En las últimas elecciones catalanas, de septiembre de 2015, hubo sólo 9 comarcas --un 21% de las 42 existentes en Cataluña-- donde los partidos independentistas sumaron menos del 50% de los votos. Ese escaso 21% representa, según los datos del último PIB por comarcas en Cataluña, el 72% del PIB total de nuestra Comunidad.
Es más, en ninguna de las 3 comarcas motores de la economía catalana --las únicas con más del 10% del PIB--, el Barcelonès, el Vallès Occidental y el Baix Llobregat, ganó el independentismo. Tampoco en la cuarta, el Vallès Oriental, ni en la sexta, el Tarragonés. La primera comarca --por ranking de PIB-- donde gano el independentismo fue el Maresme. Logró un 53% de los votos. Eso sí, perdió en su capital Mataró (58% a 42%) de forma significativa.
Imaginar una independencia basada en unas comarcas que apenas representan el 28% del PIB del territorio es un suicidio intelectual
Curiosamente, un dato interesante. Ya saben que el procés siempre gira en torno a temas curiosos hasta que alguien los documenta. En las 23 comarcas con peor PIB de Cataluña, a excepción de la Vall d'Aran --con una idiosincrasia propia--, el independentismo ganó. Incluso podríamos decir que arrolló. Los datos son datos. Podemos afirmar con rotundidad que la Cataluña menos productiva tira del independentismo mientras la Cataluña más productiva no está por la labor. Hablamos de economía, no de votos. Un 72% frente a un 28%.
La economía fue vendida en los inicios del procés como el catalizador del movimiento independentista. El mantra del “España nos roba” caló con fuerza en una parte de Cataluña. Sin ánimo de ofender, que sabemos que hay gente muy sensible a los datos estadísticos, es un segmento de la población más rural, con menos ingresos; en resumen, con un PIB bastante menor. Comarcas, en definitiva, más fácilmente definibles. Obviamente hay excepciones personales, pero los datos son los datos.
Pensar en una Independencia con un porcentaje menor al 50% de los votantes a favor es complejo. Imaginar una independencia basada en unas comarcas que apenas representan el 28% del PIB del territorio es un suicidio intelectual. Aunque fuera un marciano en TV3, nadie podría entender un gobierno serio pidiendo la independencia con un 48% de los votantes, aún menos pensando en esos porcentajes sobre el censo, y con un aporte territorial inferior al 30% del PIB. Cuando, además, esas comarcas con menos recursos se mantienen gracias al aporte del resto de comarcas. Es obvio, Cataluña es el hinterland de Barcelona, aunque algunos se empeñen en decir que ésta es simplemente su capital.
Cuando los datos económicos sonrojan cualquier interpretación del independentismo sólo queda recurrir a la épica. En esa fase estamos. Ya no hablan los intelectuales --ciertamente, nunca los hubo--, ahora es turno de los titiriteros. Esos que viven de Cataluña, no por Cataluña. Esos asociados a espectáculos casi circenses donde la épica siempre está asociada con la lengua, con la cultura local. Los Soler, los Moliner, los Terribas... todos esos cuyo único oficio ha sido vivir del resto de catalanes toda su vida.
Cuando los datos económicos sonrojan cualquier interpretación del independentismo sólo queda recurrir a la épica. En esa fase estamos
Todo ello, un paradigma extraño alejado del siglo XXI de la globalidad. Hemos escrito en multitud de ocasiones que los catalanes, nosotros, somos unos afortunados en mantener nuestra lengua. Y eso, en gran parte, es gracias a pertenecer a España. Algo duro de escuchar para algunos pero cierto desde el principio al final. En Francia, por citar un país cercano, ni catalanes, ni corsos ni bretones tienen esa suerte.
Al final, el valor de un PIB mide un territorio. En este caso una comarca. Pero su redistribución mide la riqueza de un país. Si todos los catalanes quejosos de la solidaridad económica en España hicieran ese mismo canto con la distribución interna en Cataluña, hace años que Cataluña habría dejado de existir. Porque gran parte de Cataluña no deja de ser la zona rural de Barcelona y su área. Un área urbana que genera el 72% del PIB de Cataluña. Y uno debería preguntar en voz alta a los independentistas de guardia, ¿quien genera el 28% del PIB de Cataluña quiere realmente dejar escapar a quien genera el 72%? Un idioma no justifica semejante locura. El PIB del independentismo es su gran problema.