Bochorno
"La matanza de Charlie Hebdo nos refuerza en una convicción: en un país libre no se limitan los derechos a la libertad de expresión y opinión de las personas, ni con kalashnikovs, ni -salvando todas las distancias, ¡eh!, todas- con políticos e instituciones que esquivan los problemas de fondo a través de la policía y de los juzgados" dijo Mònica Terribas, según transcribe CRÓNICA GLOBAL, aunque lo hace sin la interjección petulante, ese ¡eh!, entérate.
Esta periodista orgánica, que nunca ha caído si no es escalera arriba y sólo con el sueldo que le pagamos entre todos en pocos años se hace millonaria, nunca ha visto un kalashnikov de cerca ni ha temido por su vida cuando ejercía su profesión
Dudo que Terribas sepa de qué habla, por el plural "derechos", y tengo muy claro que esta periodista orgánica, que nunca ha caído si no es escalera arriba y sólo con el sueldo que le pagamos entre todos en pocos años se hace millonaria, nunca ha visto un kalashnikov de cerca ni ha temido por su vida cuando ejercía su profesión.
Morir y vivir son dos cosas cuya distancia no se puede salvar. Vivir con la amenaza a que te maten es una cosa bien distinta a temer que te encierren en un país como España, y aunque fuera injustamente. Porque sabes que de la prisión puedes salir, incluso hecho un héroe, mientras que en la muerte no hay pared donde colgar los elogios póstumos. Y tu familia los cambiaría por tu presencia. Y cambiaría las balas por cualquier ley mordaza. No hay comparación posible, ¡eh!, Terribas.
La periodista de salón ignora estos hechos sencillos porque ella es de otro mundo. Y tiene otras intenciones. Se hace eco de la crítica de Artur Mas para con el gobierno central de usar los tribunales en vez de hacer política. Terribas usa los cadáveres de unos compañeros para hacer política. Lo hace con toda la libertad de expresión, desde su lugar privilegiado y sin tener que temer la más mínima represalia. En el peor de los casos existe el riesgo que la ahoguen a achuchones por tanta y tan brillante defensa del prusés.
Las palabras de Terribas me provocan bochorno. Es el mismo bochorno que me causa el artículo de Artur Mas ayer en La Vanguardia, y sus palabras en París, cuando habló de reivindicar "las libertades políticas, tambíen, que es un tema que hoy en Cataluña tiene un impacto y una incidencia muy especiales", y de "defender tanto las libertades individuales como las colectivas". Asesinan a gente, y nuestro líder mundial no pierde oportunidad de internacionalizar el prusés.
Asesinan a gente, y nuestro líder mundial no pierde oportunidad de internacionalizar el prusés
Bochornoso es también que Mas escriba, y presente como "parte de la catalanidad": "Hemos recibido a un millón de personas de fuera de Europa en diez años, y garantizamos desde el primer momento su asistencia sanitaria (incluso desafiando normativas que pretendían limitarla) y educativa." Estos último días, Mas ha estado negociando para salvar su prusés entre otros con el presidente de la Associació de Municipis per la Independència (AMI), Josep Maria Vila d'Abadal. Vila d'Abadal se hizo notorio hace unos pocos años, cuando como alcalde de Vic por CiU, y en buena sintonía con PxC, intentaba negarles el empadronamiento, y con ello el acceso a servicios como la sanidad y la educación, a los "sin papeles". Una intervención del gobierno le paró los pies.
El artículo por lo menos tiene buen final, cuando Mas habla de aplicar "todo el peso de la ley y toda la fuerza del Estado cuando se violen las normas que democráticamente hemos decidido darnos". Eso es un disparo en el propio pie que supera toda sátira.
Lo escribo, y me acuerdo que una vez pude presenciar algo parecido, cuando un guerrillero, envalentonado por poseer un kalashnikov, en una discusión con civiles se enrabió, apretó sin querer el gatillo y se disparó cuatro balas en el pie. Quedó fuera de combate para el resto de la guerra, y volvió a regentar el burdel que tenía en Praga. Ese también quería la libertad.