“Yo temo que venga un estallido revolucionario en Cataluña; que los obreros se unan a los soldados [...] no veo otra manera de salvar situación tan difícil que satisfacer de un golpe las aspiraciones de Cataluña, para que los catalanes dejen de sentirse en este momento revolucionarios y mantengan su adhesión a la Monarquía [...] Hay que dar la Autonomía a Cataluña inmediatamente [...]. Es preciso que usted vaya a Barcelona en seguida para provocar un movimiento que distraiga a las masas de cualquier propósito revolucionario”.
Helicópteros en política solo hemos visto dos veces: la primera cuando tuvieron que sacar al dimitido presidente argentino de la Rúa de la Casa Rosada en 2001, y la segunda cuando Artur Mas el 17 de noviembre de 2011 lo utilizó para sortear el sitio al Parlamento autonómico
Así recordaba Francesc Cambó en sus Memorias el encargo que recibió de Alfonso XIII el 15 de noviembre de 1918, cuando las repercusiones del colapso de los Imperios centrales y del Octubre rojo se agravaban por toda Europa, según leemos en Soberanos e Intervenidos, del abogado Joan Garcés. Cambó no quiso desaprovechar la oportunidad y, junto con el entonces presidente del Consejo de Ministros, conde de Romanones, convocó a representantes de todos los partidos políticos para una comisión redactora de un proyecto de estatuto de autonomía. Cabe recordar la respuesta de los entonces diputados del PSOE en el Congreso, Pablo Iglesias (Possé) y Largo Caballero, quienes disuadieron de participar en ella a republicanos catalanes como Marcel•lí Domingo, Layret e, interesante para quienes crean aún en el mito del Companys independentista, Lluís Companys, asegurándoles que “si entraban en la Comisión desligaban Cataluña de la causa de la República”.
¿Tiene algo que ver la política catalana actual con la de hace un siglo? En parte sí. Tal vez se pensará que exageramos si hablamos de estallidos revolucionarios, pero, hasta donde nos alcanza la memoria, helicópteros en política solo hemos visto dos veces: la primera cuando tuvieron que sacar al dimitido presidente argentino de la Rúa de la Casa Rosada en 2001, y la segunda cuando Artur Mas el 17 de noviembre de 2011 lo utilizó para sortear el sitio al Parlamento autonómico. “Nunca había vivido una situación de violencia de tal magnitud” declararía el Presidente más adelante. ¿Qué tienen en común las maniobras políticas de Alfonso XIII y Artur Mas para esquivar estos estallidos? Han desviado el foco de la política hacia otra dirección. Hemos pasado de cubrir balcones y ventanas con carteles de “se vende/se alquila” a hacerlo con esteladas.
En la entrevista recientemente concedida a Jordi Évole, Pablo Iglesias (Turrión) hizo dos afirmaciones, no por muy evidentes menos interesantes. La primera: “Eso es hacer política: tratar de marcar la agenda”. Exactamente lo que perseguían Alfonso XIII y Artur Mas. La segunda: “Es genial que nos pregunten por las cuentas porque en eso siempre ganamos”. Resumiendo: el objetivo de Iglesias es que se hable de los asuntos en los que Podemos es más creíble, en lugar de bailar la yenca al son de la agenda que interpretan fuerzas políticas rivales.
Manifestaba el portavoz de Podemos en Cataluña, Sr. Bertomeu hace poco: “Me siento cómodo con cualquier persona que defienda el derecho a decidir. Dentro de Podemos hay gente que votó sí/sí, sí/no y no”. Esto por si alguien dudaba de que la independencia no está dentro de la zona de confort de Podemos. Si la independencia acabara centrando la controversia en las próximas elecciones autonómicas, con esta postura Podemos monta sobre el caballo perdedor. ¿Su credibilidad independentista es superior a la de las CUP o ERC? No. ¿Su credibilidad española es superior a la de C’s o PP? Tampoco. En suma: si la independencia se sitúa en el centro del debate, con este discurso de sí pero no y no pero sí Podemos acabará a la altura d’IC-V: la del betún.
A Podemos se le pueden plantear dos estrategias: marcar la agenda y/o definirse nítidamente sobre la independencia. Así, podría adoptar un discurso tan contundente como el de Jiménez Villarejo: “¿Hablan de los pueblos de Europa y no hablan de los pueblos de España? ¿Se han olvidado de que hay pueblos de España? ¿Se han olvidado de que hay trabajadores en Madrid, trabajadores en las rías gallegas?... ¿Es que ya no se dan cuenta de que hace falta el esfuerzo de todos para sacar adelante este país, España, como un todo solidario?”
Alternativa o adicionalmente, pero en cualquier caso por encima de todo, Podemos tendrá que procurar centrar la atención sobre otros asuntos. ¿Cómo ha conseguido Podemos definir el orden del día de la política española? Entre otras cosas hablando sobre:
- Corrupción. ¿Se puede mencionar la corrupción en Cataluña? Tenemos un Presidente de la Generalidad que, mientras fue consejero de Economía, era beneficiario de una cuenta radicada en Liechtenstein con dinero evadido y que es secretario general de un partido con la sede embargada por un caso de corrupción.
- Casta y puertas giratorias. ¿Alrededor de eso no podría girar el debate político en Cataluña? Tenemos al Sr. Boi Ruiz, expresidente de una patronal sanitaria, ahora consejero de Sanidad. ¿No hay suficiente con Ruiz? Ningún problema. Hace poco El País informaba sobre su número dos, Sr. Padrosa, y sobre los negocios que tiene con Sanidad una empresa con él vinculada. ¿Aún no estamos contentos? No perdamos la calma. ¿Qué no se podrá decir del Sr. Bagó, con un pie en el Consorcio de Salud y Social de Cataluña y otro en el grupo Serhs?
- Servicios públicos. ¿Nada que comentar sobre esta cuestión en Cataluña? Daba cuenta Abc recientemente del zoológico del hospital de Bellvitge. Hay un par de cucarachas y de ratas que campean a sus anchas por Bellvitge, y hasta había un hongo en el techo de la planta dedicada a cirugía digestiva, que esperan que alguien de Podemos se ocupe de ellos. Pregunta a Podemos: Sin el proceso, ¿Boi Ruiz habría podido ser cuatro años consejero de Sanidad?
Si Podemos no dispara en Cataluña no será por falta de munición.
¿Pretende Podemos marcar la agenda de la política catalana tal como lo hace en toda España? ¿Tiene Podemos en Cataluña la vocación de poder que tiene en toda España? ¿O se dejará engatusar con el caramelito de un proceso constituyente catalán para ser arrastrado por la corriente asamblearia que se avecina en el Parlament? ¿Aspira Podemos a convertirse en la muleta, el compañero de viaje, en sentido leninista, o sea, el tonto útil, que permitirá al movimiento independentista romper su techo situado alrededor de los 75 diputados en unas autonómicas, mayoría con la que, como todo el mundo sabe, y los independentistas los primeros, el proceso no es viable? Tanto cuesta proclamar: “Si es preciso habrá referéndum, pero no habrá independencia con nuestros votos. Y ahora, con su permiso, hablaremos sobre lo que nos interesa: los hongos y las ratas de la política catalana”.