioridad sería el desarrollo en España del programa de la Red Transeuropea de Transporte dentro del programa 'Conectar Europa', que contempla los trazados ferroviarios del Corredor Mediterráneo y el Atlántico. La mejora de la seguridad en la red convencional, continuando con el despliegue del sistema europeo de señalización (ERTMS), la modernización de las infraestructuras de cercanías en áreas metropolitanas, en especial en el AMB. Apuesta nítida por la potenciación del transporte de mercancías por ferrocarril, con las conexiones de la red ferroviaria con puertos de alta actividad comercial y terminales logísticas.
Cataluña, inmersa en la automarginación y la irrelevancia, podría no participar a la hora de definir las prioridades de dichos vectores de inversión. Urge un Govern que negocie con el Estado la puesta en marcha de proyectos que afectan muy directamente al bienestar y a la calidad de vida de los ciudadanos de Cataluña.