Pensamiento
'L'endemà', un insulto a la inteligencia
La sensación que sientes a medida que va avanzando el documental secesionista 'L'endemà' es de hastío, abatimiento, impotencia, a veces incredulidad, ante tanto integrismo mental. La renuncia a la neutralidad, al equilibrio y la ciencia, al conocimiento sosegado y respetuoso con la mirada del otro es tan patética, que el rechazo a veces se torna condescendiente y sientes piedad por quien ha sustituido los hechos por la fe, la razón por las emociones y la creación artística por la propaganda empalagosamente adolescente. Es tanto el deseo por el objetivo, que han renunciado a salir de la caverna de Platón convencidos de poder convencer así a cuantos andan aún descarriados de la manada. Todos los trucos lacrimógenos del cine se ponen al servicio de la manipulación del espectador. Pasto para creyentes.
El documental, realizado por la presidenta de la Acadèmia del Cinema Català, Isona Passola, y cuya financiación ha sido apoyada por doce instituciones, entre ellas TV3, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Cataluña, más una campaña de crowdfunding, es un recorrido por todos los mantras económicos, culturales e históricos que el catalanismo secesionista ha venido fabricando y vendiendo durante el pujolismo.
La mentira, la información interesada, la repetición de emociones confundidas con hechos, las insidias y los juicios de intenciones contra todo lo que no entre en sus esquemas nacionalistas, son la columna vertebral de la cinta
Sin opiniones contrapuestas ni dato alguno contrastado, el documental se reduce a un publirreportaje de ombligo sin más alcance que ensimismarse en las obsesiones nacionalistas al uso. La mentira, la información interesada, la repetición de emociones confundidas con hechos, las insidias y los juicios de intenciones contra todo lo que no entre en sus esquemas nacionalistas, son la columna vertebral de la cinta. Nadie en el relato necesita abuela, la Cataluña del derecho a decidir será maravillosa, la nación más democrática, la sociedad más pacífica y el sistema educativo mejor del mundo. Y España, esa España de la que se divorcia, un engendro de corrupción, ineficacia, autoritarismo, intolerancia, expolio e ignorancia. Eso sí, como instrumento de propaganda nacionalista, la directora ha apostado esta vez por adornarla con piel de cordero para no asustar a todos los que serán sacrificados en el altar de esa Ítaca inventada y pudieran oponerse si la apuesta independentista les asustase. Este cinismo es especialmente insoportable cuando hablan de respetar el castellano, o en la ausencia total de senyeres y estelades. Si en la Cataluña de hoy no permiten estudiar en castellano y la estelada la encontramos hasta en la sopa, ¿por qué habríamos de creer que van a respetar un solo derecho cultural, nacional o lingüístico que no cupiese en la matriz étnica excluyente que se están fabricando con mentiras y derechos históricos inventados, hoy?
Detenerse en cada uno de los mantras que defeca el guión sería tarea necesaria, pero inútil. Ya se ha hecho. Sin merma en su delirio. Ya se ha demostrado que no es Cataluña la que tiene más déficit fiscal, sino Madrid y Baleares; ya se ha demostrado que robar, roban en toda España, también en Cataluña, aunque en la cinta no aparezca ni una sola vez el defraudador y comisionista Pujol, etc. También se han pronunciado las principales autoridades europeas contra la proclamación unilateral de independencia y han dicho por activa y por pasiva que, en caso de secesión, Cataluña quedaría fuera de la UE. Sin embargo, la cinta oculta esa evidencia y se dedica a traer amiguetes irrelevantes del Parlamento Europeo para decir lo contrario. Muy chusco todo y, a veces, insoportablemente xenófobo, como cuando vuelven a insistir en que Cataluña trabaja para que los andaluces se pasen la vida en el bar, o cuando siguen insistiendo en que las autopistas solo se pagan en Cataluña. Y así. Insoportablemente cansinos.
De todas ellas, hay sin embargo dos manipulaciones especialmente sucias. Una, la reducción de la historia de Cataluña a la historia en la que una madrastra le ha venido atizando mamporros hasta el día de hoy, donde, al fin, el derecho a decidir nos hará libres. La manipulación es tan burda e infantil que hasta los personajes son titelles (marionetas), una metáfora de cómo nos tratan: como muñecos incapaces de pensar por nosotros mismos, donde los títeres o las analogías con plantas y flores o bandejas de pasteles sustituyen datos científicos e informaciones contrastadas. Un insulto a la inteligencia, una vergüenza.
Muy chusco todo y, a veces, insoportablemente xenófobo, como cuando vuelven a insistir en que Cataluña trabaja para que los andaluces se pasen la vida en el bar
Pero donde la manipulación apesta a Corín Tellado y sofismas es en la introducción como leitmotiv de una pareja de jóvenes casados en trance de separación como metáfora de la ruptura de España y Cataluña, y el divorcio como solución más civilizada. Por supuesto, el hombre es España, la chica, Cataluña. No podía ser de otra manera, él es el machista, intransigente, cazurro, autoritario, derrochador, irresponsable, el acosador incapaz de enfrentarse a la vida por sí mismo; ella, por el contrario, es la chica incomprendida, la mujer valiente, racional, moderna y comprensiva, segura de sí misma y capaz de enfrentarse al futuro. Él no quiere el divorcio, ella sí; él la considera propiedad suya, ella le invita a ser libre y autónomo. Un solo diálogo entre ellos, donde ella exige el derecho a decidir para divorciarse, nos basta para rastrear la impostura:
Él: "Y yo qué, ¿no tengo derecho a decidir?"
Ella: "¡Tienes derecho a decidir sobre ti, no sobre mi!"
Sólo hubiera faltado que él hablara castellano, pero ya he dicho antes, que Passola quería escribir un guión para lograr la independencia sin costes adicionales. O sea, quedarse con el botín y que, a ser posible, se lo agradezcamos. Dicho de otro modo, que las relaciones comerciales con España siguieran intactas y el retorno a Europa fuera avalado por nuestros hermanos españoles. Todo muy cumbayá.
La separación no traumática que persigue la metáfora del matrimonio divorciado de buen rollo es precisamente el mensaje que quiere dar el film a todos los que no están convencidos o arrastren algún temor para que vean la ruptura como una fiesta y no como una guerra. Todo el documental está sembrado de música, risas y colores para reforzar el tocomocho.
Ahora bien, lo inaceptable del recurso instrumental del matrimonio no es su manifiesto maniqueísmo, sino la falacia, el argumento sofista que destila. Saben ustedes que una falacia es un argumento con apariencia de verdad, pero cuyo razonamiento es falso, engañoso o erróneo para lograr persuadir o convencer. Es precisamente eso lo que persigue el relato de 'L'endemà' con la falsa relación matrimonial. Si algo no es España/Cataluña, es un matrimonio. Ya he dado razones en alguna otra ocasión, las repetiré aquí.
España y Cataluña no son un matrimonio, un matrimonio es la unión de dos personas, no de 47 millones. Uno se puede separar de su pareja, no del resto de individuos de la sociedad. Cataluña y España no son personificaciones con vida y sentimientos capaces de obrar y decidir con voluntad propia, ni los 47 millones de ciudadanos individuales y libres que las forman son meras células de dos únicos cuerpos. Confunden la capacidad de dos personas individuales para decidir sobre sus vidas con la de millones de personas cuyas cuitas personales son distintas entre sí, e imposibles de reducirse a dos voluntades enfrentadas. El que haya un número determinado de ciudadanos insatisfechos con su pertenencia a España no les da derecho a suponerse la encarnación de Cataluña y, por ende, con capacidad para divorciarse de España.
España y Cataluña no son un matrimonio, un matrimonio es la unión de dos personas, no de 47 millones. Uno se puede separar de su pareja, no del resto de individuos de la sociedad
España y Cataluña no son un matrimonio, ni son el padre y la madre, tampoco una familia, sino un Estado único formado por un puzle de ciudadanos libres e iguales. Así que en este falso matrimonio tienen voz y voto 47 millones de españoles. En ellos, en cada uno de ellos, reside la soberanía nacional. De ahí que parte alguna pueda recurrir al divorcio para solucionar lo que sólo pertenece al debate de ideas que el sistema democrático gestiona dentro del derecho positivo. Quien aun así insista en el divorcio, habrá de pensar en separarse de cada uno de los 47 millones. Y pagar las minutas de tanto buscapleitos.
Sin embargo, Isona Passola recurre a esa falacia adornada de emociones happy flower, para enternecer al espectador y sacarle del corazón la legitimidad emocional de la separación como forma civilizada de no hacerse daño mutuamente. Hasta la edad es una impostura. Si fuera un matrimonio, serían dos viejecitos arrugados de 500 años, ó 2.000 si nos remontamos a la Hispania romana, y no dos jóvenes hermosos recién casados a punto de divorciarse e irse de botellón.
Resulta sorprendente que Isona Passola haya justificado que no haya nadie en la película para explicar el 'no' porque le ha sido imposible encontrar a alguien que "explique bien el no a la independencia". Me pregunto dónde habrá buscado y cómo puede erigirse ella en juez de tal explicación. Aunque, como tales declaraciones son tan falsas como el documental entero, dice en otras que "no cree en la neutralidad", para a continuación asegurar: "En mi anterior película buscaba las dos versiones pero en esta sólo quiero dar argumentos a favor del sí; porque tengo claro que la única solución entre España y Cataluña es la independencia". Amén.
En este residuo xenófobo emplean nuestras instituciones el dinero de todos. Uno de sus personajes se queja en el documental amargamente de que, mientras en el resto de España cada niño dispone de su propio ordenador en la escuela, nuestros centros educativos carecen de ellos. Es una lástima que no haya comprobado las dos mentiras. En Extremadura, efectivamente todos los niños tienen ordenador, no en el resto de España. Cuestión de prioridades, en Extremadura no tienen policía propia.
P.D.: El documental es pesado y aburrido, incluso para un convencido. Es soporífero para quienes estamos en contra, y a quienes están a favor, no les aporta nada, a no ser que, como los niños pequeños, quieran que le cuenten el mismo cuento todas las noches. Los nueve euros pagados me supieron a cuerno quemado. Ustedes mismos.