El populismo
Recientemente estamos observando en Europa, el advenimiento y la irrupción en la escena política, de partidos políticos denominados populistas, que están alcanzando importantes cuotas de poder, ya sea liderando la oposición, como en Francia con el Front National, o gobernando directamente como ocurre el Grecia con Syriza.
Todos los partidos políticos deberían de ser populistas en cierta medida, sino en sus ideologías, si en sus planteamientos y en sus objetivos
De hecho la ideología populista o popularista, no constituye ninguna novedad en si misma. Ya en la antigua Roma republicana, se crearon candidaturas populistas lideradas por Cayo Mario o por el mismo Julio Cesar, que pretendían una mejor distribución de las tierras y de la riqueza, para oponerse a las élites patricias que controlaban tradicionalmente el poder, protegiendo sus intereses aristocráticos.
La curiosidad en esta materia se produce cuando, una ideología que en principio sólo pretende la realización de una política más justa y social, se le confiere una visión peyorativa, porque se la relaciona con la demagogia, el oportunismo y la utopía. Vemos de esta forma, como lo que en principio significa hacer una política popular, enfocada a la consecución de mejoras sociales y a una redistribución de la riqueza, debería de adquirir una visión positiva; y sin embargo si a esa misma ideología la analizamos desde un prisma encuadrado dentro de una óptica posibilista, se le confiere una connotación negativa, porque las propuestas que propone el populismo, frecuentemente se presentan irrealizables y por tanto demagógicas.
Frecuentemente se define a la política como el arte del buen gobierno, pero esta definición debería de complementarse con el arte de saber conectar con la gente, saber interpretar lo que la gente necesita y saber ofrecérselo en la medida de lo posible. Si las personas en sus vidas deben de marcarse objetivos importantes, nuestros gobernantes deben de hacer lo mismo, y correlativamente los partidos políticos deben de marcarse objetivos supremos, de difícil realización, pero sentando las bases para que futuras generaciones lo puedan conseguir. Por ello, todos los partidos políticos deberían de ser populistas en cierta medida, sino en sus ideologías, si en sus planteamientos y en sus objetivos; precisamente porque los partidos políticos tienen la obligación de establecer una conexión con la ciudadanía, aunque este tipo de empatía, no debe de limitarse a decir a la ciudadanía lo que quiere oír, sino que además deben de intentar realizarlo en la medida de lo posible.
El atleta saltador de altura para mejorar su salto, durante los entrenamientos se pone el listón muy alto, frecuentemente por encima de su propia marca, y de esta forma consigue saltar cada vez mas alto. Nuestros antepasados los íberos, tenían una refutada fama de ser excelentes honderos. Romanos, griegos y cartagineses incorporaban contingentes de mercenarios ibéricos en sus ejércitos, que con sus hondas hostigaban a sus enemigos. Intrigado por su extraordinaria destreza, Tito Livio describe la practica de los niños iberos, a los que se les colocaba una hogaza de pan sobre una estaca insertada en el suelo, y hasta que no conseguían derribarla no podían comer. También se describen las reuniones de honderos durante las noches de plenilunio, apuntando hacia la luna como objetivo. Es evidente que ninguna piedra llegó a la luna, o por lo menos no tenemos constancia de ello, pero lo que resulta evidente es que con esa práctica, su destreza era insuperable.
Los partidos políticos deben de marcarse objetivos supremos, de difícil realización, pero sentando las bases para que futuras generaciones lo puedan conseguir
Si un partido político populista plantea desde la oposición, conferir a cada ciudadano, por el mero hecho de serlo, una renta determinada que podríamos cifrar en 1.000 euros mensuales, los líderes de los otros partidos se echarán las manos en la cabeza, y sin duda tildarán la propuesta de populista e irrealizable. Evidentemente tendrán toda la razón, porque resulta evidente que el Estado no tiene suficientes fondos para regalar a cada ciudadano 1.000 euros cada mes. No obstante, si ese partido populista llega al poder, no podrá establecer esa pensión de 1.000 euros, pero quizá si que la pueda cifrar en 100 euros mensuales. Por contra, los partidos que criticaban esa propuesta, como no la tenían incorporada en su programa, no concederán ninguna pensión.
Los partidos populistas tradicionalmente se han planteado, si la política debe de enfocarse para mejorar la situación económica en general, o de si debe de centrar sus objetivos, en mejorar el nivel de vida de las personas que tienen pocos recursos. Resulta evidente que el rico vive bien en cualquier país del mundo, mientras que el pobre vive mal en cuanquier país del mundo, aunque en unos peor que en otros. ¿No resulta por tanto mas coherente enfocar la acción de gobierno hacia los pobres, que hacia los ricos, hacia los desfavorecidos, que hacia la economía en general, que suele favorecer únicamente a las élites financieras, creando una sociedad en la que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres?
Otro gran debate que tiene que abrir la comunidad internacional, es si debemos de seguir con un modelo de crecimiento económico ilimitado, o si debemos de plantear nuevos modelos de estancamiento económico redistributivo. Países con crecimiento económico acelerado como Estados Unidos, Brasil o la India, gozan de una gran fortaleza económica, pero albergan impresionantes contingentes poblacionales, en situación de pobreza y de marginación, y esta situación no parece aceptable.
Los partidos tradicionales en vez de despreciar a los partidos populistas, deberían de extraer lo positivo que hay en ellos, incorporándolo en su ideario, sobretodo a nivel de propuestas y de democracia interna. Las utopías son irrealizables pero siempre han abierto el camino del progreso humano. Cuando Leonardo o Julio Verne plantearon los primeros viajes a la luna, no pensaron en la luna como meta, sino en el hombre que era capaz de llegar a ella. Neil Amstrong les dio la razón, y para los que consideraban imposible llegar a la luna, para él sólo fue un pequeño paso.