Cataluña no es independentista
En 2014, el año mítico secesionista para tocar el cielo soberano, hemos constatado lo que ya sabíamos desde hace 35 años, que Cataluña no es independentista. ¿Cómo se puede constatar lo que asevero en el título?. La evidencia la sustento en los datos del 9N, de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) estatal, del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) catalán y de otros estudios, trabajos y argumentos que expondré a continuación.
El dato contundente del 70% de catalanes que dimos la espalda a la iniciativa soberanista, corrobora la tendencia histórica de las encuestas del CIS y del CEO
No obstante, es innegable que en Cataluña existe un movimiento secesionista, inicialmente irrelevante, que ha ido creciendo a la par que el Gobierno autonómico iba consolidando su poder e influencia. Ha llevado a cabo una propaganda sistemática, con subvenciones al entramado soberanista y una política desleal con el estado, todo ello con excusas varias y mucho victimismo.
Para conocer lo que opina cualquier población de referencia como Barcelona, Cataluña o España en su conjunto, se pueden realizar encuestas demoscópicas a una pequeña muestra de individuos de esa población. Pero debe realizarse de forma metodológicamente adecuada para poder asumir (mediante inferencia estadística) que los resultados obtenidos son un reflejo válido y fiable de lo que opina toda la población. Por ello, la encuesta debe realizarse a una “muestra representativa” de toda la población, seleccionada con individuos al azar (habitual de 1000 a 2000 ) y una composición similar a la población en edad, sexo, municipio, provincia, lengua, etc.
Pero lo ocurrido el día 9 de noviembre de 2014 en la jornada de participación ciudadana (auspiciada y coorganizada por la Generalidad de Cataluña), donde se consultó sobre la Independencia de Cataluña, implica que ya no es necesario recurrir a una muestra reducida para conocer lo que opina toda la población catalana. Pues el 9N de 2014 nos reflejó directamente el resultado de la consulta, no legal pero real, en que tan solo el 29 % de la población se inclinó por el SI a la independencia pero el 70% le dimos la espalda a la misma. Los que vivimos en Cataluña pudimos comprobar que ese día fueron a votar la inmensa mayoría de independentistas, incluidos jóvenes de 16-18 años, residentes e incluso personas de edad con limitaciones de salud acompañados por sus allegados, que no perdieron la ocasión para la foto y las redes sociales. Estaban muy motivados por dos poderosas razones que les movilizaba desde hace años: 1) Votar sobre la independencia para ver si sonaba la flauta ese día sobre lo imposible o en su defecto, lo que realmente buscan los promotores, que es ejercer actos consumados sobre soberanía y 2) Ir a la contra y desobedecer explícitamente al estado español sobre la prohibición de celebrar un referéndum sobre la autoderminación y otra vez con el objetivo de imponer su soberanía.
Podemos concluir de forma plausible que el 9N es el reflejo más cercano a la realidad del apoyo que tiene hoy en día la independencia entre la población catalana. Pues ese día no se consultó a una muestra representativa de 1000 catalanes, sino que se consultó directamente a toda la población de independentistas catalanes que fueron a votar con la fe de conseguir una mayoría.
No quitamos relevancia a esta parte de población catalana nacionalista, pero pretender conseguir la secesión unilateral con una minoría ¡no es muy realista!. Ciertamente, son una minoría de catalanes hipermovilizados, hiperfinanciados (pero con el dinero de todos), uniformados y omnipresentes en las calles, imponiendo sus símbolos en instituciones, presentes en los medios públicos y en privados subvencionados, con el apoyo del Gobierno de la Generalidad, de sus consejerías, de entidades y partidos políticos. Este entramado soberanista, a pesar de ser minoría social, han sabido capitalizar el poder al movilizarse más en las elecciones catalanas, municipales y en todo tipo de instituciones. Desde su atalaya de poder, esta minoría social ha llevado a cabo en los tres últimos años una propaganda explícita y abusiva en pro de la independencia. Todo ello, en el marco de una lluvia fina que dura ya casi 40 años, para crear un imaginario colectivo catalán y antiespañol y la construcción silenciosa de todas las estructuras de estado posibles (en gran parte duplicadas), para que tan sólo quede por conseguirse la soberanía. Una política desleal que viene de lejos y no de las excusas teatralizadas de última hora (España nos roba, la sentencia del Estatuto, Queremos votar, etc).
Pero también resulta paradójico que, después de cerca de 4 décadas de educar a catalanes (en la escuela y medios públicos) para que no se sientan identificados ni quieran a España y después de una matraca propagandística de 3 años asfixiantes en favor de la independencia de Cataluña, pues llega el 9N y nos demuestra que no hay más cera que la que arde. ¡ Pero la cera del cirio pascual que ha montado el entramado soberanista se va consumiendo inexorablemente!
El dato contundente del 70% de catalanes que dimos la espalda a la iniciativa soberanista, corrobora la tendencia histórica de las encuestas del CIS y del CEO. En su evolución anual de encuestas entre 1980 y 2010, podíamos observar una media del 10% al 15% de independentismo entre los catalanes. A partir de 2011, según el CEO, fueron incrementándose en sus encuestas la opción del independentismo hasta el 30% y al final de 2013 se llegó a la cota más alta con el 48,5%. Pero en la encuesta del CEO de final de 2014 inicia una tendencia descendiente de apoyo a la independencia bajando al 45,5%, y sigue bajando en marzo 2015 a 44,1%. En cambio los que se oponen a la independencia ganan en 2014 con un 45,3% y siguen subiendo hasta el 48% en 2015.
El 9N es el punto de inflexión con un efecto de válvula de descompresión, el gobierno central se mostró magnánimo y cauto en la respuesta ante el desafío y la desobediencia, el tiempo parece que le da la razón.
¿Pero qué ha ocurrido para que el independentismo que se mantuvo constante y no superaba el 15% durante décadas, hayan subido sus apoyos a más del doble en 2012 y 2013? Desde el análisis de los acontecimientos recientes y su valoración, cuatro son desde mi punto de vista, las causas principales que lo justifican.
La primera causa, es la crisis económica y el descontento social consecuente, que ha captado a gran parte de la ciudadanía indignada en medio del proceso reivindicativo soberanista.
La segunda causa, es el oportunismo político de CiU y de su presidente, al incorporarse a una corriente soberanista que parecía imparable con la diada del 2012, obteniendo así unos adeptos votantes conseguidos de forma gratuita e interesada y no por ideología. Además el nacionalismo soberanista conservador, al sumarse explícitamente al independentismo de ERC, culminaba de alguna forma la obra de Jordi Pujol, en cuanto a expiar la culpa de una buena parte de la burguesía catalana que se adhirió al golpe de estado de 1936 y participó activamente en el régimen franquista (J.Bonet. El País 22/8/2014).
La tercera causa, se debe a que el entramado nacionalista catalán (con el Gobierno autonómico al volante, con todas sus consejerías, los gobiernos municipales independentistas, los partidos soberanistas, asociaciones y entidades afines y los medios de comunicación públicos y privados subvencionados), ha invertido ingentes cantidades de dinero y recursos para propaganda y publicidad independentista. Lo más grave, es que lo han hecho en plena crisis económica, con cifras de desempleo escandalosas y menor cobertura social, con graves recortes sociales en temas de sanidad, educación y ayudas a la dependencia.
A la campaña publicitaria a favor de lo que quiere una minoría de soberanistas, nadie se ha podido escapar y mucha gente de buena fe se han creído unos eslóganes engañosos muy sencillos de transmitir, preparados por expertos neurolinguistas para manipular a la opinión pública (¡España nos roba!, Derecho a decidir, Queremos votar, Votar es normal, España nos frena, etc). Valga la siguiente analogía para entenderlo mejor: Que cualquiera haga el ejercicio de mirar en su despensa o frigorífico y observará que una buena parte de los productos y marcas que contiene, son fruto de la compra inducida por la publicidad y márqueting a la que están expuestos. Si la independencia de Cataluña fuera un producto comercial envasado, pocos consumidores se hubieran librado de verse expuestos a comprar éste producto de márqueting político, que nos ha estado vendiendo el entramado nacionalista. Se ha forzado al resto de ciudadanía a comprar este producto de forma idealizada, con bondades mágicas, sentimentalismo y poca reflexión, como en cualquier compra compulsiva inducida por la publicidad (¡la chispa de la vida de las bebidas refrescantes!). La campaña ha dado sus frutos y podría haber contribuido a superar el 15% de independentismo crónico previo.
La cuarta causa que ha contribuido al incremento temporal del independentismo, ha sido más bien una distorsión deliberada de la realidad por el entramado secesionista. Se ha estado magnificando la situación para intentar desactivar a la sociedad, al dar una sensación falsa de que existía en Cataluña una mayoría abrumadora de soberanistas y por ello ya nada se podía hacer en contra. Valgan los ejemplos documentados sobre las exageradas cifras de asistentes a las 3 diadas del 11 de Septiembre de 2012 a 2014, donde las fuentes soberanistas llegaron a cifrar entre 1,6 a 2,3 millones de participantes, cuando fuentes neutrales de los periódicos de El País y La Vanguardia los estimaban entre 650.000 y 900.000, calculando las superficies ocupadas por metro cuadrado en horas punta y por fotos aéreas. Otra de las exageraciones infundadas, era la cifra del 80% de los catalanes que estaban a favor del derecho a decidir, cuando aún hoy nadie sabe exactamente en qué consiste, a no ser que se refiera a un eufemismo del derecho de autodeterminación y sobre el cual ni de broma encajaría el caso de Cataluña, según los preceptos de la ONU. Ni EEUU, ni Francia, ni Alemania, ni Italia, entre otros, tienen en sus Constituciones el derecho a la autodeterminación de una parte de su territorio.
Por lo que respecta a esta cuarta causa, cabe detenerse en los estudios sociológicos y de opinión. Entre las estructuras de estado creadas por el entramado nacionalista, construidas en los últimos 35 años, tenemos el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió). Ésta entidad similar al CIS estatal (otra entidad duplicada más en una política típica de no cooperación ni lealtad institucional), depende del Sr. Francesc Homs, Consejero de la Presidencia de la Generalidad, confeso y fervoroso independentista, es decir Consejero de solo una parte de catalanes . Como el Presidente de la Generalidad que ha decidido que sólo lo es de una parte de catalanes, los independentistas.
El CEO tiene unos magníficos profesionales y realizan unas encuestas periódicas donde intentan leer la realidad social catalana al servicio del gobierno del que es titular. Pero como expone Fernando Vallespin (El País, 6/2/2015), las encuestas además de realizar estudios demoscópicos se han convertido en una poderosa arma para crear realidad. Efectivamente, en el contrastado blog del politólogo y economista D. Lizoain nos demuestra que “seleccionando la muestra puedes seleccionar el resultado”. Concretamente analiza y describe que la variable que mejor discrimina los resultados sobre la tendencia independentista es la lengua (catalán o castellano) que usan las personas encuestadas. Es decir, en diversas encuestas realizadas por el CEO entre 2012 y 2014, la muestra seleccionada estaba sobrerrepresentada por encuestados con lengua materna catalana y por ello el resultado del SI a la independencia no era real, sino sesgado y amplificado. Si las muestras seleccionadas reflejaran la distribución real de la composición lingüística, de acuerdo al indicador más fiable en este caso, como es la Encuesta de usos lingüísticos de Cataluña, entonces nunca se hubieran reflejado en las encuestas del CEO un SI mayoritario por la independencia, como sesgadamente informaban de 2012 a 2014. Es decir hubiera ocurrido lo que ha reflejado la encuesta del CEO a final de 2014 y a inicios de 2015, que los partidarios de la independencia son menos que los que están a favor de seguir unidos.
Los datos son tozudos y apuntan que ¡Cataluña no es independentista!. En un rigoroso artículo de Antoni Zabalza (El País, 21/11-2014), se realiza una extrapolación de los resultados del 9N a un hipotético referéndum convencional, con una metodología plausible y razonable. Los resultados reflejan un 56% en contra de la independencia frente a un 44% a favor.
Después del 9N el movimiento secesionista ha enmudecido ante el silencio atronador del 70% de catalanes que no se manifestó por la independencia
Pero si parece claro que Cataluña en su conjunto no es independentista, ¿por qué se empeñan las elites o casta soberanista en querer forzar la realidad desde una posición socialmente minoritaria?. La respuesta parece clara y nos lo describe de forma diáfana Francisco J.Laporta (El País , 20/10/2014), al advertirnos de las trampas de un consulta soberanista: “Aunque los independentistas saben que no son mayoritarios, se empeñan en votar sus preguntas para que el mero hecho de hacerlo sea el reconocimiento institucional de su carácter de nación”. Evidentemente, no pudieron celebrar un referéndum legal vinculante. Para ellos el hecho de haberlo podido celebrar, hubiera sido un hecho consumado con carácter de sujeto político soberano, que puede autodeterminarse por esta vía.
Después del 9N el movimiento secesionista ha enmudecido ante el silencio atronador del 70% de catalanes que no se manifestó por la independencia, comparado con el ruido estéril que produjo el 29% de independentistas. Pero después de las dudas post 9N, quieren volver a intentarlo en las elecciones municipales de mayo y en las autonómicas del 27 de septiembre de 2015. Tienen la esperanza de que en esta ocasión la ciudadanía no independentista se abstenga como en otras ocasiones (entre el 30-50%), pues ha cometido el error histórico de dejar el poder en manos exclusivas de soberanistas. El Parlament no suele reflejar la composición demográfica y social de Cataluña, tiene un sesgo nacionalista.
Pero hablando de errores, tres son los graves errores que han cometido desde el entramado nacionalista catalán. El primer error ha sido minusvalorar a España, al estado y a la nación plural, como si fuera un fallo histórico su propia existencia y contraponiéndola de forma excluyente a una pequeña nación catalana supuestamente homogénea y de nacionalismo identitario, esencialista y supremacista. El segundo error ha sido menoscabar al pueblo español, que es donde reside legalmente la soberanía de la nación plural española desde la Constitución de 1978, refrendada en Cataluña con amplias mayorías democráticas de participación (68%) y aceptación (91%) y superior a la media española; claramente superiores a las del Estatuto de 1979 y muy superiores al desafortunado Estatut 2006 (48% de participación y 76% a favor). El tercer gran error, es el de desconsiderar y ningunear a la ciudadanía residente en Cataluña que se siente catalana y española al mismo tiempo, pues intentan que una minoría de independentistas pueda imponer su proyecto al resto.
Es decir, el movimiento secesionista catalán, con su minoría social y nacionalista, quiere imponer a los catalanes españoles, a todos los españoles en su conjunto y al estado español, un trágala que denota unas ínfulas megalómanas alejadas de la más sensata realidad posibilista. Da que pensar, que los catalanes secesionistas se parecen mucho más al resto de españoles de lo que ellos se piensan, pues con ésta actitud ante los tres grandes (errores) molinos de viento a los que se enfrentan, les delata como personajes quijotescos dignos del más genuino Don Quijote.
Quien esto escribe cree que una solución al conflicto catalán ya se tendría que haber resuelto hace tiempo, pues tiene la convicción que si se hubiera planteado una consulta en todo el estado, se hubiera ganado seguro, de forma amplia y democrática en las urnas y a favor de la convivencia. Pero también cree que no debe haber vencedores satisfechos, ni vencidos resentidos que aspiran a la siguiente oportunidad. Por lo que el lema de los socialistas catalanes, parece muy sensato “diálogo, negociación y pacto” y es de aplicación transversal. Desde la plataforma ciudadana transversal Societat Civil Catalana, lo llevamos a cabo, pues dialogamos, negociamos y pactamos entre personas de diferentes ideologías. Al final, si esto se produce, todos renuncian a algo, pero lo que está claro es que todos aportan y todos ganan, pues se ha construido un pacto y una alianza. Además un pacto se puede votar y refrendar al final. ¿No es más sensato y viable que una fractura?.
El expresidente de Quebec, Jean Charest, recientemente nos visitaba en Barcelona acompañado de Josep Borrell, invitados a un dialogo moderado por Joaquim Coll de Societat Civil Catalana. Su testimonio no tiene desperdicio: el referéndum no solucionó los problemas en Quebec, tensionó y dividió a la sociedad y quedan cicatrices. Además Montreal salió perdiendo económicamente y favoreciendo enormemente a Toronto, que ha acabado atrayendo las inversiones por la incertidumbre secesionista.
Hay que agradecer que, después de varias décadas de tacticismo para conseguir transferencias e ir construyendo estructuras de estado sin hacer ruido, hayamos pasado a un escenario en que queda poco que transferir y ya se pida directamente la soberanía. Así en la actualidad, las cartas están encima de la mesa, los nacionalistas nos plantean ahora sus aspiraciones después de 35 años de hacer ver que éramos socios al estar negociando todas las transferencias posibles para su proyecto futuro inconfeso. El nacionalismo identitario catalán nos plantea sus aspiraciones de identidad única, contrapuesta y excluyente de las que tenemos los catalanes españoles, con nuestra identidad plural. E. Lamo de Espinosa (El País, 23/1/2015) nos expone que “Si España es compuesta, Cataluña lo es mucho más. El catalanismo se niega a ver su diversidad”, además nos recuerda que “ En el mundo hay unos 200 estados y sería un gallinero si las más de 5.000 etnias con más de 7.000 lenguas reclamaran su estado”.
Gracias a esta, por fin, cruda franqueza, pues ya sabemos a qué atenernos, a diferencia de los últimos 35 años que ingenuamente nos confiamos del catalanismo supuestamente pactista (pero agazapado independentista) y les hemos dejado hacer con paciencia lo que nos encontramos hoy. Han conseguido el poder de instituciones políticas, entidades de toda índole, como el Parlamento autonómico de Cataluña y otras entidades, donde sin ser mayoría social ni ser representativos de la estructura social general, han parasitado el poder para su interés. Existe un sesgo demostrado entre la distribución social del Parlament y la estructura social y demográfica catalana, fruto de la abstención ingenua de muchos catalanes que creían que aquello era un tema de los catalanistas, con abstenciones electorales relevantes a lo largo de los años.
Esta sinceridad súbita desde hace 3 años de las élites del partido Convergència Democràtica de Catalunya, que representa a la burguesía catalana, resulta como mínimo curiosa, a diferencia de ERC que es monocorde con sus planteamientos desde hace años. Como reza el historiador Joaquim Coll, la secesión es la respuesta egoísta y oportunista de una parte de las clases medio altas de Cataluña.
Esta franqueza secesionista llega hasta el extremo desacomplejado de decir en público lo que piensan y dicen en la intimidad. Como es el caso del periodista que escribe, y un periódico de cabecera del entramado soberanista suscribe, que los catalanes soberanistas se consideran mejores que el resto de los españoles y lo manifiestan sin ambages (Jordi Cabré, Som millors. El Punt Avui 30-03-2015). Este señor considera que ¡¡si los catalanes no fueran mejores que el resto de españoles, entonces sería una vergüenza!!. Y lo sustenta con una retahíla de argumentos seleccionados parcial y caprichosamente, cuando gran parte de los argumentos que aporta lo son por el hecho de que Barcelona es una gran ciudad española y no solo la capital de provincia de los pueblos independentistas catalanes. Entre otras obviedades, arguye que son mejores porque organizaron los JJOO de 1992, cuando todo el mundo sabe que se consiguieron por ser Barcelona una ciudad española con todo el apoyo de los españoles, del estado español y la corona. Estos estamentos fueron decisivos para que Samaranch fuera Presidente del COI, habiendo sido embajador español en la extinta URSS y con gran influencia en países de su órbita de poder, así como en países sudamericanos y árabes. Samaranch, muy barcelonés, catalán y muy español fue decisivo para conseguir los Juegos y ahora los secesionistas catalanes quieren acaparar de forma egoísta lo que fue un proyecto Barcelonés y español. ¡Vaya morro!
Con la misma sinceridad se ha expresado el responsable del Institut d’Estudis Catalans, que ha manifestado recientemente que el catalán debería ser la única lengua de Cataluña.
Bien, por lo menos ahora ya sabemos a lo que nos enfrentamos, al independentismo de ERC, la ANC y Omnium, se ha unido súbitamente CiU en 2012 arrastrando a parte de la burguesía catalana, otrora pactista . A diferencia del período de la táctica pujolista del “peix al cove” (pájaro en mano), en que se depositó confianza a pesar de que nunca quiso comprometerse a entrar en el gobierno estatal. Pujol ayudaba a mantener gobiernos de izquierdas y derechas (¡qué más da!) a cambio de transferencias, las cuales acababan convirtiéndose en estructuras de estado. Han dado el paso y han salido del armario los que hacían ver que pactaban, para encontrarse todos los secesionistas en un entramado político, mediático y de entidades sociales, que empoderadas con recursos de todos los catalanes van en contra de una parte de ellos . Además, en esta vorágine y con inusitado descaro, los secesionistas se autoseñalan con sus esteladas, ostentando sus símbolos en casas, vehículos y lo que es peor, desde entidades públicas intentan imponer al resto de catalanes su simbología nacionalista en el paisaje de todos, marcando territorio.
Pero como vimos en el 9N y en las encuestas sociológicas son minoría a pesar de que capitalizan el poder por pasividad y abstención de una parte de catalanes, que no se han implicado hasta ahora en la gobernanza de Cataluña. De acuerdo a un análisis de J.Arza y P.Mari-Klose (2014) de los datos de las elecciones realizadas en Cataluña, si observamos las autonómicas refleja una abstención promedio del 40%, y los partidos nacionalistas suman el 48% que superan a los partidos no nacionalistas con el 38%. En cambio , en el mismo estudio , en el promedio de las elecciones generales observamos una abstención del 29%, claramente inferior a las autonómicas y en este caso los partidos no nacionalistas (55%) superan de forma clara a los no nacionalistas (32%). Queda claro que en Cataluña los votantes no nacionalistas no votan tanto en las autonómicas y dan el poder a los soberanistas.
La mayoría de los que en Cataluña nos consideramos catalanes y españoles, conjuntamente con la mayoría del resto de españoles, tenemos una ventaja en esta contienda: no nos movemos por el resentimiento ni menos aún por el odio
De acuerdo a Félix Ovejero (2014), en Cataluña el 55% de los catalanes tienen el castellano como lengua materna, frente al 32% que tiene el catalán. En contraste, solo un 7% de los parlamentarios catalanes reconocen el castellano como su “identidad lingüística”. Es decir los que mandan no reflejan la realidad social. Cerca del 70% de los catalanes que en primera o segunda generación proceden del resto de España, ocupan las capas socioeconómicas más bajas de la sociedad y viven en el extrarradio de las ciudades, que son los que se abstienen en las autonómicas. En cambio los “colonizados catalanes” habitan en los mejores barrios y con su minoría social si que han parasitado el poder, por ausencia de los otros catalanes que tendrán que espabilar de una vez en este año 2015 y a partir de él, sino quieren ser súbditos de una minoría o casta que ocupa el poder desde planteamientos soberanistas.
Estos datos se corroboran con el riguroso estudio realizado en Mayo de 2015 por el Observatorio Electoral de Cataluña de Societat Civil Catalana. Concluye también que el separatismo arraiga solo en una minoría de catalanes (29%). El 75% de ciudadanos viven en municipios con bajo índice secesionista y la abstención en estos municipios no independentistas favorece la sobrerrepresentación secesionista.
Pero como expongo en el título del artículo y justifico a lo largo del mismo, se concluye que ¡Cataluña no es independentista!, a pesar del intento agónico de forzar la realidad por una minoría organizada. Es evidente que el procés empieza a estar amortizado y ya debemos ubicarnos en un escenario postprocés para afrontar el futuro. Pero desde una perspectiva realista, sentando las bases de lo que queremos que sea Cataluña en adelante y a partir de los que estamos aquí y ahora y vivimos el presente. Nunca en nombre del pasado ni de los que se lo auto adjudican de forma esencialista y ventajista.
Ahora toca superar el presente y la grave crisis de confianza entre los que han impulsado el procés y el resto de catalanes, así como con el resto de españoles. Pues a pesar de todos sus esfuerzos, han visto que no es posible pues son muchos más los catalanes que no queremos. A pesar de lo obvio y de forma desesperada, volverán a tensar la cuerda en las elecciones municipales de mayo 2015, para coger posiciones. Y en las elecciones autonómicas del 27 de septiembre, si hacemos caso al entramado soberanista, intentarán ganarlas para iniciar un proceso constituyente fuera de la legitimidad actual o incluso, amenazan con una DUI (declaración unilateral de independencia). Son signos de que el procés cada vez es más débil y terminal. Al constatar que son minoría social según el 9N, CIS y CEO, pues no se conforman y quieren conseguirlo con lo que ellos denominan elecciones plebiscitarias, no previstas en nuestro ordenamiento.
El daño está hecho y habrá que coser los rotos en el futuro, pues el gobierno de Cataluña con su incorporación formal al entramado soberanista ha fracturado socialmente en dos partes a los catalanes. Pero el espíritu de los catalanes españoles no es ni de ansias de victoria ni de revanchas y esta contienda que nos han planteado se ha superado hoy sin los errores e hiperespuestas del pasado, que retroalimentaban el victimismo de forma crónica para tener una excusa y perpetuar su causa secesionista.
La mayoría de los que en Cataluña nos consideramos catalanes y españoles al mismo tiempo, conjuntamente con la mayoría del resto de españoles, considero que tenemos una ventaja en esta contienda, no nos movemos por el resentimiento ni menos aún por el odio. Lo que nos mueve es la concordia y la fraternidad, pues consideramos a nuestros vecinos secesionistas como nuestros conciudadanos, con los que hay que encontrar un acuerdo. La historia nos ha demostrado que los movimientos sociales basados en la nobleza que representa la convivencia, concordia y fraternidad, se acaban imponiendo a los planteamientos inspirados en la confrontación.
Además es una buena oportunidad de regeneración de un proyecto ilusionante para una gran nación plural, como es España.