Me matriculé en Periodismo cuando leí a Hans Christian Andersen decir: “La prensa es la artillería de la libertad”. Lo combiné con derecho, dosis de racionalidad por la mañana y de creatividad por la tarde. Trabajé y estudié como la mayoría de jóvenes. Finalmente me licencié y me colegié en el Colegio de Periodistas de Cataluña. No solo porque vivo, estudié y trabajaba en Barcelona, sino porque el Colegio se comprometía con unos valores con los que todo aquel que se presta a sentarse delante de un folio en blanco debería estar de acuerdo: Defender la profesión garantizando una información de calidad, con independencia, rigor, contraste, responsabilidad, honestidad y contextualización. Sin embargo, me equivoqué.
“El mundo profesional por el derecho a decidir” rezaba el slogan de un acto en el que participaban los principales colegios profesionales de Cataluña
“El mundo profesional por el derecho a decidir” rezaba el slogan de un acto en el que participaban los principales colegios profesionales de Cataluña. No me sorprendió ver a ingenieros o farmacéuticos tragar con el verso del “derecho a decidir” -sus motivos tendrían- hasta que vi entre los asistentes al Colegio de Periodistas de Cataluña representado por su directiva. Dicen que el nacionalismo es como una bestia que arrasa con todos los niveles de la sociedad, incluso con aquellos que tienen la obligación de no dejarse devorar. ¿Preguntó alguien del Colegio de Periodistas a sus colegiados sobre el apoyo al separatismo? ¿Puede el Colegio de Periodistas en nombre de sus colegiados manifestarse ideológicamente? ¿Qué ocurre con los colegiados que pagamos nuestra cuota? ¿Qué pinta un colegio profesional hablando de un derecho inexistente? Nadie me dio respuesta a estas preguntas.
Esta es la realidad del nacionalismo que se inmiscuye en los espacios más sagrados de la ciudadanía anteponiendo la ideología, incluso, a una profesión cuya única obligación es precisamente garantizar la libertad. Decía R. Walsh que “el periodismo o es libre o es una farsa”. Pues bien, yo no voy a participar más de esta farsa. Pagué mis cuotas y envié el carnet en un sobre como dicta la burocracia y desde aquí animo a todos aquellos compañeros que todavía aman y respetan esta profesión que hagan lo mismo. Porque el periodismo es una vocación poco gratificante y una de las más castigadas por la crisis económica y por el modelo mediático actual, sin embargo, el Colegio, en vez de preocuparse por los intereses de sus colegiados y sus problemas, se dedica a apoyar ideologías y planteamientos para dividir a los periodistas entre buenos y malos profesionales. ¿Les suena? Se olvidan quizás que en la lista del paro de periodistas están tanto los que son separatistas como los que no, por mucho que el Gobierno autonómico se esfuerce en colocar a los suyos por las tertulias y los diarios que ellos mismos sufragan.
Los periodistas que hemos nacido en democracia tenemos la suerte de no haber vivido ideologías autoritarias asestando tijeretazos a la información, pero también tenemos la responsabilidad de garantizar que siga siendo así. Si muchos periodistas se dejaron mucho más que su aliento en conseguirlo, también nosotros debemos pelear por una profesión libre. Decía García Márquez, a pesar de todo, “el periodismo es el mejor oficio del mundo”. Y yo no estoy dispuesto a entregarlo.