Estafas bursátiles a porrillo
Bankia está devolviendo a sus accionistas los 1.840 millones de euros que recaudó con la salida a bolsa de julio de 2011. Así lo acordó la dirección del banco semanas atrás, después de que varias sentencias judiciales decretaran que su ascensión al parqué constituyó un fraude en toda regla, pues los documentos contables presentados por la entidad a los ahorradores ofrecían una imagen falsa de su verdadera situación económica.
A la suma transcrita se han de añadir otros 2.260 millones que se entregarán a los suscritores de participaciones preferentes. Como el Estado es el principal socio de Bankia, dicho queda que el grueso de la factura lo acabarán sufragando los paganos de siempre, es decir, el conjunto de los contribuyentes. Es de recordar que éstos ya tuvieron que aportar más de 22.000 millones para apuntalar Bankia y salvarla de un seguro desplome.
Nunca hubo por nuestras latitudes un descalabro empresarial de bulto similar al protagonizado por Bankia
Esta factura colosal es la más onerosa de cuantas registran los anales mercantiles celtibéricos. Acaso sirva de aldabonazo para los ciudadanos más candorosos, ahora que algunas fuerzas políticas propugnan el regreso a la banca pública. Nunca hubo por nuestras latitudes un descalabro empresarial de bulto similar al protagonizado por Bankia.
Los principales partidos políticos y centrales sindicales tuvieron acomodo y mangonearon a sus anchas en sus órganos de gobierno, desde el consejo de administración hasta la asamblea general. De esta última, por cierto, fue miembro selecto, entre otros de una larga lista, un tal Pedro Sánchez, quien luego fue llamado a sacar adelante el Partido Socialista Obrero Español y ahora pugna con denuedo por encaramarse a la jefatura del Gobierno de la nación.
El desfalco de Bankia es la quintaesencia de los perpetrados por la clase política. Pero hay otros, a cargo de empresas 100% privadas, que, si bien no alcanzan las gigantescas dimensiones de la caja madrileña, entrañan también la categoría de auténticas tomaduras de pelo a los inversores. Me refiero a una retahíla de recientes estrenos en bolsa, que son todo un poema.
Directivos codiciosos
Uno de los más cercanos en el tiempo es el del fabricante de material ferroviario Talgo, con sede central en Madrid. Su aterrizaje en el mercado continuo ocurrió en mayo de 2015, o sea que pronto se cumplirá su primer aniversario. Quienes en su día invirtieron su peculio en esta industria embalsan hoy una pérdida devastadora del 48%.
No es intempestivo recordar que antes de la venta de los títulos, los doce principales miembros de su plana mayor se habían asignado una rapaz gratificación de 50 millones de euros. Entre ellos descuellan los cuatro primeros espadas, Carlos Palacio, José María de Oriol, Segundo Abad y Eduardo Fernández-Gorostiaga, a quienes les llovieron del cielo casi 11 millones por cabeza.
Otro desastre no menor lo encarna la catalana Applus, de ITV, ensayos y certificación. Desembarcó en las pizarras de cambios en mayo de 2014, o sea, hace casi dos años. En todo este tiempo ha sido incapaz de proporcionar una mísera alegría a quienes en hora infausta acudieron a la maldita suscripción. Por el contrario, el descalabro que experimentan es estremecedor: nada menos que un 42%.
Las salidas a bolsa suponen con harta frecuencia un timo como la copa de un pino
Al igual que la sociedad antedicha, también los mandarines de Applus se entregaron a una orgía de mamandurrias en los días previos a la apertura bursátil. Los trece primates arramblaron con 60 millones entre efectivo y especie.
El capo de la firma, Fernando Basabe, se apropió del grueso del botín: casi 10 millones en metálico contante y sonante, más otros 18 millones en valores de la propia Applus que, si los mantiene en cartera, acusan un serio desplome. Además, como semejante rapiña aún le supo a poco, el tal Basabe se fijó el pasado año una paga de 5,3 millones.
Por último, traigo a colación la agencia de viajes catalana Edreams. Su inauguración en el mundillo de las cotizaciones acaeció en abril de 2014, a 10,25 euros. Los seis capitostes de la casa ingresaron en los días previos 14 millones por sus constantes desvelos en pro de la institución.
El mayor beneficiario fue su entonces presidente ejecutivo Javier Pérez-Tenessa, con casi 10 millones. El viernes último, Edreams marcó la miseria de 1,94 euros. El quebranto para sus infelices inversores se eleva a un demoledor 81%, que se dice pronto.
De cuanto antecede se deduce que las salidas a bolsa suponen con harta frecuencia un timo como la copa de un pino. Su peculiaridad más notable reside en que los directivos quedan forrados para toda la vida, mientras pierden hasta la camisa los primos que muerden el anzuelo y adquieren títulos. Por supuesto, la CNMV nunca se da por aludida. Y si alguien protesta, se llama andana o se sale por los cerros de Úbeda.