El Estado frente al conflicto lingüístico (y II)
En un artículo anterior, argumentaba que el tema de las lenguas en España requiere un enfoque nuevo ya que las actuaciones críticas que hemos realizado hasta ahora han tenido poca influencia en la férrea política lingüística (PL) de Cataluña. Como ya expliqué, ello no significa que debamos cesar en nuestro empeño de señalar y denunciar los errores de la PL pro monolingüismo de la Generalidad pero también debemos ser capaces de aceptar que nuestras críticas chocan constantemente contra un muro infranqueable de rígidos mantras y consignas. Todos somos conscientes de que el discurso nacionalista sobre el catalán está muy bien trabado y es desde hace mucho tiempo un pensamiento único de difícil abordaje.
Frente a una Ley de Lenguas Oficiales, a los nacionalistas no les sería posible mantener su inmovilismo lingüístico porque se tambalearían sus principales tesis
Frente a este estado de cosas, es bueno recurrir a la sabiduría popular y en casos como el que nos aflige, esta nos indica un camino a seguir: a grandes males, grandes remedios. Así, con la idea en mente de que es necesario un enfoque nuevo en el tema de las lenguas, un grupo de colegas y yo estamos elaborando una propuesta de Ley de Lenguas Oficiales, la cual expliqué en mi anterior artículo, y que consiste en hacer del catalán, el vasco y el gallego lenguas oficiales del Estado, junto con el español. Este es el gran remedio que nos gustaría aplicar al gran mal que padecemos: aquellos que apoyamos esta ley pensamos que sería un muy buen instrumento para incidir en la PL de Cataluña y poder avanzar hacia el bilingüismo de forma gradual.
La idea de que la Ley de Lenguas Oficiales pueda repercutir positivamente en la PL de Cataluña ha recibido varias críticas a las que quiero referirme en este artículo. Antes de hacerlo, es importante señalar que todas estas críticas son bienvenidas y necesarias porque en todo proyecto nuevo es necesario tener interlocutores que hagan de abogado del diablo -ya sea por convicción, ya sea por dialéctica-. Así, nuestra primera intención es abrir un debate sobre la Ley de Lenguas Oficiales y sobre todo, sobre su validez como estrategia para hacer frente de manera justa y eficaz a la PL de Cataluña.
Empecemos con el primer argumento escéptico con la Ley de Lenguas Oficiales: difícilmente una medida así va a provocar cambios en la Generalidad. Es decir, el Gobierno central puede hacer el catalán oficial pero la Generalidad no moverá ni un dedo en favor del bilingüismo en Cataluña. Será como si oyeran llover. Por lo tanto, esta ley no serviría de nada.
Efectivamente, la premisa de que no importa lo que se haga desde el Estado ya que la Generalidad va a intentar mantener su inmovilismo lingüístico me parece correcta. Con la aprobación de esta ley, la Generalidad y su legión de opinadores tratarían sin duda de resistir. Pero, frente a unos cambios tan grandes ¿les sería posible resistir con éxito? Desde mi punto de vista, no les sería posible porque se tambalearían las principales tesis nacionalistas.
Consideremos estos tres ejemplos de tesis nacionalistas importantes que se encontrarían en graves aprietos frente al nuevo escenario de la Ley de Lenguas Oficiales:
a) El victimismo: ¿Cómo se puede decir que el Estado ataca el catalán cuando acaba de hacer oficial esta lengua? ¿Dónde está el genocidio contra catalán perpetrado por España cuando esta lengua está representada y es usada en las instituciones del Estado?
b) "España no nos quiere": ¿No sería el gesto simbólico de acoger el catalán en sus instituciones una muestra de que España sí nos quiere? ¿No es este gesto una muestra de que el Estado quiere integrar a todos los ciudadanos y reconocer la diversidad lingüística del país?
c) La defensa del monolingüismo (vendida como forma de respeto de la diversidad): A diferencia de ahora, la PL de la Generalidad podría ser visualizada como lo que realmente es, un pro monolingüismo anacrónico. Quedaría en clara evidencia porque tendría enfrente otro modelo. Este, además, no sería un modelo cualquiera sino el modelo de PL del propio Estado, con una gestión efectiva del plurilingüismo del país y un respeto real a los derechos lingüísticos de todos. Es decir, un modelo de buenas prácticas a seguir y que todos podríamos visualizar. A partir de aquí, ¿no resultaría insostenible el monolingüismo de la Generalidad frente al reconocimiento real de la diversidad lingüística por parte del Estado?
Además de estos tres ejemplos, es posible pensar en otros mitos en la misma línea que se verían seriamente tocados. Así, desde mi punto de vista, el impacto en la opinión pública catalana de unas medidas tan espectaculares por parte del Estado sería grande e imposible de ignorar.
Abordaré ahora un segundo argumento también escéptico con la Ley de Lenguas Oficiales: lo que realmente tiene que hacer el Estado no es acoger el catalán en sus actos e instituciones sino defender el español en Cataluña. Es decir, hacer cumplir las sentencias sobre la inmersión y legislar a favor del bilingüismo, lo cual se tendría que haber hecho sin pestañear hace mucho tiempo. Pero esto no ha sucedido; ni se cumplen las sentencias ni el Estado defiende el español en Cataluña. ¿Es realista esperar que lo haga ahora?
En mi opinión, no lo es. En este momento una actuación así por parte del Estado sería percibida como un acto de "mano dura" y pocos en el PP o el PSOE están interesados en que esto suceda. Reyes del victimismo, los nacionalistas exprimirían un acto así hasta la extenuación. Sería dar vía libre a un arranque colectivo de: nos atacan el catalán, España no nos quiere y nadie va a tocar el catalán ni la inmersión. Estos son los tres mantras que he indicado más arriba y que muy probablemente se verían seriamente dañados con el escenario de la Ley de Lenguas. Y los he repetido aquí para mostrar que, por el contrario, en este momento, con una actuación de "mano dura" todos estos mitos se exacerbarían. Ello lleva a preguntarse si con una actuación así no sería peor el remedio que la enfermedad. Sea como sea, es muy improbable que en el corto o medio plazo el Estado exija un cumplimiento de las sentencias y defienda de forma activa el español en Cataluña por lo que esperar esta vía puede perfectamente acabar siendo una espera en vano. Por ello, vale la pena probar un enfoque nuevo.
El nacionalismo catalán, más que ayudar al progreso del catalán, lo que hace es ponerlo en riesgo con su política lingüística impositiva y su exclusión del español
Un tercer y último argumento crítico con la Ley de Lenguas Oficiales es el siguiente: el Estado no tiene por qué adoptar una actitud de cercanía y complicidad con las lenguas distintas del español porque estas ya están muy bien cuidadas y protegidas. Desde mi punto de vista, ello no es así. Las lenguas distintas del español no están muy bien protegidas y promocionadas sino que han sido secuestradas por unos gobiernos nacionalistas que las usan a su antojo.
Desde la Transición, solo los nacionalistas han hablado en nombre de estas lenguas y sus hablantes. Solo ellos, supuestamente, las defienden y protegen y solo ellos, supuestamente, saben cómo hacerlo. Precisamente, este es uno de los objetivos de la Ley de Lenguas Oficiales: que el nacionalismo deje de ser el único representante y gestor de estas lenguas. Lo que legítimamente debería haber sido una recuperación, revitalización y avance de las lenguas distintas del español se ha convertido en un arma al servicio del nacionalismo. En consecuencia, podemos decir que el nacionalismo catalán, más que ayudar al progreso del catalán, lo que hace es ponerlo en riesgo con su PL impositiva y su exclusión del español. Por ello, no podemos decir que el nacionalismo trate bien al catalán.
Claramente, los nacionalistas no cambiarán este trato al catalán por decisión propia, por lo que es el Estado el que debe intervenir con un plan reformista que busque reconocer la diversidad lingüística de todo el país. Para ello debe hacerse responsable él también de todas las lenguas de España. Se trataría pues de abordar la situación del español en Cataluña dentro de un plan más amplio por parte del Estado de representación y gestión de todas las lenguas de España. Sería en un efecto dominó como se podría abordar la situación del español en Cataluña, es decir, dentro de un contexto mucho más favorable a la inclusión y la diversidad lingüísticas. Con esta ley en vigor, dispondríamos en España de un modelo de buenas prácticas en PL, el cual muy probablemente iría calando entre los ciudadanos de Cataluña y ello abriría la puerta a cambios pro bilingüismo y pro plurilingüismo también en Cataluña.
En resumen, muy probablemente el impacto de la Ley de Lenguas Oficiales, con medidas concretas que se pueden visualizar y escuchar, sería enorme. Implicaría un cambio de tan gran calado en el paisaje y el discurso lingüístico de España que hace muy difícil pensar que la opinión pública catalana pudiera permanecer ajena a ello por más que la Generalidad lo intentara. A veces, cuando llegan aires nuevos, estos llegan para todos. Así creemos que será con la Ley de Lenguas Oficiales.