Cambiar todo para que nada cambie
Parece que lo que venimos llamando algunos regeneración política, otros la entiende como "quítate tú, que ya me pongo yo para seguir haciendo lo mismo". Posiblemente esté muy equivocado, pero lo que se le debe de pedir a un político, entre otras cosas, es sinceridad en los planteamientos, claridad ideológica y sentido de responsabilidad, para consigo mismo y para sus votantes o electores.
Lo que se le debe de pedir a un político, entre otras cosas, es sinceridad en los planteamientos, claridad ideológica y sentido de responsabilidad
Un político electo no tiene un cheque en blanco, para hacer con él lo que le venga en gana, más bien lo que tiene es una responsabilidad ante sus electores de hacer aquello que prometió, llevar a buen término aquella ideas que explicó y sobre todo no hacer aquello que prometió que jamás haría.
Que nuestro sistema electoral permite comercializar con los resultados obtenidos es una realidad, y por eso, entre otras cosas, hay que cambiarlo. Sobre todo porque los políticos sin escrúpulos, no es que comercialicen con los resultados, es que se venden al mejor postor con tal de obtener una Alcaldía o una Presidencia de una Comunidad Autónoma. ¿Y qué es lo que venden? lo que venden en realidad no son escaños o concejales, lo que venden es ideología su propia ideología, hasta hacerla desaparecer diluyéndola en otra que le dé soporte, muy posiblemente esta esté en las antípodas de la predicada y manifestada a los ciudadanos para conseguir el voto. Así empieza la corrupción, esa que todos en campaña han prometido erradicar.
Esto permite que los que decían que nunca pactarían con la "Casta" se echan en brazos de los casposos, los que se declaraban no independentista, abrazan la estelada como cualquier converso, y algunos no solo se cartean con los casposos, sino que también abrazan las banderas independentistas. Pero aquí no para la cosa, los corruptos ofrecen gobiernos de unidad nacional, a los que han formado candidaturas sin las más mínimas reglas de juego democrático. La injerencia de otros en la vida política interna de los partidos adversarios son constantes, unos les exigen primarias, otros pureza de sangre para que obtengan su apoyo.
Aquí no se trata de contrastar "programas" a ver qué es lo que en común pueden realizar, aquí se trata de subyugar al adversario y mantenerlo en vilo todo el mandato, ya que si retiran el apoyo los mandan a la oposición y muy posiblemente al pacto del hambre. Esos son los gobiernos en la sombra que habrá que alimentar.
Hambre, que palabra tan odiosa y tan presente en nuestros días. La necesidad de costear los gastos de los grandes partidos que han sufrido una debacle electoral les hace perder los principios y no les importa cambiar su ideología. Así les va, dentro de cuatro años el ciudadano se habrá olvidado y vuelta a empezar. Todo esto se podría corregir, ¿es tan difícil que el pueblo democráticamente elija directamente a su Alcalde o Presidente de su comunidad autónoma? En absoluto. Solo hay que cambiar la ley Electoral, pero así llevamos 37 años y nadie, aunque todos la comentan en determinadas circunstancias, nadie hace nada por cambiarla.
En el fondo se encuentran a gusto con ella porque ello les permitirá seguir negociando, sus prebendas, mantener sus roles, aunque el voto del ciudadano se convierta en moneda de cambio y prisionero de los partidos una vez emitido. A partir del trece de junio, veremos lo variopintos de las composiciones de los Ayuntamientos o de de los gobiernos de las Comunidades Autónomas, todos en su retórica de justificación tendrán razón formal y será hasta creíble para unos cuantos, fundamentalmente para los militantes de las formaciones que se han prestado a los cambalaches. Hasta las defenderán en público, aunque en privado mantengan aquello de que para este camino no hacía falta alforjas.
La desafección a los partidos escribirá otro capítulo inefable de nuestra historia democrática, no acaban de entender aquello de la pérdida constante de votos, y su motivo, los nuevos que se han aprovechado de esa pérdida con de un discurso trasnochado, pero creíble a simple vista, caerán en la red de araña del juego del poder por el poder, ellos ya formarán parte del sistema.
Siempre me he resistido y me resisto a entender el alcance de aquella frase de Felipe González "qué más da que el gato sea blanco o negro lo importante es que cace ratones". En ocasiones he escrito que este legado de Felipe, me pareció siempre como el inicio de la decadencia de las ideologías. Hoy tengo que manifestar que mis afirmaciones sobre la misma se muestran como una realidad incuestionable, para algunos es la base de su existencia en la política. El resto, las campañas, el hablar con la gente, el decirle lo que quieren oír hasta llegar al voto, no es más que adorno y la parafernalia, lo que importa es el poder.
Los políticos sin escrúpulos se venden al mejor postor con tal de obtener una Alcaldía o una Presidencia de una Comunidad Autónoma
La subsistencia para determinadas formaciones políticas es más importante que la propia democracia, o lo que es lo mismo, que el significado de los resultados electorales, aunque se sienten en el banquillo por corruptos.
La venta de soberanía y la desaparición del estado del bienestar como consecuencia de esa pérdida de soberanía, no importa, lo importante es estar sentado a la mesa de los poderosos, donde los maltrechos ciudadanos pueden sobrevivir de las migajas, convertidas en subvenciones o subsidios de caridad, mientras se les expolia sus exiguos salarios.
Aquellos otros que se hicieron eco de la indignación lógica de la ciudadanía, hoy con un determinado éxito electoral, han venido para quedarse, ya no se acuerdan cuando decían que no querían ser partidos políticos, que no querían hacer política. Pues bien, ya están acomodados a la mesa, se han acicalado y están prestos a exigir su parte de poder, aunque sean la tercera fuerza política y no hayan ganado ni un primer puesto en ninguna comunidad. Se saben necesarios para cambiar de signo determinados gobiernos, pero también saben que no son necesarios para que las cosas continúen igual que antes. Es por ello que prefieren dar gobiernos a la derecha, y dejar las cosas como estaban, si la izquierda socialdemócrata no accede a sus exigencias.
Ellos, sin embargo, bajo una pretendida manifestación a favor de los Derechos Humanos, no condenan el mantenimiento de presos políticos en los países que los han financiado. Prefieren mantener la ambigüedad a la condena del terrorismo de ETA o sencillamente se manifiestan contra los símbolos constitucionales de este nuestro país. Pero eso si han venido para quedarse, ya no para encabezar los movimientos ocupas, sino para obtener su parte del pastel.