Pensamiento

La magia de Ansón

24 febrero, 2015 08:30

El asesor de comunicación Rafael Ansón acaba de publicar El año mágico de Suárez(La Esfera), un libro donde explica su quehacer durante el curso 1976-1977 cuando ocupó el cargo de director general de RTVE. En aquel año se efectuó la Transición política, una época en que había una sola televisión y no existía Internet. Se promovió una toma de conciencia democrática, reforzando la idea de que la discusión y la variedad de opiniones o de posturas son inherentes al vivir democrático. Se dio la dirección de los telediarios de tarde a Lalo Azcona (unos 15 millones de espectadores al día) y a Eduardo Sotillos los de noche (alcanzó los 22 millones de televidentes), cuya única consigna era cumplir lo prometido por Adolfo Suárez: “Vamos a elevar a categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal. Vamos a sentar las bases de un entendimiento duradero bajo el imperio de la ley”. Esta es la clave, “un entendimiento duradero bajo el imperio de la ley”. ¿Qué habrá que hacer cuando llegue el cambio político -que llegará- a TV3? Algo semejante.

Su devoción por Jordi Pujol le lleva a decir que “no dijo la verdad” cuando se auto inculpó este verano. No dice que mintió, sino que no dijo la verdad.

Escogido por Suárez, Rafael Ansón estaba al servicio del Estado social y democrático y no del partido político de turno, el encargo era fomentar la cohesión social y satisfacer el ímpetu de libertad. Ansón se deshace en elogios a su jefe, en quien veía a una persona consciente de sus propias carencias y que no se sentía infalible. Ensalza de él su flexibilidad y su capacidad de tender puentes con quien fuera, de su rostro dice que era muy expresivo y que transmitía fuerza y una instantánea cercanía. Pero señala que se le daban fatal los mítines. En televisión asumía el papel de actor y permitía que le guiasen. Miraba de frente a la cámara y, sin apartar la vista del objetivo, hablaba con calma y seguridad.

Yo quiero destacar un par de cosas más de este libro. La primera es una anécdota. En verano de 1976, Rafael Ansón invitó a cenar a su casa a Felipe y a Adolfo, acompañados cada uno de ellos por algunos íntimos. Explica Ansón que de madrugada, despedida la cena, se dio cuenta de que Javier Solana se había olvidado de recoger una carpetilla azul “de esas del colegio, con gomas”. Lo primero que hizo fue telefonear a Suárez y preguntarle qué hacía con ella; un servidor a tiempo completo. Dice que Adolfo era hombre de honor y no jugaba con las cartas marcadas, y le contestó que no la tocase y se la hiciese llegar a su propietario al día siguiente. Así confiesa que lo hizo Ansón. Habría que imaginar que a causa del grosor de la carpeta, pudo conjeturar que había unas cuatro hojas. Quién sabe por qué, dice que allí debían de estar ‘todos los secretos’ del Partido Socialista. Sin que nadie le acuse, Ansón reitera que no la abrió “porque si había algo en su interior que no se debería saber y alguien proponía que se utilizara –que habría sido lo más normal- iba a ser peor. Lo mejor era no abrirla”. Un razonamiento pragmático. Tras decir que le envió por la mañana a Solana su carpeta, Ansón apostilla: “Supongo que él creyó que la había abierto pero, en fin, puedo asegurar que no lo hice”. Ahí queda eso.

La otra cosa que voy a destacar, y que me ha dejado perplejo, es comprobar que su devoción por Jordi Pujol le lleva a decir que “no dijo la verdad” cuando se auto inculpó este verano. No dice que mintió, sino que no dijo la verdad. Curiosa distinción. Y que lo hizo por proteger a otras personas; no dice cuáles. En esto coincide con Felipe González. No queda ahí la cosa. Afirma de modo literal que “en Cataluña nunca ha habido un terrorismo nacionalista, y todo gracias a Pujol”. ¿Cómo se puede desbarrar de tal modo? Ni lo uno ni lo otro. El ‘genuino’ de nuestra tierra no nació en la era de Franco como ocurrió con el etarra, de arraigo y capacidad mil veces superiores. Ni el propio muy innombrable narciso se atrevió a decir en voz alta lo escrito y dicho por el increíble Ansón.