Pertenezco a la inmensa minoría del 7%
Los listines telefónicos han desaparecido por culpa de internet. Lo que no han desaparecido son los dos apellidos que todo hijo ha recibido. España es un país con la etiqueta machista que sorprende a los extranjeros por una tradición ajena al supuesto machismo: España y Portugal son las únicas dos naciones europeas en que el apellido del padre y de la madre se transmiten a los hijos.
Parece que Cataluña es una sociedad muy mezclada. Lo es, pero no tanto como a simple vista puede parecer
Al heraldista oficial de Cataluña, Armand de Fluvià, le molesta que la ley actual permita a los padres cambiar el orden de los apellidos, pensando en el lío que tendrán los futuros estudiosos del árbol genealógico de las sagas familiares. Será más complicado que elaborar un Sodoku.
Gracias a esta tradición exclusivamente ibérica podemos entender, viendo el listín que ya no existe, por qué la lengua materna del 60% de los catalanes es la castellana, por mucho que le pese a todas las Carulla de este pequeño país con forma de triángulo.
Por eso parece que Cataluña es una sociedad muy mezclada. Lo es, pero no tanto como a simple vista puede parecer.
No me había dado cuenta de ello hasta que al asistir a una conferencia de sociología me caí del caballo. Quedé sorprendido, y creo que a muchos les sorprenderá tanto como a mí...
Lingüísticamente, Cataluña no está tan mezclada como parece. No lo digo yo, sino las estadísticas de la Generalitat: sólo un 7% de las parejas catalanas tienen una lengua materna distinta. Es decir, una inmensa mayoría (el 93%) tienen de cuna la misma lengua. Esto demuestra que la lengua es importante para las personas. Con ella no se puede jugar, porque es el mismo nervio de la vida. No existe nada más sensible que la lengua que has mamado.
Si miran alrededor, descubrirán que esta afirmación no tiene nada que ver con la política o la ideología, es una estadística oficial de la Generalitat. El margen de error de las estadísticas serias es de más menos un 3%.
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Algo similar sucede en la política, sólo que esto no me lo 'descubrió' ninguna estadística oficial, sino que lo observé cuando tenía 19 años en las primeras elecciones generales de 1977.
Los partidos de izquierdas o derechas se acercan más a la realidad sociológica, al listín telefónico, que los nacionalistas. Casi cuarenta años después sucede lo mismo: los candidatos socialistas y populares están más cerca de la realidad sociológica que los de CDC o ERC. Los de ERC, empero, aún son más pura sangre.
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Toda la vida he oído este latiguillo político falso: que los hijos de no catalanes son 'peores', entiéndase, más radicales (más separatistas) que los catalanes de ocho apellidos. Digo que es falso porque la realidad no lo confirma.
Reconozco que históricamente es una tendencia estable, y ahora no hablo de separatismos: en los campos de concentración nazis los guardianes más crueles no eran de las SS, sino prisioneros que hacían méritos para congraciarse con sus verdugos.
Cuatro siglos antes pasó lo mismo con los conversos: para no ser expulsados del reino tenían que demostrar que eran tan cristianos como los viejos. Y hasta denunciaban a la Inquisición a los marranos, los judíos bautizados pero que seguían en secreto las enseñanzas de Abraham y Moisés, no las de Jesús.
Esto de ahora de ver a los de la ANC aplaudir a uno que les habla en castellano es el colmo del cinismo 2.0
Era una impostura de gente sin escrúpulos que intentan borrar las huellas de su pasado. De estos personajes también tenemos muchos en la República mental de los separatas. Rufianes siempre ha habido y habrá, como el garbanzo negro que destaca en la olla aunque sólo sea uno, pero el garbanzo negro es una visible minoría.
Siempre me sorprendió ver que en la lista de veinticinco candidatos de ERC los García o Fernández se podían contar con los dedos de una mano. Y en las litas de CiU, menos pero también. Esto de ahora de ver a los de la ANC aplaudir a uno que les habla en castellano es el colmo del cinismo 2.0.
El apellido (cognombre, en castellano antiguo) cuenta y mucho, querámoslo no. El mío es Giménez a mucha honra. Me avergonzaría que un familiar se lo cambiara por Eximenis. Ni a mi mujer, que es Farré, que a nadie se le ocurra llamarle Ferrer aunque los eruditos digan que Farré es un error de transcripción en el registro civil.
Ninguna persona decente cambia su apellido, aunque le marque. El apellido aún es más fuerte que la lengua...
Yo pertenezco a esa inmensa minoría del 7% ¡y a mucha honra!