Pensamiento

Esa actividad extraña

8 julio, 2016 00:00

José Carlos Somoza en La caverna de las ideas pone en boca de uno de sus personajes lo siguiente: "Escribir es extraño, amigo mío: en mi opinión, la primera actividad más extraña y terrible que un hombre puede realizar --y añadió, regresando a su económica sonrisa--: leer es la segunda".

Mario G. siempre ha soñado con ser escritor. De niño devoraba los libros que había en su casa, sin importarle si era prosa, teatro o poesía. Se pasaba las horas muertas hundido en el sofá, viajando a mundos lejanos o imposibles. Así que de ello, a coger la pluma para crear historias propias y vivir otras vidas, sólo había un paso que dio con suma facilidad. Sus primeras obras fueron pequeñas novelas de intriga y algunos poemas, hasta que se dio cuenta de que le faltaban experiencias para que fueran creíbles. Todavía era demasiado joven y no podía hablar de amor, de odio, de ambición o de miseria con fundamento, así que siguió leyendo, soñando, acariciando su secreto anhelo.

Estamos en España, un país en el que uno de cada tres habitantes no abre un libro porque ni le interesa ni le gusta

La vida le llevó a estudiar una carrera y labrarse un futuro. Se casó, tuvo hijos, y a ratos perdidos, escribía historias a las que ahora sí podía ponerles una voz real, pero le faltaba tiempo para desarrollar esa labor con la continuidad que requería la tarea. Poco a poco fue atesorando minutos y, con tozudez, acabó escribiendo una novela. Tras llamar a muchas puertas y superar muchas desilusiones, consiguió que una editorial se la publicara. Por fin lo había logrado. Su familia y amigos le felicitaron, se creó un perfil de Facebook y otro de Twitter para poder contactar con sus lectores y siguió escribiendo su segunda novela, que también publicó. No podía ser más feliz. Estaba volcado en promocionar su obra y pronto vio que las entrevistas, clubes de lectura, presentaciones, festivales y demás, eran imprescindibles para darse a conocer. Sus novelas se vendían, pero... no lo suficiente para el mercado editorial, que exige miles de ventas inmediatas para que un autor sea rentable, así que le tocó volver a llamar a más puertas, a sufrir nuevas desilusiones y a preguntarse si valía la pena tanto esfuerzo.

Estamos en España, un país en el que uno de cada tres habitantes no abre un libro porque ni le interesa ni le gusta. La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indicaba que el índice de lectura en 2014 era de un 63%, siendo la media europea de un 70%. Por poner un caso opuesto al español, en Finlandia cada lector lee una media de 47 libros al año. Y a pesar de todo ello, según el informe de 'El sector del libro en España 2013-2015', se registran 250 títulos nuevos cada día, se producen 621.000 ejemplares y se venden 421.000.

Detrás de cada título que no se vende porque no existe una demanda que pueda absorber la oferta, hay muchos como Mario, que sueñan con compartir con los demás historias, sentimientos y reflexiones, casi a cualquier precio, a costa de tiempo, de ilusión y de mucho, mucho esfuerzo. Y que, aunque sea desde la rabia en ocasiones o desde el desengaño en otras, no van a dejar de hacerlo porque no pueden evitar ese impulso. Escribir, esa actividad extraña.