Iceta y etcétera
Iceta es un punto y seguido, no un punto y aparte. Pedro Sánchez cayó rendido a sus pies porque logró sacar del programa del PSC el “derecho a decidir”, que era, como él mismo dijo, “un subterfugio para esconder la independencia”. Lo sacó por la ventana para meterlo ahora por la puerta principal y con todas las bendiciones, incluida la de Carme Chacón, la ex ministra del ex general del JEMAD Julio Rodríguez. No lo digo yo, lo ha explicado él: “Lo que el PSC dice ahora no es tan distinto de lo de entonces”. En efecto, el programa del PSC de 2012 defendía “el ejercicio del derecho a decidir a través de un referéndum o consulta acordado en el marco de la legalidad”. Borró el “derecho a decidir” por equívoco y se quedó con el “referéndum acordado en el marco de la legalidad”, que ahora resucita.
No sabemos todavía en qué consiste esa mágica reforma federal, pero vamos atisbando su objetivo: abrir la puerta para que la Constitución reconozca una posible independencia de Cataluña
Un punto y seguido porque el PSC, desde que el PSOE renunció a sus siglas en Cataluña, ha sido siempre un punto y seguido del nacionalismo. A veces ha jugado a los puntos suspensivos, maestros en lo que Alberto Cardín definió como “ambigüedad calculada” (de esto hace ya casi cuarenta años). Muchos años de lluvia fina, de astucia, de trampas lingüísticas, de victimismo chantajista, de intimidación y acomplejamiento de políticos apaciguadores y oportunistas, de camuflaje para lograr lo que el nacionalismo nunca hubiera alcanzado por sí solo: inculcar en la “clase obrera inmigrante” el “sentimiento nacional”, la identificación contra natura entre nacionalismo y socialismo.
Se entregaron a la tarea, con un empeño servil, el PSUC, CCOO y la UGT del vitalicio José María Álvarez (rebautizado Josep), ahora ascendido a la cúspide sindical, otra prueba inquietante del salto cuántico del independentismo, ya resueltamente dispuesto a conquistar y legitimarse en el resto de España. Han encontrado a los podemistas como nuevos e inesperados aliados, y ahí tenemos a Pedro Sánchez haciendo cabriolas para ver cómo nos cuela la propuesta de solucion asimétrica y federal del problema de Cataluña: la solución de Iceta y de todos los etcétera que, de forma activa o pasiva, se le están sumando.
No sabemos todavía en qué consiste esa mágica reforma federal, pero vamos atisbando su objetivo: abrir la puerta para que la Constitución reconozca una posible independencia de Cataluña. Meterán la propuesta de rondón en la reforma constitucional, mezclada con otras seguramente muy razonables, y nos obligarán a elegir todo o nada. Lo harán de tal modo que al menos una mayoría simple (de votantes, no del censo) vote a favor.
La propuesta de encaje y bolillos supone que, si en Cataluña triunfa el “no”, pues entonces no habrá más remedio que pasar al plan B, “el referéndum de autodeterminación catalán”
Pero la propuesta de X y Z tiene otra cláusula insólita: se contarán aparte los votos de Cataluña y si allí triunfa el “no” a la propuesta de encaje y bolillos, pues entonces no habrá más remedio que pasar al plan B, “el referéndum de autodeterminación catalán”, o sea, aquel en que los catalanes, ellos solitos, decidirán si se independizan o no. A la canadiense o la escocesa, aclaran para confundir más, porque ni Quebec ni Escocia se parecen en nada a Cataluña.
Tamaño enredo, lleno de trampas y camuflajes, es cualquier cosa menos democrático. El único procedimiento democrático sería que una amplia mayoría de españoles, consultados en referéndum de modo claro y sólo sobre esta cuestión, aprobaran que se pudiera llevar a cabo en Cataluña un referéndum de autodeterminación vinculante. Todo lo demás, el plan A o el de la caja B, no son más que argucias y engaños descarados que no se pueden proponer si no es de modo conscientemente torticero. Olvidan los Iceta, por otra parte, los cuarenta años de adoctrinamiento, propaganda, incumplimiento de la ley, inmersión lingüística, mentiras, invenciones históricas, desviación de fondos públicos para acelerar el proceso, aislamiento y exclusión social de los no independentistas, etc. El punto de partida de ese referéndum a la catalana o a la carta es, digamos, totalmente inaceptable. Para ser justos deberían transcurrir otros cuarenta años de neutralidad institucional y de libertad de crítica y expresión para equilibrar la balanza.
Lo más lamentable de la propuesta de Iceta y etcétera es que se presente desde la izquierda, o sea, desde un socialismo asimétrico que rompe con uno de sus pilares ideológicos: la igualdad de todos los ciudadanos y especialmente la igualdad entre todos los trabajadores con independencia del lugar donde vivan o donde los exploten.
Lo más lamentable de la propuesta de Iceta y etcétera es que se presente desde la izquierda, o sea, desde un socialismo asimétrico que rompe con uno de sus pilares ideológicos: la igualdad de todos los ciudadanos
Para mayor engaño añade Iceta y sus aliados podemistas que ellos no son independentistas y que, por tanto, votarían no a la independencia en el plan B. Hemos de fiarnos de su palabra, claro, porque dentro de sus filas por lo menos la mitad son ya independentistas. Aseguran, además que, llegados al plan de la caja B, triunfaría el no a la independencia, así que no hay por qué preocuparse. Si así lo creen, ¿a qué viene este juego de saltimbanquis, con el desgarro y el coste social y humano que supondría esta rocambolesca hoja de ruta? ¿Y cuánto tiempo tardarían los independentistas (¿derrotados?) en volver a la carga?
Pues en estas estamos, con un Pedro Sánchez dispuesto a jugar a la ruleta rusa con los podemistas plurinacionalistas, los independentistas encriptados y federalistas asimétricos.
La peor tragedia del momento actual es que no exista un verdadero partido democrático, de centro izquierda nacional, que sea capaz de defender sin complejos franquistas ni apaños nacionalistas, una España constitucional, libre, democrática, unida y diversa, que luche con determinación contra el proyecto independentista que no pretende otra cosas sino acabar con nuestro actual marco de libertad, igualdad y convivencia.