Una nueva especie de tarántula descubierta en Aracataca --localidad natal de Gabriel García Márquez-- llevará el nombre del Nobel. Apenas unos días antes, el pueblo se disputaba con vecindarios próximos el honor de ser el primero donde se pusiera en circulación el nuevo billete de 50.000 pesos con la efigie de Gabo. No hay día en Colombia sin que el nombre del escritor aparezca en un titular de prensa o esté en boca de la gente por el motivo que sea, y con especial entusiasmo en Cartagena de Indias, que se ha convertido en el centro del peregrinaje mundial de estudiosos del autor. Es la 'Heroica', como se conoce la ciudad donde reposan desde mayo sus cenizas, una especie de santuario y recordatorio de lo que significa Gabriel García Márquez para este país, a pesar de que sus relaciones con el poder no siempre fueron sacrosantas, y pasó la última parte de su vida en un exilio voluntario y en ocasiones airado en México.
"El verdadero valor de Gabito empieza a verse ahora, más muerto que vivo", dice Margarita Munive, esposa de Jaime García Márquez, el hermano más joven del escritor. "Se ha producido una verdadera sublimación, y de ser tratado como una estrella de rock ha pasado a convertirse en un mito nacional", sigue diciendo, aunque todo ello puede tener que ver con la forma en que el mundo y la propia Colombia se ve hoy a sí misma, como si fuera todo el país quien hubiera recibido el premio Nobel.
El éxito de ‘Cien años de soledad’ fue como el descorche estrepitoso de una botella de champán de la que no sabemos cuando manará la última gota
"Tuvo que llegar 'Cien años de soledad' para que la gente supiera donde ubicar esta Colombia inquietante y paradójica en el mapa físico y espiritual del planeta", escribe el ensayista politico y novelista William Ospina en 'Pa que se acabe la vaina'. Eso sucede "en contraste y en paralelo a la novela negra del narcotráfico" por la que se conoce a Colombia más que por ningún otro logro nacional.
El éxito de ‘Cien años de soledad’ que, desde su publicación en 1967 en Argentina, se hace rápidamente mundial fue como el descorche estrepitoso de una botella de champán de la que no sabemos cuando manará la última gota. Eso parecen haber comprendido las autoridades colombianas con la inauguración de reclamos imbatibles como el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá o la propia emisión del billete --de apenas 15 euros de valor-- como solo se hace con las figuras que opositan con el tiempo a 'héroe nacional'.
"Su fama ha servido a veces para que personas interesadas se sirvieran de su nombre para su beneficio. Son aquellos a los que no les interesa Gabo, lo que puede enseñarse o transmitirse de él, sino el beneficio que le pueden sacar", señala Margarita. Todos hemos visto cuántos corrían o peleaban por salir en la foto con Gabo. Pero tras su muerte, más y más estudiosos de todo el mundo afluyen para penetrar y entender su obra, suscitando nuevas preguntas, aportando nuevos ángulos de lectura. Basta asistir a un tour de los que dirige Jaime García Márquez por la Cartagena de su hermano. "Asisten curiosos y devotos de todas partes, de suecos a japoneses, que lo han leído y vienen porque quieren saber más del escritor y de los lugares de los que surge su literatura" y Margarita añade con gran perspicacia que "cuando una figura está viva, la manoseas, puedes influir sobre ella, explotar su fama o sus debilidades, pero cuando está muerta es su obra la que pasa a primer plano". Margarita Munive, a decir de todos, la cuñada predilecta de Gabito --como se le llamaba en familia--, que fue padrino de su hija Patricia, ha vivido en primera fila la fama descomunal de quien no le gustaba nada la fama.
Recuerda el día de la muerte de Gabo, un 17 de abril de 2014. "Murió a las 12, a las 2 se lo llevó la funeraria y a las 5 ya estaba incinerado. Creo que su mujer lo hizo para evitar el espectáculo de la muerte". El tumulto de periodistas y curiosos de todo el mundo a la puerta de su casa, o el gran homenaje en el Palacio de Bellas Artes de México, en el mismo lugar y a la manera en que ha sido expuesto el cantante Juan Gabriel, es algo en lo que García Márquez probablemente no habría querido participar ni siquiera de cuerpo presente.
"Gabo siempre fue una persona sencilla. Para él lo importante era escribir, no el espectáculo.Tuvo la suerte de casarse con una mujer que nunca se deslumbró por nada. Aún después de que Gabo ganara el Nobel, podías ver a Mercedes cosiéndole dobladillos, doblándole los calcetines. Nunca con ínfulas de nada". Y, sin embargo, de alguna manera Gabriel García Márquez podía presentir en lo que se convertiría. "Siempre tuvo muy claro a donde se dirigía. Tenía una enorme ambición literaria".
No falta quien compara ya a García Márquez con Cervantes y a 'Cien años de soledad' con 'El Quijote', dos libros que marcan un antes y un después
"Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad", decía Gabo a sus alumnos.
No falta quien compara ya a García Márquez con Cervantes y a 'Cien años de soledad' con 'El Quijote', dos libros que marcan un antes y un después. Los siglos lo dirán, pero ambos son libros escritos en la bisagra de un cambio de época. Tratan de un mundo que se va, un imaginario colectivo que muere. "Gabito nació en un pueblo donde al caer la noche la gente se sentaba a la puerta de su casa, donde los padres y abuelos contaban historias porque no había luz ni televisión. En la oscuridad, se contaban cuentos de fantasmas, lo que habían oído o pasado en el dia".
Rodeados de naturaleza y misterio, brotaban miedos y anhelos; la realidad del día se diluye en los sueños y se colorea con la imaginación o con el humor con el que se viste lo trágico, en una familia donde la imaginación y el humor nunca faltaron. Y lo hacían con esa voz propia que emana de los que están profundamente apegados a la tierra que les acoge.
¿Cómo no reconocerse en él un país donde muchos millones han sido desplazados por la guerra o la pobreza? Expulsados de sus hogares, su alma antigua es todo lo que les queda.
Con García Márquez surge y se expresa como un volcán la voz de una Colombia profundamente diversa, siempre "tapada" por el discurso oficial de las élites criollas. De madre blanca y padre mestizo, con una familia de 15 hermanos --4 de ellos sólo por parte de padre-- en la que encontramos desde el mulato al vagamente 'indigenado', él mismo era la expresión de esta diversidad. Con él una Colombia, en la que reina todo menos la homogeneidad, se descubre asombrada de sí misma.
"Cuando Gabo llega a Bogotá de un pueblo perdido de la Costa con su camisa de flores y calcetines rojos y empieza a escribir sus primeros artículos en El Espectador se le recibe con recelo; que alguien de la Costa surgiera hace 50 años era una bofetada para los que se creían depositarios de la alta cultura", cuenta Margarita. "Colombia es un país centralista, con Bogotá en el centro, y luego Medellín y Cali. Venir de la Costa era visto como algo despectivo, de segunda, por las élites europeizantes y el paisa (de Antioquia) blanco. Pero lo que genera identidad cultural es la Costa". La costa Caribe, esa tierra del mestizaje más completo. ¿Es extraño que hoy del primer al último colombiano sienta el orgullo de pertenecer a una tierra que dio Gabo a la humanidad?
Con la voz de Gabriel García Márquez se identifican hoy los pueblos más alejados del planeta. Tal vez porque en Macondo se escenifica la historia íntima de una humanidad que pasa de contarse historias a la puerta de su casita sin luz a la era de internet. ¿Será verdad que en los tiempos en los que el ser humano viva en Marte o cualquier otro planeta se leerá 'Cien años de soledad' como hoy leemos 'Don Quijote'?