FG, 15 años al timón de BBVA, con la acción hundida
Este año se cumplen tres lustros del advenimiento de Francisco González a la cima de Banco Bilbao Vizcaya Argentaria. A comienzos de 2001, la entidad, a la sazón liderada conjuntamente por él y por Emilio Ybarra, comunicó al Banco de España la existencia en el paraíso fiscal de Jersey de unas cuentas bancarias secretas con fondos por valor de 225 millones de euros. El dinero provenía del Banco Bilbao Vizcaya. Se habían depositado allí para cubrir la jubilación futura de los consejeros del banco vasco, en los términos más placenteros.
La escandalosa noticia desencadenó la dimisión de Ybarra y de todos los miembros del órgano de gobierno oriundos del viejo Bilbao Vizcaya, entre ellos los Aguirre, Ampuero, Collar, Entrecanales, Lezama-Leguizamón, Muguruza, Sánchez Asiaín y Urrutia, es decir, lo mejor de Neguri y la crema de la beautiful people del felipismo.
El codicioso gallego ha hecho y deshecho a su antojo con facultades omnímodas, como si la entidad fuera su coto privado
Así, de la noche a la mañana, González vio despejado el camino para acaparar el pleno poder del banco. Desde entonces, el codicioso gallego ha hecho y deshecho a su antojo con facultades omnímodas, como si la entidad fuera su coto privado. Lleva impresa en su frente la huella indeleble de su designación 'digital' por el distinguido defraudador --presunto todavía-- Rodrigo Rato. Es una especie de pecado original que nunca podrá purgar. Rato lo colocó al frente del banco público Argentaria tras la primera victoria del PP en unas elecciones generales.
FG, intermediario bursátil de profesión, no tenía demasiados conocimientos sobre el negocio bancario. En el año 2000, devolvió el favor a Rato. Le otorgó créditos por importe de 6 millones de euros, sin más aval que la jeta del propio receptor.
A lo largo de quince años, el balance de la gestión de FG como gran timonel del gigante financiero deja mucho que desear. Aunque eso sí, siempre fue un consumado especialista en hacerse trajes a la medida para preservar su poltrona.
Sus primeras providencias consistieron en autoconcederse una remuneración estratosférica, sin parangón en España y en el resto de Europa. Gracias a ella, ha amasado desde 2002 la estupefaciente suma de más de 150 millones de euros. La mitad de este dineral corresponde a un fondo de pensiones, que el caballero se embolsó por anticipado cinco años atrás, sin perjuicio de seguir chupando del bote presidencial.
Ley del embudo
González envió a casa, sin miramientos, a millares de empleados en cuanto rebasaban la cincuentena. Sólo desde 2008, el banco dilapidó 3.300 millones en prejubilaciones. Sin embargo, en un alarde de desfachatez, cambió los estatutos del banco en 2012 para retrasar el cese de los integrantes del consejo desde los 70 hasta los 75 años. El único beneficiario era el propio González, que ya había cumplido 67. Así, prolongó su ya largo mandato hasta el año 2020.
Para perpetrar semejantes tropelías se rodeó de un consejo de administración a su medida, formado por amiguetes, paniaguados y aduladores. Todos le deben el cargo y la prebenda aneja, que supera los 400.000 euros anuales por cabeza.
FG no ha dudado en desembarazarse de cuantos pudieran hacerle sombra o aspirar a sucederle. Mientras él sigue aferrado al sillón como una lapa, ha tenido sucesivamente cuatro consejeros delegados. A los dos últimos, Ángel Cano y José Ignacio Goirigolzarri, los despidió de forma fulminante. Sus respectivas liquidaciones costaron al banco 68 y 26 millones.
En el plano gerencial estricto, adquirió bancos en China y Turquía, que luego ocasionaron unos quebrantos conjuntos de casi 2.000 millones. La última obsesión de FG es la llamada 'banca digital'. Según él, es la panacea. En tres años ha gastado en impulsarla 1.700 millones de euros y este año prevé asignarle otros 2.100 millones.
Bajo la égida de Francisco González las sombras abundan y los aciertos escasean
FG no pierde ocasión para propalar las excelencias de esa aventura digital siempre que puede, pero en el seno del banco las dudas prevalecen sobre las certezas. Caixabank, sin tanta alharaca, acaba de lanzar al mercado imaginBank, primer banco sólo por teléfono móvil, dirigido a los jóvenes.
En resumen, bajo la égida de Francisco González las sombras abundan y los aciertos escasean. Pero hay un dato que compendia como pocos el deplorable balance de su gestión. Cuando asumió la jefatura única quince años atrás, la cotización del BBVA rondaba los 14 euros. Esta semana se arrastra por debajo de los 6 euros. Es decir, después de tres quinquenios de mando indiscutible de FG, los accionistas experimentan una pérdida devastadora del 58%.
González es un ejemplo paradigmático de la plutocracia encarnada en el 1% de la población que posee más riqueza que el 30% más pobre. Visto su ejemplo depredador, no es de extrañar que España se haya convertido en uno de los países donde más crece la desigualdad.
El enriquecimiento de FG a costa del banco alcanza unas cotas obscenas y desconocidas, rayanas en el saqueo puro y duro. Y entretanto, la innominada masa de socios de la institución sufre un varapalo brutal. El calificativo de nefasto para el oligarca galaico peca de corto.