A nosotros lo que nos pide el cuerpo son guerritas pequeñitas, esas gestas fratricidas que se libran en el bidé de casa, una cosa épica como Trafalgar o Lepanto, pero en miniatura, como la Cataluña actual liliputiense hecha a la medida de nuestros políticos, de esos que anuncian en la Fiesta Mayor de Gracia que el verano del año que viene Cataluña será independiente, como aquel alcalde que al visitar las escuelas municipales prometía regalar a los alumnos un globo terráqueo de tamaño natural.

No sé si el espíritu guerrero es nuestro fuerte. Vemos la cabra de la Legión entrar por la Diagonal y no paramos hasta Perpiñán 

Nos va eso del pasacalle, de sacar a una comparsa de carnaval con pelucas y atrezo de época y mosquetones de cartón piedra, para que hagan ver que juegan a los soldaditos. La guerra es eso para nosotros. “Aquí te pongo unas estatuas de Franco” frente los pedruscos del Borne, y desde la otra trinchera le responden: “Pues aquí te hago yo un 11 de Septiembre en este Valle de los Caídos”. Es como la de Gila por teléfono: “¿Está el enemigo?  No… que os vais a enterar porque el pregón de la patrona lo va a leer un charnego”. Y así sucesivamente.

Lo nuestro es la gimnasia rítmica y la natación sincronizada, las posturitas. Nos salen unas coreografías divinas de la muerte, unas fotos a vista de pájaro para la portada del National Geographic. Movilizarse queda como retro, de los tiempos de Banca Catalana. No sé, francamente, si los catalanes tenemos el cuerpo para estos saraos ni que el espíritu guerrero sea nuestro fuerte. Vemos la cabra de la Legión entrar por la Diagonal y no paramos hasta Perpiñán. Pueden ahorrarse la gasolina de los tanques. Hace 300 años que no ganamos una batalla.

Al último valiente de salón que tuvimos, el señor Artur Mas, se le ha puesto cara de susto, desaparecido en el éter sideral. Primero se hizo el encontradizo. “Dejadme solo, dejadme solo”, gritaba en plan tabernario; “toda la responsabilidad es mía”, ululaba enardecido, buscando gresca... y salió de los juzgados más arrugado que una pasa de Corinto. Ahora anda escaqueado el 129º presidente de la Generalitat haciendo el lúcido papel de Reina Madre, con un partido que cabe en el ascensor de mi casa. O como diría Shakespeare, demasiado huevo frito para tan poco chorizo.