Cataluña pierde otra parcela económica crucial
Ya se encuentran en manos extranjeras los dos grandes grupos empresariales que mueven el formidable tráfico de contenedores del puerto de Barcelona. Uno de ellos, titulado Terminal Catalunya, cayó bajo control foráneo diez años atrás. A principios del presente mes de septiembre se ha anunciado la venta del segundo, Grup Marítim TCB. El adquirente de este último es el coloso danés Maersk, líder mundial del transporte de mercancías por mar.
Ni los gestores de TCB ni los de Maersk se han dignado revelar el importe del trasiego, pero a buen seguro que alcanza cifras siderales. De hecho, el precio de TCB ha experimentado en los últimos tiempos una ascensión vertiginosa. Es de recordar que en el año 2000, el fondo británico de capital riesgo 3i entró en su accionariado con un 30%. A la sazón, se atribuyó a la empresa entera un valor de 200 millones de euros.
Ni los gestores de TCB ni los de Maersk se han dignado revelar el importe del trasiego, pero a buen seguro que alcanza cifras siderales
3i mantuvo su participación durante seis años y acto seguido traspasó su paquete a favor de una accionista histórica de la propia compañía, la familia santanderina Pérez Maura, así como a varios directivos de TCB y a Deutsche Bank. En esta trasferencia, el valor de TCB ya se disparó hasta los 1.100 millones de euros.
Ahora, los Pérez Maura acaban de propinar otro magno pelotazo. Han enajenado su lote del 60,5% de TCB a Maersk. Se dice que los daneses harán extensiva su oferta de compra a los restantes socios minoritarios, entre los que figuran varios fondos de inversión transnacionales.
Los Pérez Maura están emparentados por rama materna con la saga de banqueros Botín. Sin duda alguna, su 'petardazo', si algún día se conocen los detalles, merecerá inscribirse por derecho propio entre los de mayor bulto acaecidos en la historia mercantil de nuestros andurriales.
Declive imparable
Las terminales de TCB tienen una capacidad anual de 4,3 millones de Teu --contenedores de 20 pies--, y están desperdigadas por España, Turquía, Guatemala, Méjico, Colombia y Brasil.
Además de las de Barcelona, TCB posee en territorio español concesiones de terminales en Valencia, Castellón, Gijón e Islas Canarias, adquiridas en buena parte a golpe de talonario. En resumen, compone uno de los mayores conglomerados de la especialidad.
TCB se constituyó en 1972, por fusión de Tersaco y Marítima Layetana, titulares de sendas terminales en el puerto barcelonés. En el año 2000 se transformó en una sociedad holding e incorporó instalaciones de varios puertos españoles y extranjeros. Con tal motivo, la firma A. Pérez y Compañía, que integra los intereses de la familia Pérez Maura, elevó su participación hasta hacerse con la mayoría del capital y erigirse en accionista de control, posición que ha conservado hasta el 'pase' a los daneses.
Este episodio pone de relieve una vez más el legendario 'vuelo gallináceo' de nuestros empresarios y hombres de negocio, por utilizar la famosa expresión que acuñó el irrepetible José Pla
La otra gran protagonista del negocio del trasiego de contenedores en Barcelona es Terminal Catalunya, conocida por Tercat. Fue fundada en 1992 por la familia Mestre Fernández, que hace justo un decenio la vendió al consorcio chino Hutchison. El importe de la transacción se cifró en una suma cercana a los 250 millones de euros contantes y sonantes.
Así, pues, los dos principales conglomerados de servicios portuarios de Barcelona han pasado a manos extranjeras en el suspiro de unos pocos años. El asunto no es baladí, pues no hay que olvidar que el puerto barcelonés es uno de los principales polos de actividad económica de Cataluña. Por tanto, entraña un paso más en el proceso de decadencia que se viene experimentando de un tiempo a esta parte, y que semeja no tener fin.
Este episodio pone de relieve una vez más el legendario 'vuelo gallináceo' de nuestros empresarios y hombres de negocio, por utilizar la famosa expresión que acuñó el irrepetible José Pla. Los Pérez Maura, como anteriormente los Mestre, han preferido pájaro en mano que ciento volando. Lo penoso de semejantes decisiones, por legítimas que sean, reside en que acarrean la sucesiva pérdida de parcelas económicas esenciales para el futuro del país.